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Marie Curie, primera mujer en la Academia de Medicina de Francia

Ingresó hace cien años en la institución, después de ser también la pionera en el doctorado de Ciencias por la Sorbona, y lograr dos Premios Nobel

Conferencia Solvay de 1930, con participación del lanzaroteño Blas Cabrera (tercero por la derecha en la primera fila), M. Curie y Einstein, ambos también en la imagen. | LA PROVINCIA/DLP

En febrero de 1922, hace exactamente cien años, la Academia de Medicina de Francia recibía como académica a una mujer. Era la primera que lo conseguía y sería la única hasta 1946. Marie (o Marya) Curie-Skłodowska ya había sido la primera mujer en conseguir un doctorado en Ciencias en la Sorbona (1903), la primera mujer en obtener un Premio Nobel (1903). Y en ser catedrática (professeur titulaire) en la universidad de París (1910). Y la primera persona, hombre o mujer, en conseguir un segundo Premio Nobel (1911). Fue la única mujer durante años participante en la prestigiosa Conferencia Solvay. Einstein y Marie Curie propusieron al físico canario Blas Cabrera Felipe para que formara parte de esta reunión de sabios. Y sería la primera en muchas más cosas demostrando al mundo que las mujeres estaban tan o más dotadas que los varones para la investigación científica.

Nacida en Polonia en 1876, llega a París en 1891 para licenciarse en Física, cosa que no podía hacer por su condición de mujer en las universidades de su país de origen. Solo dos años más tarde, 1893, consigue esa licenciatura y un año después también la de Matemáticas. En ambos casos con honores.

A continuación decide doctorarse (mientras tanto se había casado con el físico Pierre Curie) para lo que estudia un fenómeno nuevo descubierto por Becquerel. Hagamos un poco de historia: el físico alemán Wilhelm Röntgen en 1895, descubrió la producción de los llamados rayos X (el nombre se debió a que su origen era una incógnita) en los tubos de rayos catódicos. Becquerel relaciona esa propiedad con los cuerpos fosforescentes y estudia un tipo de sales de uranio que tenían esa propiedad lumínica descubriendo que emitían una «energía» con la capacidad de atravesar cuerpos opacos. Llega a la conclusión que es el uranio el elemento que tiene esa cualidad.

Más o menos en ese punto Marie Curie comienza a investigar para su tesis este fenómeno. Descubre que la intensidad de la radiación (aún no se usaba ese nombre) es una propiedad atómica. Busca otros elementos que se comportasen igual y encuentra que el torio emite también radiación espontáneamente. Se dedica a estudiar minerales compuestos de uranio o torio y se da cuenta de que su radiactividad es mayor que la correspondiente a la cantidad de uranio que contienen. Tiene que haber un elemento químico desconocido responsable y tratando la pechblenda y la calcolita descubre no uno, sino dos elementos nuevos. Son el polonio y el radio. En julio de 1898 escriben una comunicación a la Academia de Ciencias de Francia dando cuenta de su hallazgo: «creemos que la sustancia que hemos sacado... contiene un metal no conocido aún, vecino del bismuto por sus propiedades analíticas. Si la existencia de este metal se confirma, nos proponemos denominarle polonio, por el nombre del país de origen de uno de nosotros». En diciembre localizan el radio. El nombre es por que presenta mayor radiactividad que los anteriores.

En 1902 ya había obtenido el peso atómico de ambos y los habían colocado en la tabla periódica de Mendeléyev. Es ahora cuando Marie Curie da el nombre de «radiactividad» a esta «energía» y a los cuerpos poseedores de esa «radiación» los denomina radioelementos.

Con estos resultados lee su tesis doctoral en la Sorbona y ese mismo año recibe junto con Becquerel, como descubridor de la radioactividad, y su marido, que había trabajado con ella en la identificación del polonio y el radio, el Premio Nobel.

Desde el principio, en 1900, se empezaron a estudiar los efectos biológicos y sobre la salud humana de la radioactividad. Pronto se dieron cuenta de los peligros de su uso sin control, y le encontraron algunas aplicaciones médicas sobre todo, pero no exclusivamente, en el tratamiento del cáncer. Como es sabido la radioterapia, o braquiterapia o curieterapia como se llamó en Francia, evolucionó luego a la cobaltoterapia y los aceleradores médicos actuales.

Marie Curie dirigió desde 1914 el Instituto del Radio que se convertiría en una de las instituciones de investigación de la radiactividad más importantes en todo el mundo, y en 1920 la primera clínica dedicada a radioterapia. Esta consistía en diversas formas de exposición a cantidades minúsculas de radio, por «inhalación» de su radiación, ingestión de líquido irradiado, baños de «solución de radio», o a veces por inyección. La radioterapia estaba siendo explorada como tratamiento para una gran variedad de enfermedades, sobre todo para el cáncer, la artritis y ciertas enfermedades mentales. Estos tratamientos estaban en una fase temprana de su desarrollo, y no se vieron favorecidos por las exageraciones de la prensa del tipo: «¡Descubierta la cura del cáncer!».

En los años veinte el radio creció de tal modo en la imaginación popular que pronto se le consideró una panacea, cura milagrosa de todos los males (tomado de Strathern, Paul. Curie y la radiactividad). Estas actividades fueron fundamentales para su ingreso en la Academia de Medicina a la que nos referimos al comienzo.

Durante la Gran Guerra se volcó en ayudar a Francia, y así también a Polonia, creando una empresa de aparatos de rayos X transportables, unos veinte camiones llamados «los Petit Curie» —ella llegó a conducir alguno— que se pudieran desplazar por el frente, también capacitando a más de ciento cincuenta enfermeras y habilitando otras doscientas salas de radiología para atender a los soldados heridos. Se ha llegado a decir que sus acciones pudieron ayudar a cerca de un millón de hombres ya que proporcionaron a los médicos militares un instrumento poderosísimo para mejorar la atención en la primera línea del frente.

No todo le salió bien a Marie Curie. Además de vivir muy joven el fallecimiento de su esposo, sufrió ataques de la prensa por sus relaciones con Paul Langevin. En el plano científico vio su candidatura a la Academia de Ciencias de Francia rechazada en 1910 (ya era Premio Nobel), muy probablemente por su condición de mujer. Su segundo Premio Nobel, esta vez en Química, concedido en 1911, fue muy criticado en los medios científicos que lo consideraron «excesivo». Por otra parte, tuvo muy mala salud debido a su manejo casi diario de materiales radioactivos y de rayos X. No obstante, el mundo entero acabó por reconocerle su trabajo y capacidad. Así, por ejemplo, en 1935, después de su muerte, Albert Einstein publicó un memorial en recuerdo de ella en el que le atribuía el descubrimiento de los dos elementos químicos nuevos sólo por su intuición y tenacidad bajo las más adversas condiciones imaginables. Concluía que de todas las personas famosas era la única a quien la fama no había corrompido (tomado de Ogilvie: Marie Curie. Una Biografía).

Marie Curie es hoy un icono para la ciencia entendida como labor humana hecha desde la capacidad pero también de la perseverancia. Y hay que añadir su papel como pionera y ejemplo entre las mujeres que quieren jugar un papel en el mundo.

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