Mandato en construcción

Conchi Diego accede a la presidencia del Colegio de Arquitectos Técnicos de Santa Cruz de Tenerife | Es la primera mujer que asume el cargo en sus 80 años de historia

Concepción María Diego Luna (1974) visitó recientemente las instalaciones de este periódico.

Concepción María Diego Luna (1974) visitó recientemente las instalaciones de este periódico. / María Pisaca

Jorge Dávila

La santacrucera Concepción María Diego López ha roto una larga tradición en el Colegio de Arquitectos Técnicos de Santa Cruz de Tenerife. Conchi, como le llaman sus familiares y amigos, se ha convertido en la primera mujer en presidir una institución que ya tiene 80 años de historia. Ella y sus siete compañeros de la nueva directiva se plantean como objetivo principal restablecer la cercanía con sus casi 1.600 colegiados –el de la provincia tinerfeña aparece entre los diez colegios con más socios de España– tras «vivir unos años especialmente duros», subraya la aparejadora e Ingeniera en Edificación.

Esta no es su primera experiencia en la junta de dirección –en las etapas como presidente de Eduardo Pérez Ascanio desempeñó las funciones de vocal y de contadora-, pero nunca asumió tanta responsabilidad. «Me subestimaron (afirma con una tímida sonrisa) y decidí liderar una de las candidaturas», abrevia la vencedora.

Madre de dos niñas, el pasado sábado tomó posesión de un cargo en un acto en el que estuvieron presentes los otros miembros de la plancha ganadora: Carmen Luisa Esquivel Rodríguez, Rafael Jorge Dorta Rodríguez, Luis Fernando Nóbrega Oliva, Carlos Carmelo Bencomo García, María Inmaculada Hernández González, Jorge Rodríguez Pérez y Cristina Cruz Hernández. «Somos una directiva que toca todos los palos, un grupo joven y con mucha experiencia en el que hay profesionales que trabajan en el sector privado, funcionarios y autónomos», explica Conchi Diego de una directiva que «viene a trabajar con ilusión».

El primer impulso

La presidenta, que tiene una hermana que también es arquitecta técnica, retrocede en el tiempo a los años de su infancia para encontrar el primer impulso que le hizo convertirse en aparejadora. «Vi tantos edificios cuando vivía en el sur de la Isla que enseguida asumí que lo que yo quería hacer eran planos», confiesa.

Un año antes de acabar sus estudios en la Escuela de Arquitectos Técnicos de la Universidad de La Laguna, Conchi Diego ya estaba a pie de obra. «Nunca me ha faltado trabajo, pero también lo pasé mal en los años más difíciles de la construcción», advierte justo antes de evaluar los ejes principales de su programa.

«Durante el ‘boom’ del ladrillo se hicieron muchas cosas mal: se derrochó bastante»

Un colegio sin muros

«Vamos a favorecer las acciones de cercanía, impulsar iniciativas que vuelvan a unir a los colegiados –recuperar la fiesta del patrón y la cena de hermandad– y, sobre todo, medidas que les haga sentir que el colegio está abierto para hallar soluciones», reconoce en referencia a un periodo que va a estar marcado por las vanguardias. «Una de las pocas cosas buenas que nos ha enseñado el covid es que el teletrabajo es rentable porque en casa se hacen muchas horas. Nos falta la parte de la socialización, pero esta es una opción que vino para quedarse», vaticina al tiempo que se dispone a hablar de lo que parece ser un atisbo de recuperación.

La formación presencial, potencial el gabinete técnico y el asesoramiento jurídico a los colegiados son tres de los ejes que pretende consolidar este equipo de gobierno en los próximos años. «La demanda de arquitectos que han sabido reciclarse y que están al día a nivel formativo es alta. Nos estamos dando cuenta de que ese perfil es demandado (conocimientos técnicos, soltura en el manejo de programas informáticos y cursos complementarios) para afrontar el momento actual, donde aún no se está construyendo en masa pero sí cerrando muchos contratos de reformas o ajustes de proyectos que se quedaron a medias antes de la pandemia», resume en un instante de la conversación en el que aparecen los errores cometidos en el pasado. «Salir adelante no ha sido nada fácil, pero los que nos quedamos tendremos nuevas oportunidades».

Con los pies en el suelo

En medio de un escenario laboral en el que las dudas siguen aplastando a las certezas, Conchi Diego extrae la parte positiva de una interminable cadena de infortunios: «Los que nos dedicamos a estos ya estamos acostumbrados a sortear muchas crisis, no solo la más recientes», matiza apuntando directamente a los efectos devastadores del coronavirus. Eso sí, la tinerfeña no oculta que antes vinieron otras espirales destructivas cuando la pandemia solo era una nebulosa, «Durante el boom del ladrillo se hicieron muchas cosas mal: se derrochó bastante y algunos se acostumbraron a vivir por encima de sus posibilidades. Aquello nos enseñó a no ser tan espléndidos a la hora de planificar proyectos y mover el mercado. Sí. Se hicieron barbaridades que pasaron factura a mucha gente; a los profesionales y a los inversionistas», critica.

Las promociones sin terminar y los pisos atomizados (inmuebles que han caído en manos de entidades financieras por impagos o liquidaciones de empresas) se han convertido en una amenaza para el sector inmobiliario, y con él los servicios complementarios que se requieren para volver a darle vida a una vivienda. Este asunto, a juicio de Conchi Diego, es uno de los conflictos de mayor calado y gravedad que se identifican en la provincia de Santa Cruz de Tenerife –el colegio gestiona a los arquitectos técnicos de La Palma, La Gomera y El Hierro, mientras que los de Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote sí que cuentan con una autonomía propia–, ya que «la ocupación es un problema grave; se las saben todas y es bastante difícil echarlos... Hay una red que se encarga de buscar las viviendas, cobrar y asesorar jurídicamente para que una ocupación sea larga. En este sentido, se saben mucho mejor que yo todos los plazos que hay que agotar antes de que los propietarios legales del inmueble lo puedan recuperar», explica sobre una actividad que ocasiona un «quebradero de cabeza» a los promotores de las obras que permanecen vacías por los efectos de las distintas crisis.