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CRISIS DEL CORONAVIRUS

El virus que ensombrece la pubertad

Expertos en salud mental y pediatras creen que los adolescentes son el grupo

más dañado por la pandemia | El covid rompió el proceso de socialización

Los parques infantiles completamente vacíos fueron una de las imágenes más impactantes durante el confinamiento de marzo de 2020. José Carlos Guerra

Los adolescentes se confirman como el grupo más damnificado por el confinamiento y los dos años de pandemia, «porque a ellos se les anuló el momento en el que más necesitaban relacionarse, independizarse, definirse como personas y buscar, con sus iguales, el agente socializador que les facilite el aprendizaje», explica Isabel Santana, vocal del área de Psicología Educativa del Colegio de Médicos de Las Palmas.

«El pronóstico no es bueno de cara al futuro», asegura, «porque este proceso de desestructuración que sufren los adolescentes no siempre es entendido por los padres». «También en el colegio», añade, «faltan psicólogos que estén atentos a esta patología y que puedan hacer intervenciones de reorientación de ciertos hábitos y que ayuden a este colectivo a superar el miedo que les provoca volver a la calle, al instituto y enfrentarse con un entorno que les resulta completamente hostil».

«El deterioro físico y mental se retroalimenta», señala Isabel Santana, «y no es fácil poner en marcha soluciones a corto plazo porque es nuestra primera vez en casos de pandemia y no sabemos muy bien cómo movernos». Concretamente, en el ámbito educativo, el cambio de etapa, de Educación Secundaria a Bachillerato, «cuando a mitad de curso te obligan a confinarte y te dan medio curso online, el sufrimiento y la ansiedad de estos adolescentes es mucho mayor».

En el momento actual, «lo que se está haciendo en los centros es luchar para que todos los alumnos vuelvan e ir al ritmo que ellos puedan ir, sin presiones y siempre intentando contar con la colaboración de los padres».

Los pediatras critican el abandono del seguimiento a los pacientes crónicos durante la pandemia

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«El trabajo también está», añade la psicóloga, «en que los padres entiendan que sus hijos están muy afectados por esta situación. Cuando se habla de una guerra, por ejemplo, los niños y adolescentes adoptan conductas de supervivencia, pero con la pandemia, todo es mucho menos conocido porque no hay antecedentes de un fenómeno parecido».

Sin embargo, a Isabel Santana no le gustan las etiquetas, como la recién acuñada «niños fantasma» (ghost child), que se refiere a menores que estuvieron confinados o aislados mucho tiempo y ahora temen ir al colegio o relacionarse con otras personas. «Hablar de niños fantasmas o cosas parecidas a mi no me parece adecuado porque cada niño y adolescente tiene sus circunstancias de vida, su familia y sus condiciones de más o menos vulnerabilidad, lo que hace que el cuidado que necesite es muy distinto».

En este sentido, la psiquiatra Sabrina González suscribe que los adolescentes son los más afectados por el confinamiento y el covid-19, «porque los más pequeños no lo han vivido de una forma tan aguda, son más fáciles de entretener y su nivel de gravedad en la afectación a su salud física y mental mucho menor».

Los amigos y el contacto social fueron los pilares que perdieron los adolescentes por la pandemia. | | EFE

«El enclaustramiento y esta enfermedad ha mostrado su cara más hostil hacia los adolescentes porque ha cortado la socialización, que es el factor central en esta etapa de la vida. Si estos casos, además, se dan en jóvenes con vulnerabilidad previa, el parón todavía ha sido más dramático», argumenta González.

En opinión de la psiquiatra, «toda la sociedad tiene que poner su granito de arena», pues «este problema no se soluciona sólo con más medios, más recursos públicos, sino con la atención sobre este colectivo desde muchos frentes». Uno muy importante es, a su juicio, nuestro propio comportamiento como sociedad, las cosas que colgamos en redes, nuestro ejemplo a la hora de resolver conflictos o nuestros valores. «Los adolescentes copian lo que ven y, por tanto, debemos ser muy responsables con lo que hacemos y decimos», apunta.

Otro de los factores de enorme peso para todos los profesionales al cuidado de los adolescentes, pasa por el impacto y la apertura cada día mayor de la brecha digital. «Los entornos familiares con mayores recursos han podido conectar a sus hijos con buenos ordenadores, pagar la conexión Wifi, alimentarlos bien o entretenerlos con otros elementos», añade González, mientras que «los que ya partían de una situación mala, la pandemia sólo ha hecho perjudicarlos todavía más y acrecentar el sufrimiento».

Para esta profesional de la salud mental, «los afectados en esta franja de edad se dividen en pacientes conocidos: aquellos niños y adolescentes que ya estábamos tratando por alguna patología y que, dos años después están bastante graves; los que ya sufrían una situación de mucha vulnerabilidad y que durante el confinamiento y después han debutado con alguna patología y, finalmente, la mayoría, a los que se les ha notado factor de malestar pero que no están enfermos».

Los factores físicos

Asimismo, los pediatras encargados más de la parte física que de la emocional, como el Doctor Francisco Machado, defienden que todavía «no hemos visto exactamente lo que pasará en nuestros jóvenes a causa de esta pandemia, porque es un poco pronto para hacer un balance y sacar conclusiones». Pero coincide con el Doctor Luis Ortigosa en que «el abandono que han sufrido aquellos niños y jóvenes con enfermedades crónicas que han visto como se interrumpía su seguimiento se vieron muy perjudicados». Casos como «la diabetes, el síndrome de Asperger o cualquier otra dolencia, o la gravísima tendencia que hay en Canarias de obesidad y sobrepeso en los niños, se han agravado en estos dos últimos años». «Si unes el binomio de menos ejercicio físico y un estilo de vida poco saludable, ya tienes el cóctel explosivo», añade Ortigosa.

«El dolor de barriga se ha convertido en el malestar sin razones de niños y adolescentes»

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«En mi consulta llegan muchos padres que traen a un niño entre diez y doce años con dolor de barriga», cuenta el pediatra, «y después de pruebas y análisis tienes que llevarte aparte a los padres y explicarles que su hija o hijo no tiene nada físico, sino que el malestar que siente está en su cabecita, en la gestión de sus sentimientos y que eso solo se puede curar con mucha atención y cariño».

Para Francisco Machado, «la atención a los niños pequeños es mucho más sencilla, ellos mejoran antes, pasan por un cuadro vírico normal y salvo que tengan una patología muy concreta, superan pronto esta enfermedad pandémica. Los mayores ya son bastante más complicados». «El confinamiento ha tenido secuelas muy importantes en los adolescentes y necesitan un apoyo muy constante y una familia muy implicada para que puedan superar trastornos como la depresión y la ansiedad», concluye Ortigosa.

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