Aguas cristalinas, la brisa marina y una espectacular vista del océano Atlántico. Esto es lo que aguardaba a los que ayer hacían cola a la entrada de El Charco de La Laja, en San Juan de la Rambla, para intentar darse un chapuzón. La pandemia del nuevo coronavirus ha obligado a limitar el aforo de este punto del litoral ramblero, pero su tranquilidad y condiciones hacen que para los bañistas merezca la pena aguardar el tiempo necesario para poder tirarse al agua.

"Estamos deseando que suba alguien para poder bajar". Así se manifestó en la cola Ana González, una valenciana de vacaciones en la Isla junto a otras dos amigas, que conoció la existencia de esta piscina natural a través de internet. "Buscamos sitios en los que poder ir a bañarnos en Tenerife y este nos pareció impresionante", aseguró. Por eso, afirmó que "no nos importa esperar", ya que a su llegada, pasadas las doce del mediodía, la puerta que controla el acceso ya estaba cerrada porque se había completado el aforo. Aunque lamentan no haber sabido antes que existía esta medida, ya que "habríamos sido más previsoras y hubiéramos venido más temprano".

"Es un sitio tranquilo, limpio y cómodo", destacó Félix Carrión, un turista madrileño que se acercó ayer junto a dos amigos a este charco. No es la primera vez que viene ya que, "solemos visitarlo todos los años porque uno de mis compañeros tiene casa en la Isla". Por eso, verano tras verano no renuncian a su cita con esta piscina natural.

Más gente que otros años

Sin embargo, a pesar de la limitación del número de personas en esta zona de baño, valora que este año "hemos notado que hay más gente", aunque señala que quizá sea por haber venido en pleno agosto "en vez de en julio como hemos hecho siempre".

Haber llegado temprano les valió a este grupo de amigos no tener que hacer cola para acceder al charco y para Carrión las medidas adoptadas "son necesarias", ya que se trata de un espacio limitado, en el que si no se cuidaran esos detalles "podría llegar a haber alguna aglomeración".

Seguridad

Las medidas motivadas por la Covid-19 han hecho realidad una demanda que los vecinos llevaban años reclamando, la puesta en funcionamiento de un servicio de socorrismo que controle el estado del mar y prevenga a los bañistas más arriesgados cuando la marea se vuelve traicionera.

David Yanes es uno de los tres socorristas contratados para vigilar no solo el acceso, sino también a los usuarios cuando se sumergen en el agua. Este profesional explica que el aforo es de 50 personas y que no todos los días se llena, aunque la afluencia es mayor los fines de semana y sobre todo cuando el sol consigue vencer a la panza de burro y calienta al municipio.

Una vez que bajan, los bañistas disponen de tres horas para disfrutar del baño y el sol, y mientras que algunos las aprovechan al máximo, sombrilla y nevera en mano, otros solo bajan para darse un chapuzón, refrescarse y volver a subir. Yanes destaca que sobre todo este verano están acudiendo gente de fuera del pueblo, aunque explica que los residentes "tienen prioridad para acceder al charco".

Paraíso natural

Nelson Hernández y Alberto Pérez eran de los pocos rambleros que ayer a mediodía se encontraban en el charco. Afirman que debido a la actual situación es necesario establecer esta limitación de aforo, aunque reconocen que puede haber ahuyentado a algunos residentes.

"Es un privilegio estar aquí, todo es natural", destacó Hernández, quien acude a menudo a disfrutar de esta piscina. Sin embargo, lamenta que no se le ponga un poco más de mimo. "La belleza ya la tenemos, ahora solo falta mantenerla", afirmó.

Pérez señaló que es necesario realizar algunos arreglos como en las escaleras y la rampa que dan acceso al charco, así como adecentar el suelo, ya que el salitre se ha ido comiendo el cemento que unía las piedras que conforman el pavimento de este lugar.

El aparcamiento también se ha convertido en un problema para los vecinos de las calles más cercanas, ya que a pesar de que se ha habilitado un parking en un terreno a pocos metros del charco, muy pocos son los visitantes que lo utilizan.

El Charco de La Laja es un tesoro escondido que poco a poco ha ido saliendo a la luz. Una piscina natural que, aun con las medidas de seguridad debido a la pandemia, se puede seguir disfrutando. Darse un chapuzón en él es una experiencia que pocos quieren perderse y que hace que merezca la pena el tiempo que ahora algunos deben esperar para poder meterse en el agua.