La Cruz Roja más verde
El Día de la Banderita hace un guiño a los problemas climáticos con el lema ‘El Medio Ambiente también cuenta’
Carmen acaba de colocar una silla, cuida con esmero el orden de la mesa y espera las primeras monedas. Luego, introduce sus hombros en los huecos de un chaleco de color rojo que tiene una enorme cruz blanca incrustada en la espalda. Sabe que el día será largo, pero trae una bonita recompensa.
Tiene casi tantos años como el asesinato de José Canalejas, presidente del Consejo de Ministros y líder del Partido Liberal, a manos de un anarquista en las inmediaciones de la Puerta del Sol madrileña. Sucedió el 12 de noviembre de 1912 y entonces ya existía alguna referencia periodística de la Fiesta de la Banderita, aunque cobró mayor protagonismo en los años de la posguerra. El director Rafael J. Savia, incluso, tiró de esta cuestación popular para dar forma a una película que es un clásico del cine nacional: Las chicas de la Cruz Roja. Luz Márquez, Concha Velasco, Mabel Karr y Marion encabezaron el reparto de una producción a la que puso música el maestro Augusto Algueró.
Las huchas ya no son de lata como en 1958 –en el filme aparecen otros iconos del cine patrio como Arturo Fernández, Antonio Casal, José Calvo o Tony Leblanc–, pero la esencia continúa siendo la misma. Las alcancías aguardan desde primeras horas de la mañana la llegada de unas monedas que han crecido fuera de nuestras fronteras –los euros hace tiempo que desterraron a las pesetas– y que se convertirán en una milagrosa lluvia otoñal para apoyar proyectos, que en la edición de este año vienen envueltos con el lema El Medio Ambiente también cuenta.
Generosidad sin límites
Es difícil calcular el número de voluntarios que van a participar en la jornada. Y es que el carácter vocacional de estos socios provoca que sus movimientos sean tan irregulares como las olas de una pleamar. «Yo he venido temprano», dice Carmen «pero hay compañeros que vendrán a media mañana, tras dejar a los nietos en el colegio o en cuanto hagan la compra». Ahí está la clave, en la generosidad de saber estar cuando nadie se lo espera. Sin anunciar la llegada y con la certeza de que el de hoy [por ayer] es una de las jornadas más bonitas que pueden vivir los que conforman la gran familia de la Cruz Roja. «El día será largo, pero estas horas tiene muchas recompensas y, sobre todo, van a servir de mucha ayuda», replica una afiliada de largo recorrido: «Ya llevo casi 12 años, pero hay compañeros que doblan esa cifra o la triplican», subraya.
Todas las ayudas son bienvenidas y, en ocasiones, aparece el paseante que vacía toda la «chatarra» que lleva en sus bolsillos. En unos segundos sacia sus ganas de cháchara y se quita un peso de encima. Otros colaboradores, como es el caso del Parlamento de Canarias, aparecen en la cita delegando su representación en Astrid Pérez, presidenta de la Cámara Regional, y con un alargado sobre de color crema. A primera vista da la impresión de que el ingreso ha sido generoso. «Nos gustaría que la solidaridad de los ciudadanos esté presente durante toda la jornada con una gran recaudación que haga posible la continuidad de los proyectos que apoya Cruz Roja», reclama la popular cuando la jornada aún estaba a medio gas. La mañana acompaña. Hace sol, pero sin el calor de la pasada semana: es un jueves otoñal y en las proximidades de la mesa de recaudación se percibe buen rollo.
«Es una fecha importante, si no la que más para poder captar unos fondos que ayuden a apoyar proyectos que no cuentan con financiación o no reciben el cien por cien de lo que cuestan sacarlos adelante», avanza Heliodoro González, presidente provincial de Cruz Roja, minutos antes de iniciar su recorrido por los puntos en los que ya trabaja su gente. «Este año estamos un poquito más verdes [ríe], pero nuestra sensibilidad por lo que ocurre en el medio que nos rodea es una vieja tarea».
En total se han repartido seis decenas de huchas por todo el Archipiélago, unas 19 en la capital tinerfeña y, además, permanece activo un Bizum solidario (03165) que posibilita que los que se quieren apuntar a la causa no tengan que salir de sus casas para regalar una «semilla económica» que este año, más que nunca, quiere fortalecer sus raíces en la lucha contra el cambio climático, la protección de biodiversidad, la promoción de un uso sostenible de los recursos naturales, el fomento de una educación medioambiental y una pelea difícil de lidiar contra la pobreza energética. El Día de la Banderita es así de mágico. Una moneda [o billete], una pegatina minúscula y unas sonrisas cómplices, un tres en uno que ayer se convirtió en una oleada de buenos propósitos canalizados a través de Cruz Roja: esos chalecos rojos que siempre son una ayuda.
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