Ricardo Hernández Tosco, más conocido como Richard, es profesor de Secundaria, tiene 53 años de edad y es el orgulloso padre de Andrés, un chico de 22 años que nació con una discapacidad motórica y cognitiva severa. Su madre se llama Nancy Martín González y, gracias la ayuda de amigos como Santiago Acosta y familiares como Ana Belén Dorta, esta familia de Buenavista ha logrado emprender El Camino de Andrés, todo un desafío para sacar una sonrisa a su protagonista, visibilizar el binomio deporte y discapacidad psíquica, y reivindicar, como dice el lema de este proyecto, que «si puedes soñarlo, puedes hacerlo».

El Caminode Andrés

Andrés mostró siempre atracción por la bicicleta, los maillots y todo lo que tuviera que ver con el ciclismo, una vieja afición de su padre. Aunque al principio su estado físico le permitió dar algo de pedal, pronto Andrés necesitó de ayuda para avanzar. Tras disfrutar de experiencias con ayudas como las joëlette, esta familia buenavistera quiso ir a por más. Con la inspiración de la ONG viguesa Discamino, Richard y Nancy se animaron a comprar un triciclo especial, fabricado en Holanda, para salir a la carretera. «Compramos esa bicicleta adaptada y eso nos cambió la vida a todos», reconoce Richard.

El Caminode Andrés

«Éramos aficionados al ciclismo, Andrés fue creciendo y nos planteamos si había alguna posibilidad de llevarlo con nosotros. Era complicado, pero en internet encontré a Discamino y, a través de ellos, me informé de donde encontrar esa bicicleta», detalla. Nancy y su prima Ana Belén son personas imprescindibles para El Camino de Andrés, «donde lo difícil no es pedalear, sino todo lo que conlleva estar fuera con él: ir al baño, comer, preparar la salida, la ducha...». Ellas están detrás y son una parte clave en cada reto.

El Caminode Andrés

Desconsolados por hacer el Camino de Santiago desde hacía años, en 2018 se liaron la manta a la cabeza y organizaron todo para recorrer los 830 kilómetros que separan Roncesvalles de Santiago de Compostela. Al año siguiente, en 2019, hicieron el Camino Portugés, de más de 600 kilómetros. «Esas medidas son oficiales, pero somos conscientes de que hicimos muchos más kilómetros, ya que encontramos bastantes obstáculos y, para sortearlos, alargamos las etapas», aclara Ricard.

«Andrés es funcionalmente diferente, pero aunque no hablara, aunque no caminara, aunque no fuera autónomo o aunque mostrara dificultades motóricas y cognitivas, ¿por qué no iba a poder realizar El Camino?», reflexiona su padre. En este reto, la aparición de Santiago Acosta supuso otro factor clave: «Su sabiduría y su experiencia fueron capaces de empujarnos hacia el objetivo. Con su tenacidad, capacidad de resolución de problemas y calidad humana, dándolo todo sin esperar nada a cambio, se hizo un hueco en nuestros corazones. Le estaremos eternamente agradecidos sabiendo que, si él no hubiese estado, no hubiéramos tenido la fuerza suficiente para lograrlo».

Nancy, la madre de Andrés es, según Richard, «la principal pieza de este equipo». Una mujer «capaz de entregar sus fuerzas cada día, dando todo el cariño y preparando la medicación, los sitios más adecuados y adaptados para comer y pernoctar; la ropa del día siguiente; el aseo, la ducha, la media mañana, la comida, la merienda... Lo da todo y se sacrifica por Andrés y su camino. Es la mejor madre que podía tener y por eso Andrés siempre me pide que no me olvide de decir: gracias, mamá».

Todos esos kilómetros no han tenido otro objetivo que aportar felicidad a Andrés. Su padre resalta que «cuando hablamos de felicidad lo hacemos pensando en la mejora de su autoestima, de las relaciones sociales, de la búsqueda de la recompensa tras el esfuerzo, de experiencias nuevas que contribuyan a su desarrollo como persona en todos los aspectos».

«Siempre hemos querido desarrollar el proyecto desde la alegría y el optimismo, sabiendo que cada uno es como es y cada quién es cada cual, que en la vida hay muchos caminos que se siguen día a día, unos con más dificultades y otros con menos, pero siempre existe la ilusión de poder conseguir un reto», subraya Richard.

Los documentales Camino sin límites y El desorden de los sentidos les sirvieron de inspiración y reforzaron su idea de construir El Camino de Andrés. Pese a la ilusión, ya desde el principio comenzaron las dificultades: primero encontrar una bici-silla y luego adaptarla a las exigencias del trayecto. Cuando presentaron su triciclo a la familia y amigos fue «el primer gran punto de inflexión». Ya se sentían pedalear hacia el objetivo.

Tras recorrer dos veces el Camino de Santiago, y tener pendiente una tercera, el parón de 2020 les invitó a plantearse retos más cercanos. El pasado fin de semana dieron la vuelta a Tenerife y las sensaciones han sido las mismas. Ya tienen en mente la idea de dar la vuelta a las restantes Islas Canarias. Richard explica que tanto en el Camino de Santiago como en su experiencia insular, «cada vez que llegamos a un sitio, Andrés es un foco de atracción. Se nos acercan desconocidos y siempre corroboramos la capacidad que tiene, de forma innata, de contactar espontáneamente con todo el mundo. Todos quieren una foto con él, le felicitan. Con el simple gesto de levantar el pulgar hacia arriba, ya se gana a la gente. Su sonrisa contagia al resto y genera siempre energía positiva. Nos sentimos realizados y pletóricos. Nos anima a seguir y él desborda felicidad».

Pero Andrés también es un compañero de viaje exigente: «Durante el trayecto no te deja parar; exige más y más. Si paras a comer, él dice: ‘Más bici, más bici’. No te deja ni descansar. Después de todo, nos anima a seguir y queda claro que lo disfruta». Richard afirma que no buscan patrocinadores, aunque bienvenidos serían, «lo que intentamos es compartir el proyecto; dar las gracias a los que han mostrado interés e inspirar. Ilusionar y contagiar. Simplemente animarlos a marcarse cualquier camino en la vida».

Un triciclo de 5.000 euros

Para hacer feliz a Andrés, su familia tuvo que invertir 5.000 euros en un triciclo adaptado, de la marca Van Raam, que se fabrica en Holanda. La Asociación Discamino, fundada en 2009 para hacer más accesible del Camino de Santiago, les orientó en la búsqueda de esta opción para que Andrés pudiera disfrutar del cicloturismo.