Día D: 5 de enero, víspera de Reyes. Hora H: 10:00, horario de apertura –en teoría– de los centros comerciales en Santa Cruz de Tenerife. Desde bastante antes cientos de chicharreros, de otras partes de la Isla o de fuera de ella ya están apostados cerca de las tres principales grandes superficies en la ciudad, los que se ubican en el rectángulo de Cabo-Llanos que forman las calles Álvaro Rodríguez López y Manuel Hermoso con la avenida Tres de Mayo. La intención es buena: ir temprano para evitar aglomeraciones. La paradoja es que son tantos los que han tenido la misma idea que acaban formándola. Un fenómeno que crece con la jornada y que ya al mediodía originaba colas hasta más allá de la mitad de la primera calle mencionada a la entrada del Meridiano. Si no fuera por la mascarilla y el amago de mantener la distancia de seguridad nadie diría que Tenerife está en semáforo rojo y hay restricciones sanitarias a consecuencia de una pandemia.

Ramón y Eliseo son amigos y forman parte de esta avanzadilla que se mueve como una marea por los cercanos pasos de peatones, arriba y abajo, en una mañana agradable que contrasta con el frío del lunes. Pese a que está buena para quedarse en la calle todo el mundo quiere entrar al centro comercial. Otra paradoja.

Ramón y Eliseo han llegado en guagua. El primero desde uno de los numerosos barrios de la capital que forman el distrito de Ofra. Su compañero procede de La Laguna. Confluyen en un mismo punto, la parada ubicada frente al Centro Comercial, paso obligado para los vehículos de Titsa camino del Intercambiador de Transportes. Ramón advierte de que “ya lo veía venir porque la guagua bajaba llena”. Por contra su amigo asegura que “pues en la 015 no venía mucha gente”. Ambos quieren “comprar un último detalle, per más que nada mirar”.

Gente con bolsas.

Casi todo el mundo lleva bolsas en las manos. Como Hengerlys Delgado quien subraya: “Vengo temprano porque luego habrá mucha gente. Seguro”. Viene como casi todo el mundo “por un último detalle porque ya había comprado ayer (por el lunes). Un poco más allá Manuel Alberto González también viene cargado de paquetes. Lo resume: “Ropa para mi mujer, unos cascos para la play de mi hija y ahora a la calle Castillo a buscar una tablet”. Revela que “el 90% de las tiendas ha abierto antes, a las nueve o nueve media”. A los trabajadores les espera una larga y dura jornada laboral de doce horas porque la mayoría se mantienen abiertas hasta las nueve... de la noche, claro. Para huir del toque de queda. De diez a seis de la mañana aunque sea la Noche de Reyes. Alejandro Pérez es “controlador de aforo”. Por esta campaña de Navidad únicamente, ya que en la vida cotidiana del resto del año su ocupación habitual es la de estudiante. Han sido días, asegura, “duros” y “ya ayer (el lunes) vino muchísima gente. Hoy (por ayer) esperamos todavía más”. Alejandro está a la entrada del establecimiento y recibe instrucciones por radio para cerrar el paso y formar una cola cuando no quepa nadie más o dejar que el público acceda al interior si hay sitio. Se entra por un lado y se sale por el otro. Personas de todas las edades. Solos o en pareja. Alguna incluso discutiendo antes de llegar a la primera tienda. Cosas del consumismo.

Evitar las aglomeraciones.

Por la salida obligada, en cuanto al sentido, se marcha al poco tiempo Ainhoa Rodríguez. Temprano llega y temprano sale porque “no me gusta estar entre tanta gente con el coronavirus por ahí”. Viene de La Gomera “al médico” y se va el mismo día. Aprovecha para devolver y cambiar alguna ropa que ya había comprado antes. “A mirar y a comprar lo que pueda salir, si hay alguna oferta; sobre todo, ropa”. Es la filosofía en este día, víspera de Reyes, de los abuelos Manolo Canino y María José Herrera a quienes acompaña su pequeño nieto Nyzan González. En el espacio central la empleada de un centro dedicado a la depilación no quiere dar su nombre, pero confiesa que “son días complicados y de muchísimo trabajo, pero estamos mentalizadas”, Valora que “esto siempre está lleno y a veces de distancia social más bien poco. Ya lo hemos vivido en Nochebuena y Fin de Año cuando había muchísima gente”. Raquel González trabaja en una tienda de calzado deportivo cercana a la anterior. Asegura que “no paramos estos días, está siendo duro y hoy (habla por la mañana) yo creo que será todavía peor”. Afirma que “está marchando la cosa más o menos bien pero más floja que el año pasado. La Covid-19 pesa, está ahí, aunque muchos no quieran enterarse”. Daniel Pisos y Valeria Abreu forman una pareja joven que añora” el Rastro para buscar ese detalle de última hora”. Han comprado ropa y tras darse “una vueltecita” se marchan a casa.

Bono de regalo.

Los hermanos Mariano y Cristi Sanabria –ella se desplaza en silla de ruedas– hacen cola ante una tienda multinacional de ropa para llevarse un vale de regalo que les permita, tras canjearlo, comprar algo allí por una determinada cantidad de dinero. Ya ha adquirido antes “un detalle” que ella lleva ente sus manos. Él la atiende, atento, y desea una feliz noche y que “los Reyes Magos dejen mucho”.

A todas estas, Ramón y Eliseo están ya en la puerta de salida del centro comercial. No han comprado nada pero han mirado mucho. Deciden darse un salto al cercano Nivaria Center. Allí les espera el contraste con respecto al espacio anterior y a lo que está todavía por venir, Hay tranquilidad, poca gente que pasea pausadamente y mira los escaparates envueltos en un tenue hilo musical. Eso sí, como en el resto de centros comerciales, la señal del parking aparece en rojo y eso representa que está completo. Por el pasillo se acerca Antonio, así, a secas, sin apellidos. Se para aunque dice tener prisa. Va solo y deja una frase: “Estoy mirando porque para comprar los detalles, grande o pequeños, me falta algo fundamental: el dinero”. Concluyente.

Mary Carmen González que, como Antonio, acude a comprar sola, tiene muy claro lo que quiere: “Una maleta para el ordenador y si veo alguna cosa interesante que se pone a tiro y no es muy cara pues se puede añadir”. Como la mayoría de la gente en este entorno lleva bolsas. O sea que ya ha comprado algo. El paso de Ramón y Eliseo por Nivaria ha sido bastante rápido. Y tampoco han comprado nada. Se han limitado a mirar y poco más.

Caminan hacia la plaza del boxeador Miguel Velázquez, el paso previo para acceder a El Corte Inglés. Ahí ya se nota un importante trasiego de gente . La única terraza abierta espera a sus clientes que hacen una pequeña cola en orden. El árbol de Navidad, que preside la entrada a los grandes almacenes, simboliza una decoración navideña mucho más adusta que otros años. Cosas de la pandemia.

Con mucho orden.

La gente va entrando con mucho orden y al menos aquí no hay aglomeraciones. Eso sí, el número de personas aumenta exponencialmente en muy poco tiempo. Entran más que salen, todos tras darse el gel hidroalcohólico en sus manos. Juan –vamos a llamarle así–, uno de los vigilantes de seguridad de la entrada está convencido de que “por la tarde va a ir a más como ya pasó ayer (por el lunes)”. Sabe lo que dice porque tiene experiencia y asegura que “están siendo días duros, pero hay que adaptarse porque lo sabemos de antemano”. En su caso se da otra paradoja: “No me gustan los centros comerciales, así que encargo los Reyes antes y ya los tengo todos. A mí me toca trabajar”, concluye. La conversación se produce entre un maremágnum de personas que van y vienen por la primera planta del centro comercial. En busca del tan manido detalle o de todos los regalos de la casa, Hay tanta variedad de pensamientos y actidudes como seres humanos. Uno de los responsables de la empresa vaticina que “al no haber Cabalgata esta tarde (por ayer) esperamos que la gente venga de forma más escalonada”. Más escalonadamente, tal vez, , pero también en masa. Las compras y quienes las realizan van a más con el paso de las horas. La actividad se vuelve casi frenética ya de noche porque amenaza el toque de queda.

No se preocupen por ellos. No podían faltar nuestros amigos Ramón y Eliseo, el hilo conductor de esta historia. Van por su tercer centro comercial consecutivo. Ramón está a punto de comprar un perfume pero se arrepiente. Eliseo se dedica a mirar porque, aunque no lo quiere confesar, de dinero más bien poco. El resumen: vuelven a salir sin haber comprado nada. Deciden retornar a casa. Como suelen hacer con el uso del transporte público, léase la guagua. Para, en sus respectivos lugares de residencia, buscar ese último detalle que les falta a ambos, Ramón, en Ofra, y Eliseo en La Laguna. Pero su rumbo posterior y el resultado de la jornada de tarde ya forman parte de otra historia.

Tráfico similar a otras veces un 5 de enero, dificultades para aparcar y los bares –con terraza– llenos. Tanto como los centros comerciales donde hay que hacer cola para casi todo. Parece un calco de otros años salvo las mascarillas porque la distancia social brilla en la mayoría de casos por su ausencia. Pero no lo es. La Covid-19 está ahí, aunque lo cierto es que al menos la víspera de Reyes ha perdido la batalla con el consumismo.

Noche de Reyes a plena luz del día

No hay Cabalgata por las calles de Santa Cruz. No hay Rastro. No abren las Casetas Azules del Mercado. No hay mercadillo de artesanía de Navidad en La Alameda. No hay locales de restauración abiertos. El Callejón del Combate está vacío. Todo cierra a las nueve, se muere a las diez y no resucita hasta las seis de la mañana... Toque de queda. El panorama aclara que no es una Noche de Reyes como otras. La pandemia está ahí presente y lo marca todo. La tradición de la capital tinerfeña se rompe. Esa costumbre que llevaba casi de forma automática a los chicharreros al Mercado y al Rastro para acabar bien entrada la madrugada entre cervezas, copas y la conversación de amigos a los que no es habitual ver en otra época del año. Casi siempre se compraba un último detalle y ahora no es posible. Basten dos referencias al año pasado para comprobar lo que era y esta vez no fue. Primer ejemplo: “Los operarios del servicio municipal de limpieza se encontraron con mucho trabajo la mañana del 6 de enero por la acumulación de basura que dejó el tradicional Rastro del Mercado que estuvo abierto hasta las seis de la mañana mientras que en el centro se retiraban los restos de la Cabalgata. En Santa Cruz de Tenerife la noche de Reyes fue larga”. Y segunda y última traducción del pasado reciente: “Tras la cabalgata, miles de personas se quedaron disfrutando de una noche festiva que colapsó el centro de la ciudad especialmente en locales de ocio y de restauración de La Noria y la zona de la calle Castillo”. Y sin churros. |