Maestras y maestros de ayer

Chicha, la maestra de Barrio Nuevo

Abre su primera escuela en la calle Párroco García Pérez, La Laguna, en 1964

Chicha La Maestra, con sus primeros alumnos en 1964.

Chicha La Maestra, con sus primeros alumnos en 1964. / ED

Domingo J. Jorge

La semblanza que vamos a leer en este y el siguiente lunes llevará a muchos lectores a revivir parte de su pasado o el que le contaron sus padres o abuelos. Nos adentraremos en aquellas escuelas de barrio que excepto en el nombre coinciden en que lograron dar las simientes necesarias para que los jóvenes de esos años, del pasado siglo, pudiesen afrontar distintos caminos educativos en su futuro.

Así ocurrió especialmente en las primeras décadas del siglo XX y hasta muy avanzado su final. En algunos casos, existían tres instituciones relevantes en los barrios o pagos canarios: la iglesia y su plaza, la escuela y la venta o ventas. La escuela es la que nos interesa, pero muchas veces va unida a la vida que surge en las otras dos. En esta ocasión es la escuela de Chicha La Maestra, la de San Antonio de Padua, en Barrio Nuevo (La Laguna), la que nos describirá cómo era el ayer de esas maestras y maestros a los que tanto debemos.

Nacida en 1939 en La Laguna

La fuente oral, la maestra que viene hoy a esta página, es Antonia María Adrián Palmero, Chicha La Maestra. Nació el 3 de marzo de 1939 en San Cristóbal de La Laguna. Obtiene su título en La Laguna. «Estudió Magisterio en la Universidad. Su título está fechado en 1964 y aparece el lema de maestra de primera enseñanza», comenta su hija Fátima, quien también es docente. «Mi madre siempre nos habló de lo difícil que era estudiar cuando ella era pequeña. Había mucha disciplina en los colegios y no era fácil. En su caso, por ejemplo, ella fue la única de sus cuatro hermanos que logró estudios superiores. Recordaba incluso que se sentía culpable por poder estudiar y que los demás no lo pudiesen hacer». Sus reválidas y bachillerato los logró en el Instituto de Segunda Enseñanza de Canarias Cabrera Pinto. En estas mismas instalaciones comienza a prepararse para Magisterio. «Hizo tres años, según nos contaba, y luego ya estaba capacitada para ejercer la docencia. Sentía una gran pasión por la enseñanza».

Antonia Adrián Palmero, en su fotografía de diplomada en Magisterio (1964).

Antonia Adrián Palmero, en su fotografía de diplomada en Magisterio (1964). / Domingo J. Jorge

Ese amor por dar a otros lo que ella sabe llevó a Chicha hasta su gran sueño: su propia escuela. «Muy jovencita, con unos 25 años, en torno a 1964, comenzó a dar clases en un salón con el que contaba en casa de su madre. Ese salón daba a la calle Párroco García Pérez de Barrio Nuevo, justo enfrente de la iglesia», nos señala su hija Fátima. «Sólo contaba con ese salón y un aula pequeña, en el que tenía separado al alumnado más adelantado que iba a preparar el ingreso. Estos chicos eran de ocho o nueve años, estaban en 4º de Primaria».

La formación que ofrecía doña Chicha en su escuela era mixta. «En el otro salón se daba clase al resto y era doblemente mixta, mixta de género y de edades», aclara Fátima. «Barrio Nuevo, en el que nosotros vivíamos con mi madre y el resto de mi familia, es un núcleo urbano que surge con gente trabajadora. Este tipo de familias eran las que enviaban a la escuela de Chicha a sus hijos. El alumnado venía todo de esta zona, de Barrio Nuevo así como de La Verdellada y El Timple. De más lejos no era habitual. Las calles estaban sin asfaltar; eran casi caminos», aclara.

Más de 30 alumnos

El nombre que Chicha le pone a su centro, desde el principio, fue el de San Antonio de Padua. «Nunca supimos claramente por qué mi madre le puso ese nombre a su escuela, pero lo hemos relacionado siempre con que ella se llama Antonia, realmente, y por eso habrá elegido a San Antonio de Padua», explica. «En esa primera escuela llega a tener ya en el primer curso a unos 30 alumnos matriculados. Por eso tuvo que contar con otra compañera para que la ayudara en las clases. Sin embargo, casi siempre estuvo sola en esa primera etapa de la historia de su colegio».

También se enseñó inglés en este colegio desde aquellas décadas de los sesenta o setenta. «Además de la maestra de apoyo con la que tuvo que contar en algunas ocasiones, cuando se trasladaron a la segunda ubicación del centro, en la Calle Viña Nava, también la apoyó Mayco, el actual director y fundador del colegio Mayco de La Laguna, que se encargaba de dar inglés».

La Ley del 70

Al igual que le sucedió al resto de la comunidad educativa en Canarias y España, el San Antonio de Padua y Chicha tienen que adaptarse a los nuevos tiempos. Llega la Ley de Educación de 1970. «Con la llegada de la Ley del 70 mi madre se ve obligada a adaptarse a los tiempos y tiene que elegir en especializarse. De esta forma tiene que decidirse entre dedicar su centro a alumnado de Infantil o Primaria. Ella toma la decisión de alumnado de Infantil, porque era una edad más acorde con la preparación con la que contaba», anota. «Allí, en la calle Viña Nava, comenzó en 1975 y estuvo trabajando hasta 1997 con alumnos de Infantil. Eran niños de tres a seis años, previo a 1º de Primaria. Cuando los centros públicos de alrededor empezaron a abrir unidades de tres a seis años, el alumnado de mi madre comenzó a disminuir. En ese momento, inicia también la matrícula de niños más pequeños –de un año y medio, dos o tres, de guardería– porque era la única manera de poder seguir acogiendo alumnos a los que enseñar», recuerda.

Esta nueva etapa no atraía tanto a Antonia María Adrián Palmero. «Estas edades no atraían tanto a mi madre. Por eso, en 1997 tomó la decisión de apuntarse a las listas de la escuela pública. En unos pocos meses la llamaron para tomar posesión de una plaza e incorporarse», aclara la hija. «Así y todo, no cerró la escuela, porque la más pequeña de mis hermanas, Alicia, acababa de terminar la carrera de Magisterio y ocupó el puesto de mi madre, siguiendo allí un año más, dando clases en el Colegio San Antonio de Padua, el mismo que había fundado nuestra madre».

Son las escuelas de barrio, de los barrios que siempre han puesto una escuela en su paisaje urbanístico. No es baladí que deba existir una escuela en un barrio, porque de ella ha dependido siempre la educación de las generaciones y generaciones que han crecido allí. Eso es lo que animó desde un principio a Chicha La Maestra para crear su colegio San Antonio de Padua. El próximo lunes seguiremos relatando historias sobre su escuela en la página Maestras y maestros de ayer.

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