Con la colaboración de Gladis Rodríguez, de la Delegación de Misiones de la Diócesis de Tenerife, hacemos una aproximación por cómo se viene la Navidad en otros rincones del planeta de la mano de personas que, movidas por su vocación religiosa, un día decidieron abandonar el calor de hogar y dedicarse a entregar la vida por la Evangelización.

Luisi González, misionera de Cristo Jesús.

“Desde muy joven percibí que Dios me llamaba a entregarle mi vida. Poco a poco me fue aclarando que esa entrega se concretaría llevando su mensaje hasta los confines de la tierra”. Con esta forma explica la lagunera Luisi González la necesidad que sintió un día de dejar su grupo de carismático en el que militó y consagrarse a la vida religiosa como Misionera de Cristo Jesús, que nació en la cuna de San Francisco Javier. “Es la familia que Él mismo puso en mi camino para crecer como misionera y realizar la vocación a la que me había llamado. Tras unos años de formación se me propuso desempeña mi misión en Japón, destino que acepté con confianza”, explica.

“Después de dieciséis años de vida en la tierra del Sol naciente volví a Tenerife para acompañar a mis padres, y sigo descubriendo en el día a día esos confines de la tierra a los que Dios me había llamado a ir. Y sigo saliendo de mi tierra (de la comodidad, del peligro de asentarme) al lugar que Él me muestra; porque el alma misionera siempre está inquieta, buscando nuevos caminos para llevar el mensaje del Evangelio donde realmente se necesite”. Es la experiencia de esta religiosa misionera que en la actualidad compagina su atención en el seno de su familia con la agenda pastoral de la Diócesis: tan pronto se la puede encontrar animando la liturgia de la Catedral como en cualquier encuentro que se organice desde las diferentes delegaciones.

Cuando se le pregunta cómo vive la Navidad, con el arrope de su experiencia en Japón y ahora en su tierra natal, Tenerife, explica que “donde quiera que me encuentre vivo el Nacimiento de Jesús como el acontecimiento más grande de la historia. El Todopoderoso haciéndose todo necesitado sigue rompiendo los esquemas, Japón no es un país cristiano, por eso el día de Navidad no es fiesta nacional, sin embargo, los pocos cristianos que hay viven el Nacimiento de Jesús desde la Alegría profunda que da la fe verdadera. También aquí intento vivir este tiempo de ese modo, tratando siempre de ir a lo esencial”.

Mariángeles Cubillo López, desde Lubumbashi.

Reconoce que su vocación misionera se forjó desde su infancia, casi desde que leía las revistas de Mundo Negro de los Misioneros Colombianos que recibía en casa su padre. Trae al recuerdo, incluso el juego de El imperio, “que era como el Monopoli, pero que tenía un mapa mundi en el que se compraban territorios de misión para construir capillas, hospitales y escuelas y que se dejaban limosnas al pasar por el terreno ajeno”. Lo que comenzó como una distracción, se convirtió en su vocación.

Natural de Badajoz, desde los cinco años se trasladó a Santa Cruz de Tenerife, donde despertó su vocación religiosa. Inicialmente se planteó trasladarse a África como misionera laica, con el sueño de acercar a Jesús a los oriundos de aquel continente, hasta que descubrió su vocación religiosa, lo que acrecentó su deseo de ir a los países de misión. Desde 1992 trabaja en República Democrática del Congo, donde ha trabajado en hospitales, dada su condición de enfermera diplomada además de maestra, lo que también ha facilitado su implicación en las misiones de Kanzenze y Kafakumba (Lualaba) y en el colegio de la ciudad de Kamina (Haut-Lomami). En la actualidad, es la responsable de una residencia para universitaria en la ciudad de Lubumbashi.

“Aquí, la Navidad se celebra con sencillez y alegría. Se asiste a misa el 24 por la tarde –tal día como hoy– o el 25 por la mañana. En la misa del 24 por la tarde se hace una obra de teatro sobre la adoración de Niño Jesús por los pastores y los Magos dentro de la Iglesia. Asisten muchos niños, católicos y de otras religiones. Los actores suelen ser los acólitos y otros jóvenes animadores de la Parroquia. Después tiene lugar la celebración de la Eucaristía que, como siempre en África, cuenta con muchos cantos y danzas. Los villancicos congoleños son muy alegres y todo el mundo se divierte al mismo tiempo que reza con fervor”, explica esta religiosa.

“Al llegar a casa, la cena es sencilla y familiar. En algunas casas se empieza a hacer intercambio de regalos, pero antes solamente se festejaba con el placer de comer juntos una gallina”.

“Más comercial y bullanguera es la fiesta del Año Nuevo, en la que hay más ruido por la calle y se organizan fiestas de barrio. Aunque este año, con la pandemia, no se podrá hacer lo mismo”, acerca Mariángeles Cubillo, desde el Congo, en el continente africano.

Navidad canaria en los cinco continentes

Rosa María Molina, una realejera en Kafakumba.

Nació en Icod el Alto, en Los Realejos, cultivando su vocación en la parroquia de Nuestra Señora del Buen Viaje. Cuenta que su vocación misionera surgió desde el ejemplo de su madre, “muy comprometida hacia los demás, que daba aunque no tuviéramos”.

Cuando ya llevaba siete años como religiosa de la Pureza de María, después de haber pasado por Colombia, Valencia, París y Mallorca, la superiora genera la invitó a prestar su labor en Kafakumba, en el Congo, en 1997, “un poblado bonito que lo llevamos mejorando desde 1975”. Del hospital e internado que existía cuando la congregación llegó se ha pasado a la construcción y puesta en marca de la escuela de secundaria y luego la maternal y primaria.

Cuando se le pregunta si le costó el cambio del primer mundo a un país como el Congo, Rosa María Molina afirma: “Había oído decir que Kafakumba era lo peor que teníamos en el Congo, que estaba muy lejos, las rutas son infernales, etc., sin comunicación, sólo por radioaficionado, pero gracias a Dios todo ha ido mejorando, contamos ya con dos antenas de telefonía, con teléfono y así nos hemos ido superando en todo y el Señor nos ha ido regalando lo que hemos ido necesitando, así como, con la colaboración de muchas personas”.

“El recorrido no ha sido fácil, pero con la certeza de que Dios aprieta pero no ahoga, porque cuando uno vive una vocación incondicional, sin fronteras, porque para una religiosa y más Pureza de María no existen fronteras, ni color, todos somos iguales ante Dios”. Para esta monja de La Pureza de María la clave está en la felicidad con la que vive como misionera. “Dios va abriendo caminos y cuando uno se deja, Él se presenta y te regala todo cuanto necesitas en ese momento y te ayuda para darte a los demás”.

Después de veintitrés años de misión en Kafakumba, Rosa María Molina hace un alto para explicar cómo se vive la Navidad en esta localidad congoleña. “La navidad se vive con alegría, con entusiasmo, nosotros ponemos todo de nuestra parte”.

Curiosamente, admite que “un día se me ocurrió hacer un Papa Noel; teníamos algunos medios para poderlo elaborar. Es así como llega por primera vez Papa Noel a Kafakumba, la verdad que los niños y las personas mayores asustadas, pero poco a poco y con explicaciones fueron aceptándolo. Hemos continuado haciéndolo y con la ilusión de que lleguen los Reyes Magos, ya que como ahora contamos con motos, quizás podrían venir en moto, esperamos pronto poder verles llegar”.

“Para poder hacer posible que Papa Noel llegue a los niños de la escuela maternal de Kafakumba, pedimos la colaboración, dentro de sus posibilidades a los papas y cuando vine, pues Papa Noel se lo da a cada niño”, explica.

También reconoce el protagonismo de la labor pastoral que se desarrolla desde la parroquia, en especial en las celebraciones que se viven en días como hoy y mañana, con motivo de la Navidad, aunque “aunque no es tan familiar como la nuestra”, en referencia a cómo se vive en su Tenerife natal”. Todo pasa por sentir como propio la Navidad, explica: “Sabe que Jesús llega a nosotros”.

Apuesta por vivir como los naturales de Kafakumba, “abiertos a las cosas que vienen de cada día, que si no tienen por lo menos en Navidad se comen un pollo, ya que guardan las grandes cosas para los días de fiesta”.

“Navidad es celebrarlo juntos, en la misma casa del Señor, Navidad es transparentar ese amor de Dios que se ha hecho niño, un niño que no tiene raza, que se da a todos sin medida. Navidad que da alegría, porque los niños comparten lo que tienen. La Navidad es amor, es una entrega sin fronteras, la Navidad es Dios con nosotros, esto es Navidad en Kafakumba”.

Gloria Esther Alonso Méndez, de La Palma a Filipinas.

Esta carmelita misionera teresiana nació en la Villa de Mazo (La Palma) y lleva la mitad de su vida en misión ad gentes en Filipinas.

“Mi vocación surgió desde los 14 años, cuando oí hablar de las necesidades de la gente de África. Luego fui a estudiar COU a Zaragoza, con 17 años, y allí vi pobres por primera vez, especialmente los gitanos, y eso confirmó mi vocación de ayudar a los pobres”.

Ese momento fue crucial en su vida: “Entonces cambié mi plan de estudiar veterinaria –y ser la primera mujer veterinaria de Mazo– para empezar medicina, como una carrera más útil para ser misionera. Cuando acabé segundo de Medicina entré a la Congregación de Carmelitas Misioneras Teresianas, a los 20 años, y, después de nueve de formación, hice mis votos perpetuos y fui destinada a Filipinas. Aquí estoy desde noviembre de 1991, con la excepción de un paréntesis de 2 años y medio, que estuve en México y, un año sabático en Ávila, para hacer un alto en el camino y estudiar Espiritualidad Carmelitana”.

Gloria Esther Alonso destaca la implicación de su parroquia de referencia, San Blas, en Mazo, donde desde el principio se creó un grupo de apadrinamientos para ayudar a nuestros proyecto.

¿Cómo se vive la Navidad en Filipinas? Esta carmelita misionera teresina explica que “el espíritu de la fiesta empieza, normalmente, en los centros comerciales y con las decoraciones que todo el mundo pone desde septiembre. A nivel religioso, la preparación a la Navidad está precedida por una novena de misas a las 4 de la madrugada; en algunos lugares también celebran la novena al atardecer, para poder acomodar el gran volumen de asistentes”.

Entre las tradiciones, “es típico celebrar la fiesta por grupos de trabajo, con una comida o cena e intercambio de regalos. Este año la Navidad aquí la vivimos también con la Covid-19, con la suerte’ de que, al ser un pueblo de montaña, solo once personas han dado positivo durante tota la pandemia, y solo una ha muerto, por tener una enfermedad de base. Lo estamos viviendo con mucha precaución”.

“Este año todo ha cambiado: poco comercio, pocas decoraciones, 50% de asistencia a Misa, prohibición de celebraciones de navidad por grupo… Nosotras lo celebramos con las chicas, antes de que se fueran a los poblados, con su familia dos semanas. La gente se está agarrando más a la fe que a lo comercial, gracias a Dios”, añade la religiosa palmera, que brinda por “un feliz cumpleaños de Jesús, como dicen los niños” en Filipinas, precisa.

Navidad canaria en los cinco continentes

Alfredo Castilla, el lagunero que llegó en 1981 a Chile.

Después de formarse en el Seminario Menor de Aguere, Alfredo Castilla fue ordenado presbítero en 1974, comenzando su labor pastoral en las parroquias de Playa de Santiago y Alajeró, en La Gomera, hasta que en el curso 1979 y 1980 realizó el Bachiller en Teología en la Universidad de Comillas. En 1981, el año que el papa Juan Pablo II, Alfredo se encontraba en el Instituto Bíblico de Roma.

“Cuando parecía que mi camino iba a discurrir por sendas de estudios, universidades y estudios bíblicos; sentí la voz de Dios a través de la presencia de un obispo sencillo y humano que se cruzó en mi vida mientras residía en el Pontificio Colegio Español de Roma”.

“Y sin que este buen obispo hiciera campaña alguna, sentí el anhelo de dejarlo todo e ir al sur de Chile que era dónde él trabajaba. Después de varias conversaciones y con mi deseo de ir a Chile, los obispos de aquel tiempo: Luis Franco Cascón (Tenerife) y Juan Luis Ysern de Arce (Chile), acordaron autorizarme para que fuera a la Diócesis de Chiloé, Palena y Güaitecas (sur de Chile)”. Comienza así en 1981 su labor como misionero, llama que vive con la ilusión del primer día, admite.

“Por aquí, la gente es muy sencilla, amable y preocupada de sus sacerdotes. Viven con gran ilusión este tiempo en que celebramos que Dios sigue estando presente en nuestras vidas y sigue salvándonos a través del gran misterio de un niño, el Niño Dios que nació en Belén pero que sigue naciendo en cada familia para compartir sus vidas, sus dolores y pesares”.

Se cantan villancicos, se reúnen las familias, se saludan, abrazan y besan, se celebra la Eucaristía, se lleva a las casas de los más necesitados una rica cena para que no les falte en estos días”, añade para explicar cómo se vive la Navidad en el Sur de Chile.

“Este año seguirá naciendo el Niño Dios en nuestras vidas, pero no podremos hacerlo como otros años ya que entre pandemia, confinamiento y cuarentena, habrá que hacerlo de forma virtual y saludarnos y abrazarnos desde la distancia”

Aún con todas las trabas, distanciamientos sociales y medidas sanitarias de aplicación para evitar posibles contagios, Alfredo asegura: “Al final, ¡Qué importa! Dios sigue llegando a nuestras casas y seguirá bendiciéndonos; y, podremos decir: ¡Feliz Navidad!”.