Con los guanches custodios de Pepe Abad como eternos visitantes de la plaza de la Basílica, así amanece cada día Candelaria. Un despertar que se prolonga durante 24 horas, y todos los días son lunes y solo se interrumpe para ir a Mercadona, a alguna de las farmacias o el centro de salud... Algunos de los que transitan por las calles de la Villa parece que en vez de mascarillas llevan vendas en los ojos, pues apenas saludan cuando se encuentran a otro vecino. Caminan rápido y de puntillas. Tal vez para pasar rápido o desapercibido. Desde los bares de la plaza hasta el Yacacuy está todo cerrado. Solo quedan las imágenes en el escaparate del bazar de Paco García Hidalgo para animar la calle. Ni el estanco de Purita, en una huérfana playa del Charquito que pregunta por Ana María Olivera, incondicional a la arena negra los 12 meses.

Los únicos visitantes fueron ayer los militares del Regimiento de Infantería Tenerife 49 y efectivos de zapadores del Ejército de Tierra, que volvieron a la Villa esta vez no para participar en una jura de bandera y en la procesión del 15 de agosto, sino para alistarse con los vecinos y plantar cara al Covid-19. A mitad de camino entre la Cueva de San Blas y la plaza, los vehículos del Regimiento Tenerife parecen simular el recorrido del trono de la mismísima Patrona de Canarias cuando procesiona. Ayer no estaban los dominicos, ni fieles, sino militares que, como explicó el sargento primero Cabrera, colaboran en las tareas de disuadir a los pocos peatones que se acercan hasta la Caixa...

Ayer estaba cerrado el mercadillo del agricultor -que abre miércoles y sábado-, y tampoco estaba abierto al público el Ayuntamiento. En la zona... solo la farmacia Barreda -que hasta ha incluido unas mamparas y entrega el medicamento en una especie de medio bombo de los que se utilizan en el sorteo de Navidad. O la Librería de Pilita, fundamental para cargar los bonos de la guagua, ahora que no se paga con dinero. Y cerca, el centro de salud, con zapadores del Ejército de Tierra planificando su ataque planta a planta para disuadir hasta el Covid-19, que tenían previsto también actuar en la residencia del padre Jesús Mendoza. Candelaria parece entre un plató de una película de ciencia ficción y un capítulo añadido al Apocalipsis. La gente solo se alonga a la calle cuando Villa Arriba y Villa Abajo se saludan, con bucios incluidos en el homenaje sanitario que recuerda cada tarde el Piti.