"Me he sentido desamparado y temo por mi salud": el testimonio de un tinerfeño trans afectado por la cancelación de consultas en el HUC

La última vez que Marco González acudió a su endocrina fue hace más de siete meses.

Su cita debía llegar en febrero pero la falta de especialistas le ha dejado en un limbo

Marco Mikhail González posa en el Parque García Sanabria, en Santa Cruz de Tenerife.

Marco Mikhail González posa en el Parque García Sanabria, en Santa Cruz de Tenerife. / Andrés Gutiérrez

Verónica Pavés

Verónica Pavés

El colectivo transgénero de la provincia de Santa Cruz de Tenerife siente un constante bloqueo en lo que se refiere a la asistencia sanitaria para poder llevar a cabo sus transiciones sin problema. 

Tras permanecer tres meses sin personal suficiente para atender la demanda, el Hospital Universitario de Canarias retomó este lunes las consultas de endocrinología de la Unidad de Acompañamiento a personas Trans (UAT) de la provincia de Santa Cruz de Tenerife tras contratar a una nueva profesional. Sin embargo, son muchas las personas que siguen esperando por la llamada que les permitirá retomar el seguimiento de su tratamiento hormonal y desde los colectivos afectados se alerta de que todo «tardará en volver a la normalidad». 

Marco Mikhail González lleva dos años en tratamiento hormonal. Casi una década después de percatarse de que el género que le asignaron al nacer no le correspondía, su cuerpo empieza a reflejar la imagen que corresponde a la identidad que le representa. Sin embargo, los últimos dos meses le han devuelto un miedo y una incertidumbre que creía haber superado. La falta de un endocrino en el Hospital Universitario de Canarias (HUC) le ha hurtado el control de sus niveles de testosterona, una situación que le ha hecho sentir «desamparado». 

«Mi última cita fue en julio, porque mis revisiones son cada seis meses», explica González. Pasados siete meses, este joven de 21 años sigue esperando la llamada del HUC que, pese haber incorporado una nueva endocrina, aún no ha reprogramado la consulta que debía haberse efectuado el 27 febrero.

«El mismo 26 de febrero me llamaron asegurando que no había facultativos para atender las consultas y que procurarían darme cita a la mayor brevedad posible», explica. 

Al cabo de un mes, Marco volvió al HUC. «En ese momento me confesaron que seguían sin tener facultativos para atender, que estábamos todos guardados en una nube y que nos llamarán a la mayor brevedad posible», rememora. 

«No entiendo cómo se puede tardar tanto en encontrar un profesional», confiesa. «Hemos visto muy poco interés por parte del hospital para cubrir esa plaza que quedó vacía. Trabajan cinco días a la semana, tienen tiempo suficiente para buscar personal cualificado para atendernos a todos; esta situación no se debe tomar a la ligera», insiste.  

Tratamiento con testosterona

Marco nunca ha tenido problemas con sus niveles de testosterona, pero bastaría un descuido para que la cosa se torciera. «Estoy inyectándome 1.000 miligramos cada seis meses, es la dosis más alta», insiste. Los hombres trans deben llevar un control riguroso de su tratamiento hormonal, y es que la testosterona que se eleva por encima de sus niveles óptimos pueden conllevar a un aumento de los glóbulos rojos que, si no se trata, puede ocasionar trombosis.

Y este es solo uno de los tantos efectos secundarios que puede ocasionar el tratamiento. «He tenido que leer yo por mi cuenta el prospecto y entre estos efectos se encuentra, por ejemplo, problemas para el hígado», rememora. A todo ello se suman los temores a sufrir alopecia, que en los últimos meses se han incrementado porque «solo un médico me puede recetar las pastillas para evitar la pérdida de pelo». «Estoy preocupado y esto me está afectando, es mi imagen», insiste. 

Pese a todo, Marco se siente, de alguna manera, afortunado pues su tratamiento empezó hace ya dos años, pero no puede dejar de pensar en aquellos que acaban de empezar la transición y se encuentran con un bloqueo de este calibre. «Con lo que cuesta llegar a este punto, esta situación solo incrementa los miedos y la incertidumbre», insiste. 

Ocho años en dar el paso

Lo sabe bien, pues en su caso tardó más de ocho años en poder dar el paso. A los diez años se percató de que había cosas que no encajaban en su vida. «Tenía una cierta envidia de los niños de mi colegio porque ellos llevaban pantalón y las niñas debíamos llevar falda; no entendía por qué», rememora.

Pero ese pensamiento no se consolidó hasta los 14 años cuando conoció a otro chico trans que le abrió las puertas hacia un mundo que, hasta el momento, ni siquiera había imaginado que existía. Así empezó un proceso que no fue nada fácil. Una situación por la que, de primeras, se sintió incomprendido pero, que a día de hoy ha reforzado su autoestima y sus ganas de disfrutar de cada paso de descubrimiento de sí mismo.