Marcela Rodríguez, un icono de la capital tinerfeña por su implicación en la defensa de la igualdad sexual, no había caído en la cuenta del texto de la primera de las dos placas que se inauguraron ayer en Santa Cruz de Tenerife aprovechando el día del orgullo LGTBIQ+ y, sobretodo, para hacer justifica en reconocer el esfuerzo, la implicación y el orgullo que profesa la capital chicharrera por cuantos han entregado su vida durante décadas hasta hacer posible el respeto a todas las personas.

«Durante la dictadura franquista y los primeros años de la Transición, el puente Serrador fue un lugar de sociabilidad, encuentros sexuales y represión de las identidades de género disidentes conocidas en la época como travestis y transexuales, mayoritariamente mujeres. Aquí se reunían y hacían su vida estas personas, que huían de la persecución policial que sufrían por su heterodoxia identitaria.

Durante esas épocas, el puente fue un espacio de confluencia y relaciones sociales entre mujeres transexuales, travestis y hombres homosexuales fundamentalmente de los sectores populares, donde también recibieron de manera habitual agresiones de diverso tipo.

Desde este puente se organizaron aquellas que protagonizaron el primer acto reivindicativo en el parque García Sanabria en el año 1978, en busca del reconocimiento de sus derechos y la derogación de la Ley de Peligrosidad Social.

Al estar junto al desaparecido barrio de El Cabo, el puente era un espacio transitado por personas sexualmente disidentes de sectores populares. También presenció, por atravesar el Barranco de Santos y su clandestinidad, agresiones de diverso tipo a esta población como acto».

Ese es el texto incluido en la placa instalada a la entrada del Puente Serrador, en la parte más próxima a la rotonda del mercado que acogió el primero de los dos actos celebrados ayer en Santa Cruz para rendir tributo al colectivo LGTBIQ+, precisamente en el mismo enclave donde en la década de los años setenta venían algunos vecinos de barrios de la periferia de apedrear a quienes ejercían la prostitución o por lo que ahora se denomina disidencia sexual. Atrás quedaron las piedras donde hoy se levanta una peana que rinde tributo a su entrega y constancia por la igualdad de género.

Las desaparecidas ciudadelas donde hoy se levanta el TEA fueron testigos de algunos de los episodios narrados en primera persona por Marcela Rodríguez. «Aquí nos apedrearon y nos pegaron por ser maricones, una palabra que se debería abolir del vocabulario y que todavía hoy se usa de forma despectiva cuando uno quiere descalificar a otros».

«Pasamos una vida jodida en este sitio; donde incluso apuñalaron a mi amiga Lulú», recordaba Marcela Rodríguez, para emplazar a la juventud actual a «abrir la carretera al mundo homosexual para que juntos podamos llevar la bandera arcoíris». Dentro de la espontaneidad que la caracteriza, Marcela recriminó la actitud de «la gente de doble moral», a la que responsabilizó de que se estanque el camino para conseguir la igualdad de género, poniéndose especial énfasis en las familias, para que se avance «en la tolerancia y que el mundo sea más abierto».

Fueron las primeras palabras que pronunció Marcela Rodríguez, después de que el alcalde le confiara a ella el único protagonismo del acto, Pero hasta ese momento no se había percatado de la placa que rendía tributo al colectivo, por lo que, al finalizar las declaraciones del alcalde, el director general de Igualdad del Gobierno canario y la concejala de Igualdad, pidió de nuevo la palabra, emocionada, «porque no había visto esta placa y es un detalle del alcalde Bermúdez que me emociona y viene a hacer justicia y se lo quiero agradecer».

Una placa que se levanta precisamente «donde las mujeres de la vida fueron perseguidas por bandas que venían a apedrearlas. «Yo misma, de un mes, pasé 25 o 26 en Comisaría, porque solo nos podían tener retenidas 72 horas por ser ‘sospechas’. Y volvía a salir a la calle, y me volvían a detener por lo mismo. Me comí meses y años en los calabozos». «Es cierto que ya no está igual el tema de la homofobia, pero hay que seguir en la defensa».

Años después las experiencias vividas en la década de los setenta, Marcela reconoce que se en la actualidad toma medicación por la ansiedad que le provocan los recuerdos de aquella época. Ya fuera del acto oficial, en un corrillo, Marcela recordaba junto a otras contemporáneas cuando «nos llevaban a Las Teresitas y nos obligaron, y luego nos dejaron botadas al final de la playa». «Recuerdo la noche que coincidió con la elección de un papa; una amiga dijo: ‘habemus papa’, y la Policía nos obligó en comisaría a limpiar los orines con nuestras faldas».

«Aquí venían y los detenían cuando les daba la gana; la Policía no nos podía imputar delitos, sino que nos retenía por sospechas»; «en una ocasión hasta nos llevaron detenidas por injurias al rey... ¡fíjate tú!». Marcela mira atrás y recuerda a cuantas amigas se vieron a ejercer la prostitución, porque era la única forma de salir adelante; «nosotras no conseguíamos trabajo, como mucho nos querían para limpiar». Y de nuevo, en su testimonio, el recuero y el homenaje a quienes fueron maltratadas y apuñaladas, como le ocurrió a ella misma, que afirma tener una herida en la que le dieron 20 puntos. «De no haberla esquivado, hoy no estaría viva».

Del Serrador, al García Sanabria

Una hora después de descubrirse la plaza del Puente Serrador, la Concejalía de Igualdad del Ayuntamiento de Santa Cruz hizo lo propio en el Parque García Sanabria, espacio de socialización de los disidentes sexuales, como lo definió el profesor universitario José Antonio Arteaga, uno de los referentes también del barrio El Toscal, por su compromiso demostrado en la defensa de la desaparecida Ciudad Juvenil y los valores de este enclave de Santa Cruz de Tenerife. Arteaga destacó la importancia del García Sanabria, que no estuvo ajeno a algún episodio violento por no respetarse la igualdad de género y que era el punto de encuentro de distintos grupos disidentes sexuales que luego encontraron acomodo en el Bar Sueños Azules, en la plaza de Weyler, la plaza de España o Las Ramblas.

También la concejala de Igualdad, Purificación Dávila –artífice de la relevancia del día del Orgullo LGTBIQ+ en esta edición–, recordó la relevancia que jugó el García Sanabria en 1978, porque fue el punto de partida de la primera manifestación que se organizó en defensa del colectivo.

Entre los presentes en el Puente Serrador, Yelko Fernández, presidente de Libertrans, la única asociación dedicada solo a la defensa trans que existe en toda Canarias, o la representante de Chrissalys, integrada por familias de menos trans a quien precisamente Yelko Fernández elogia su compromiso y ejemplo con su entrega.

Víctimas de la persecución sexual, ayer fueron ejemplo por protagonizar avances en la igualdad.