Sin residuos

Un mes sin generar basura: la gesta que una chica 'impuso' a su familia para un trabajo escolar

La hazaña, explica la alumna, ha implicado más esfuerzo, organización y dinero

Judit Borralleras, con su madre, este martes, en Prats del Lluçanès.

Judit Borralleras, con su madre, este martes, en Prats del Lluçanès. / ORIOL CLAVERA

Guillem Costa

¿Qué puede pesar exactamente 802 gramos? Pues por ejemplo una bolsa de basura medio vacía cos 'briks' de leche, cuatro tapas de plástico, dos latas de atún y una de maíz. Estos son exactamente los únicos residuos que generó durante un mes la familia de Judit Borralleras, una estudiante de 18 años que propuso a sus padres y a su hermana un estimulante reto que además le sirvió como trabajo de investigación durante el bachillerato.

Todo empezó con una duda sobre la que llevaban tiempo rumiando: ¿es posible vivir sin producir residuos durante un mes? Borralleras aprovechó la excusa del trabajo para animar a los suyos a probarlo. Y su primera respuesta a la gran pregunta son estos irrisorios 802 gramos, un hito que ha logrado después de "someter" a su familia a unas normas estrictas. La hazaña, por cierto, ha supuesto más esfuerzo, más organización y también más dinero.

"Las tiendas que venden productos sin residuos no ha sido fáciles de encontrar"

Como el objetivo era realizar un trabajo científico para el instituto, había que planificar muy bien por dónde empezar. "Primero revisé todas las compras que habíamos hecho durante el mes anterior para saber cuánto gastábamos y exactamente qué comprabamos", cuenta Borralleras en conversación con EL PERIÓDICO, del grupo Prensa Ibérica.

Un mes sin generar basura: la gesta que una chica 'impuso' a su familia para un trabajo escolar.

Un mes sin generar basura: la gesta que una chica 'impuso' a su familia para un trabajo escolar.

"Busqué tiendas de mi pueblo, Prats de Lluçanès, y también de los alrededores, que permitieran comprar alimentos (yogur, pasta, legumbres) o productos (jabón, pasta de dientes) a granel o que ofrecieran la posibilidad de devolver los envases de cristal", explica la estudiante. Algunos de estos establecimientos no fueron fáciles de encontrar. Después, impuso el uso de papel higiénico que fuese orgánico y también sugirió a su hermana y a su madre que se pasaran a la copa menstrual y dejaran atrás tampones y compresas.

Tiendas prohibidas

Con esto hecho, diseñó una guía imprescindible que "podría servir para toda la gente del pueblo". Enumeró los supermercados y las tiendas en las que sí podrían comprar sin necesidad de generar residuos y escribió una lista con rutinas y hábitos recomendados. Luego, la familia adquirió un arsenal de tápers y recipientes varios. Ya estaban listos para empezar. "Tuvimos que salir de la comarca para conseguir todos los productos que queríamos e ir a buscar cada cosa en una tienda distinta", recuerda Borralleras.

Judit Borralleras y su madre Rosa Colomer, con garrafas de agua de vidrio.

Judit Borralleras y su madre Rosa Colomer, con garrafas de agua de vidrio. / ORIOL CLAVERA

"Al principio no es fácil. Realmente todo está pensado para generar un montón de residuos", afirma Rosa Colomer, madre y cómplice de la instigadora. Uno de los problemas fue el agua: "En Prats, algunos no bebemos del grifo porque hay purines y no tenemos confianza plena en su calidad. Lo que hicimos fue comprar garrafas de vidrio. Esto fue algo engorroso porque pesan mucho y cargábamos ocho garrafas en cada viaje". "Además, no siempre tenían 'stock' en la tienda", añade Colomer.

Por lo demás, se las apañaron bastante bien: "Solo tienes que pensar en llevar los tápers y saber dónde comprar. Y tiene ventajas: cuando llegas a casa todo es más sencillo. Metes el recipiente directamente en la nevera y te olvidas del típico proceso de desempaquetar". Hubo un par de excepciones, admite Borralleras: "La leche, porque soy intolerante a la lactosa y es imposible de encontrar leche sin lactosa a granel, y las conservas. Sucumbimos y compramos maíz y atún, que solo se venden en latas".

Sin magdalenas

La buena predisposición de toda la familia facilitó la tarea: "Nos motivaba intentarlo, pero cuando llegó la hora de la verdad nos dimos cuenta de que tendríamos alguna dificultad, por muy bien organizado que estuviera el plan". "Es impresionante darte cuenta de que existen productos casi imposibles de consumir sin residuo", critica la madre. La que peor lo llevó fue la hermana de la protagonista. "Se quedó sin algunos caprichos porque tuvimos que eliminar alguna bollería y algunas galletas, que a granel son carísimas y difíciles de comprar".

La joven Judit Borralleras (18 años) y su familia (a las fotos, con su madre Rosa Colomer) han puesto en práctica la reducción de residuos en casa a raíz del trabajo de final de curso en el que trabajó.

La joven Judit Borralleras (18 años) y su familia (a las fotos, con su madre Rosa Colomer) han puesto en práctica la reducción de residuos en casa a raíz del trabajo de final de curso en el que trabajó. / ORIOL CLAVERA

El relato de madre e hija deja claro que, para no generar residuos, se requiere tiempo y dinero: "Si siempre vas con prisas es complicado. Necesitas tiempo para organizarte y pensar cuántos tápers necesitas hoy. No puedes estar en la calle y comprar algo de forma improvisada. También es más lento el proceso de ir llenando los recipientes una vez estás en el comercio".

100 euros más al mes

En cuanto al dinero, la familia Borralleras Colomer se gastó casi 100 euros más de lo habitual al mes. Aun así, el trabajo de investigación constata que si todo lo compras orgánico, cuesta más o menos lo mismo llevártelo a granel que con envase. "Pero valió la pena", dejan claro. Pasaron de generar unos 23 kilos al mes a menos de uno.

¿Y que queda, hoy, del experimento? "Lo de las garrafas de vidrio lo hemos abandonado, pero hemos mantenido la mayoría de costumbres", afirma Colomer. Su nevera demuestra que no miente: los yogures envasados en vidrio comparten espacio con una botella de vino a granel y una decena de tápers. Es cierto que hay un par de latas de cerveza: "No lo hacemos todo a la perfección, pero hemos mejorado. Y eso que ya generabamos poco".

"Necesitas tiempo para organizarte y pensar cuántos tápers necesitas hoy. No puedes estar en la calle y comprar algo de forma improvisada"

Su trabajo ha dejado huella en Prats de Lluçanès. En su carnicería de confianza ya saben en qué táper va cada embutido. "En el rosa, el cerdito (el jamón dulce); en el naranja, el pavo", bromea Colomer. Además, en una de las tiendas del pueblo, tras el experimento de Borralleras, colgaron un cartel recomendando que todo el mundo llevara sus tápers y bolsas.

Judit Borralleras junto a su madre, Rosa Colomer, tras haber cambiado sus hábitos de separación de residuos.

Judit Borralleras junto a su madre, Rosa Colomer, tras haber cambiado sus hábitos de separación de residuos. / ORIOL CLAVERA

Ahora Borralleras estudiará Medicina en Girona. Compartirá piso y reconoce que todavía no ha pensado cómo mantener vivo el reto. Pero su madre la anima a seguir. "Seguro que lo haréis bien, una de tus compañeras ha hecho un trabajo sobre la reutilización de los tejidos", le recuerda. La estudiante asiente y sonríe. De momento, ya ha cambiado el día a día de su familia y de parte del pueblo.

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