En el interior de un avión alemán con destino a Tenerife no viajaba a bordo ningún turista. Eran 11 muflones que se dirigían en febrero de 1971 a su nuevo hogar en el Parque Nacional del Teide. Los trajo el franquismo, en los últimos años de la dictadura, como privilegio para que unas élites tuvieran ejemplares con los que practicar la caza mayor. Los muflones se convirtieron en parte del paisaje de las Cañadas pero, desde el primer momento, en una seria amenaza para la rica y única biodiversidad del Teide. Sucedió hace ahora 50 años, en un momento en que la conciencia ecologista era inexistente y no preocupaba el daño que iban a causar a la flora endémica del Parque Nacional. Medio siglo después los muflones siguen siendo un dolor de cabeza para los conservadores, al contar en su dieta con 14 endemismos isleños, 12 exclusivos del Teide. Aún quedan 50 ejemplares de estos muflones tan escurridizos moviéndose a sus anchas en la alta montaña tinerfeña.

Durante años, el Ovis gmelini musimon, como se conoce científicamente al muflón, vagó por el Teide con total libertad. Exceptuando las épocas de otoño y primavera, las fechas de caza eran anunciadas en los periódicos de los 70. El hombre acababa de llegar a la Luna –misión Apolo 11, 21 de julio de 1969– y Karina cantaba Un mundo nuevo en Eurovisión. “En plena dictadura franquista, las medidas ecológicas no tenían nada que ver con las actuales”, rememora Manuel Durban, director del Parque Nacional del Teide.

Tuvo que llegar la democracia

Tuvo que acabar la dictadura –1975– y llegar la democracia para que se reconsiderara la presencia del muflón con la Ley de reclasificación del Parque Nacional del Teide de 1981. En 2013 se incluyó como especie invasora de Canarias y en 2017, el Cabildo publicó el aviso para su erradicación total. Desde entonces hay dos temporadas de caza, en primavera y otoño, aunque los encargados del Parque pueden abatir al animal en otras épocas del año junto a la colaboración de tiradores especializados. Desde su introducción, el número de ejemplares abatidos supera los 1.700. Del total, 1.000 se cazaron en los límites del Parque, mientras que el resto se capturaron fuera de esta zona, en la Corona Forestal.

El muflón representa un peligro para la flora más representativa de Tenerife. Es un animal sedentario, así que puede pasar entre ocho y nueve horas al día comiendo sin parar. En una zona que alberga 58 endemismos canarios, 3 de ellos en peligro de extinción y 12 en situación vulnerable, la presencia del muflón altera un ecosistema que no está diseñado para herbívoros de este calibre. La fauna autóctona del Teide está formada por animales más pequeños como el lagarto tizón, el cuervo, el erizo o la perdiz parda. El encargado de autorizar la llegada de los muflones a Tenerife en 1971 fue Francisco Ortuño, ingeniero jefe de Montes de la provincia de Santa Cruz de Tenerife y luego director general del desaparecido Icona (Instituto para la Conservación de la Naturaleza). La petición fue realizada por la Federación Tinerfeña de Caza para “dotar al paisaje isleño de algunos elementos decorativos del reino animal y especies de caza mayor”. Durante la dictadura, la caza mayor era practicada preferentemente por élites afines al régimen. Para dar forma al proyecto se trasladaron a Tenerife tres especialistas de caza mayor que evaluaron cuál sería el animal más indicado. El seleccionado debía cumplir con dos requisitos: que fuera inofensivo para las personas y que fuera frugal.

Las voces discrepantes

Fueron muchas las voces discrepantes con la introducción del muflón. El ecólogo del Cabildo Carlos Silva indica en 1977 la necesidad de acabar con el animal: “Retirar a estos animales solo se puede hacer por dos procedimientos: o vivos o muertos”. Y vivos, según Jaime Coello, director de la Fundación Canaria Telesforo Bravo-Juan Coello, era y sigue siendo inviable: “Ninguna entidad pública se responsabilizaría del gasto que habría que asumir para trasladar a los muflones que quedan”. En 1994, el censo otoñal contabilizaba 323 ejemplares y en primavera, 595. En 2020, el censo otoñal indica que quedan entre 60 o 70 y en el primaveral, en torno a 45 muflones.

La Asociación Tinerfeña de Amigos de la Naturaleza (ATAN) se creó el año que liberaron a los muflones en parte para luchar contra la llegada de especies invasoras como esta. Su portavoz, Eustaquio Villalba, opina que las actuaciones para acabar con el muflón son “insuficientes”. “No se lleva a cabo la erradicación total por la presión de grupos de cazadores”.

Antonio Porras es cazador veterano y discrepa con que el muflón perjudique la biodiversidad de Parque Nacional, aún cuando hay informes científicos contundentes que avalan el grave daño que causan a la flora. Porras, además, rechaza la erradicación del animal. “Si el muflón fuera erradicado sería una decepción”. Además, indica que en el Cabildo no existe “una gestión ética de la caza”. “El mes de mayo, cuando se inicia la temporada de primavera, coincide con el momento en que las hembras cuidan a sus crías y los cazadores intentamos respetar este momento de su vida”.

La única especie invasora

“La única especie invasora es el ser humano”, apunta Iris Sánchez, coordinadora del Partido Animalista Contra el Maltrato Animal (Pacma). Reclama el cese de la caza de muflones y opta por otros métodos, como los anticonceptivos o el vallado de ciertas zonas. “No estamos a favor de que exista una erradicación del muflón porque sería jugar a ser Dios cuando la culpa de su introducción la tenemos nosotros”, comenta Sánchez.

Este animal emparentado con la oveja es la única especie de caza mayor que existe en la Isla. Comen sobre todo retama y escobón, aunque también la violeta del Teide o el cardo de plata. Esta última planta se encuentra por encima de los 2.000 metros de altura y está en peligro de extinción, por lo que se han vallado las zonas en las que se desarrolla para evitar que la elimine este herbívoro. Ante la posibilidad de la desaparición de alguna de estas especies, únicas del Archipiélago, todos los ecologistas consultados para este reportaje coinciden en responder: “¡Sería una desgracia ecológica!”.

En Asia, de donde procede el muflón, sus depredadores son el lobo y el lince. A falta de estos animales en Canarias, el ser humano es su único adversario. Y abatirlos no es nada fácil. El cazador Antonio Porras explica que es muy complicado encontrarlos porque son muy huidizos. “Tienen un olfato y un oído excelentes”. Porras cuenta que pueden oler hasta los aceites que se usan para limpiar los rifles.

Este carácter tan escurridizo de los muflones provoca que verlos sea misión casi imposible. Jaime Coello recuerda que la primera vez que vio a este animal fue en una foto. Impresionado, le preguntó a su abuelo materno, que de esto sabía mucho –Telesforo Bravo (1913-2002), uno de los naturalistas y geólogos más prestigiosos de la historia de Canarias–: “¿Pero este animal está en Tenerife?”. Treinta y seis años después, Jaime Coello considera al muflón “el principal problema medioambiental del Parque Nacional del Teide y de otros espacios protegidos”. El muflón se desplaza con gran rapidez, así que ya se le ha visto por fuera del espacio protegido, incluso llegando a ocasionar destrozos en cultivos de zonas cercanas.

Más allá del Parque Nacional

El director del Parque Nacional del Teide, Manuel Durban, puntualiza que “los muflones se trasladan del interior al exterior del Parque en pocos minutos y pueden pasar de estar dentro a estar en la parte sur o norte de la Isla”. Por ello, Durban aboga por realizar un censo insular que refleje cuántos muflones hay en todo Tenerife, aunque sea el Teide la zona predominante.

Durban recuerda que el Teide no fue el único espacio en el que se introdujeron especies como el muflón. En 1972 se introdujo una población de unos 15 ejemplares de arrui (Ammotragus lervia, especie muy parecido al muflón) en la isla de La Palma Estas introducciones han sido “ilegales” y cometidas por personas que “no respetan nuestro medioambiente”, según Manuel Durban. “Espero que se cree el plan insular del muflón a más tardar el próximo año y fije una fecha para su erradicación total”, zanja el director del Parque Nacional.

Los muflones y arruis no son los únicos animales introducidos en Canarias que han terminado convirtiéndose en un peligro para la biodiversidad. Los conejos, por ejemplo, fueron incorporados a la Isla durante la conquista y suponen un peligro para la flora protegida. En el mismo período en el que se introdujo el muflón se intentó llevar gamos (venados pequeños) al monte de Las Mercedes también para fines cinegéticos pero fueron erradicados dos años después por la caza y los atropellos de vehículos.

El Teide no es lo que era

El Teide de mitad del siglo pasado era muy diferente al actual. Hasta que el pastoreo se prohibió en los años 50, su exclusiva flora estaba muy diezmada por la actividad ganadera y el volcán presentaba un paisaje más agreste. La trashumancia se realizaba a partir de la primavera, cuando las cabras eran llevadas desde la costa hasta las Cañadas. En esos momentos aún no existían los muflones en el paisaje del pico más alto de España y solo se podían observar cabras pastoreadas por sus dueños.

Ahora el muflón ha tomado el relevo y forma parte de la estampa de las Cañadas aunque no aparezca en las postales turísticas. Pero su incidencia –aún siendo importante– es menor que la de los rebaños. La prohibición del pastoreo, la declaración en 1954 de todo este espacio volcánico único en el mundo como Parque Nacional, las leyes proteccionistas que se sucedieron tras la llegada de la democracia y los planes de regeneración puestos en marcha por el propio Parque Nacional han configurado un Teide nuevo, cuya vegetación exclusiva se ha recuperado y exhibe todo su colorido cada primavera, en la que reinan el tajinaste rojo y la violeta del Teide, posiblemente los endemismos más admirados de la cima de la Isla. Ahora solo queda una gran amenaza, de cuya llegada se cumplen ahora 50 años y tiene los días contados: el muflón.