Las cumbres de Tenerife y La Palma recuperan la nieve hurtada por el calor

Por primera vez en 108 años se registran nevadas en el Teide solo en primavera y no en invierno

El hielo en las carreteras obliga a cerrar los accesos al Parque Nacional y al Observatorio del Roque de Los Muchachos

El Teide nevado esta mañana de sábado.

El Teide nevado esta mañana de sábado. / Carsten W. Lauritsen

Verónica Pavés

Verónica Pavés

Las cumbres de Tenerife y La Palma han recuperado la nieve hurtada por el inusual calor del invierno. Un periodo invernal marcado por el cambio climático y el fenómeno de El Niño donde las temperaturas se han situado 2,5 grados por encima de lo habitual. La borrasca o DANA que ha impactado de lleno en Canarias ya entrada la primavera, ha logrado lo que no han podido conseguido tres meses de invierno: teñir de blanco el Teide

Los primeros copos se depositaron sobre las cotas más altas de Tenerife durante la madrugada del viernes, lo que hizo que el Teide despertara vestido con el traje de gala que tanto ansiaban ver los tinerfeños. Una estampa que muchos creían ya utópica tras un invierno demasiado caluroso para lo que acostumbran las Islas. Y lo que en un principio fue una ligera capa de escarcha, durante la jornada de este sábado se ha convertido en una importante capa de nieve que ha obligado incluso a sacar las máquinas quitanieves para facilitar el tránsito de vehículos. 

La nieve regresa a las cumbres después de lo que la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ha calificado como un invierno "muy cálido". De hecho, el periodo que ha transcurrido entre el 1 de diciembre y el 29 de febrero ha sido el más cálido desde 1961. La temperatura media se ha situado en 17,7 grados, lo que supone 2,5 grados por encima de lo habitual. 

Pero no solo el calor ha marcado el inusual invierno que ha sufrido Canarias, también su carácter "muy seco". Entre las navidades y los carnavales apenas se registraron 36,6 litros por metro cuadrado, lo que supone apenas el 28% de lo que se esperaba para estos meses que, por otra parte, son los que suelen suponer un balón de oxígeno para la sequía en las Islas. En diciembre, llovió el 41% de lo que se estimaba, en enero el 13% y el febrero el 23% de las precipitaciones que se esperaban. La falta de lluvias y las temperaturas que apenas se situaron en valores bajo cero en la alta montaña, conllevaron a que fuera imposible ver de nuevo la nieve en las Islas.

Aunque, por su simbolismo implícito la expectación por volver a ver el Teide nevado era mayor, la realidad es que esta DANA ha dejado mucha más nieve en las cumbres de La Palma. Y es que en el Roque de Los Muchachos ha llovido más –y, por ende, nevado más– que en las cumbres de Tenerife. 

Según los datos proporcionados por la Aemet, las dos estaciones que se encuentran en el entorno del Parque Nacional del Teide (Izaña y Las Cañadas) han registrado un máximo de 5 litros por metro cuadrado. Mientras tanto, el Roque de los Muchachos se ha convertido en el lugar de Canarias con más precipitaciones acumuladas: 66,6 litros por metro cuadrado en todo el día. 

El cambio climático sigue su curso

Pese a que la nieve podrá mitigar, en parte, los impactos del cambio climático que están sufriendo los enclaves de alta montaña, la situación en el Parque Nacional del Teide sigue siendo crítica.

En los últimos años se ha constatado una reducción de la vegetación, así como un desplazamiento hacia la cumbre de algunas especies que, hasta ahora, se asentaban más abajo. No en vano, en las zonas de alta montaña hace más calor que antaño –se calcula que las temperaturas en el Teide han aumentado 1,5 grados centígrados– y la vegetación se mueve lentamente en busca de condiciones más similares a las que siempre ha tenido.

Este ascenso altitudinal es una de las consecuencias del cambio climático y, aunque permite la supervivencia a corto plazo de estas especies, a largo plazo tiene un problema primordial: la superficie disponible cada vez se va haciendo más pequeña.

El cambio climático también está afectando al matorral de retamas, que en los últimos 30 años ha desaparecido en casi el 30% de sus zonas de crecimiento habitual. El retamar ha retrocedido al menos un 1% cada año. Un ritmo que, de continuar, en 10 o 30 años supondrá "el colapso" de esta especie y, por tanto, del ecosistema. Los científicos creen que ocurrirá entre 2030 y 2080. La cobertura del retamar podrá rondar entonces los 400 metros cuadrados por hectárea. Un espacio tres veces menor que el que ocupa hoy en día.