Un grupo de padres y madres charla a las puertas del Colegio La Salle San Ildefonso de Santa Cruz a la espera de que sus hijos se reúnan con ellos tras acabar la jornada lectiva vespertina. Tras la habitual entrada en tropel salen todos juntos. Aquí se despiden, progenitores y niños, en principio hasta dentro de quince días. Durante dos semanas las clases están suspendidas en toda Canarias y en cualquier etapa de la enseñanza por decisión de la Consejería de Educación ante el avance del coronavirus. "Te alquilo a mis abuelos", le dice divertido uno a quien no tiene familia aquí.

Las situaciones que se darán estos días son casi tan diversas como las características de los distintos sectores de la población. Habrá quien pueda tirar de esos abuelos como ya ocurre de manera cotidiana; otros aún no saben muy bien qué hacer. Algunos se turnarán, él y ella. Pero todos coinciden en que se trata de "un marrón previsible y lógico", según el avance de la pandemia por el mundo. Una palabra se repite sin que muchos tengan claro qué significa en realidad: teletrabajo. Consideran que "tienen que explicar bien en qué consiste eso del teletrabajo y cómo se hace porque casi nadie se entera. En ciertos trabajos, además, no será posible implantar este sistema".

Otro papá tercia: "Hasta el día 25 nos podemos turnar mi mujer y yo. A partir de ahí, ya no sabemos. No tenemos familia aquí y por eso el recurso de los abuelos no nos vale. Espero que nuestros amigos nos puedan ayudar". Hay quien apunta que "si no se puede hacer otra cosa pediremos vacaciones". Cuestionamiento inmediato: "Las pedí y a mí no me las dan". Y un llamamiento a la rebeldía: "Pues algo tendrán que hacer las autoridades y las empresas, porque a los niños alguien tendrá que atenderlos". Otra reflexión sobre los mayores: "También hay que tener en cuenta que no podemos cargarlos con más responsabilidades cuando, además, son el principal grupo de riesgo de contagio".

En líneas generales hay resignación porque "se veía venir, era previsible ante la situación primero de Italia y luego de Madrid". Pero también hay afán de supervivencia y protección de los cachorros. En ese sentido, prima la búsqueda de soluciones para solventar lo que califican de "descoloque, contratiempo, problema serio...".

Idéntica sensación se aprecia un poco más abajo, en el Colegio de Infantil y Primaria Isabel la Católica del barrio de El Cabo. Este es público y el anterior privado-concertado, pero las sensaciones son las mismas. Todos son padres.

Preocupación, pero también sentido de protección hacia los niños e idea de transmitirles la máxima tranquilidad posible. De todas maneras no resulta sencillo en ninguno de los dos centros que se paren para opinar y menos aún que posen para una foto. Todos tienen mucha prisa.

Ya lo había advertido. Claudio García, un papá a la espera, asegura: "Ya lo había advertido desde el sábado pasado al ver la evolución de lo que pasaba en Italia". Considera la medida "esperada y hasta cierto punto, lógica". Incluso algo tardía, aunque "habrá que esperar a ver cómo se desarrollan los acontecimientos". Asegura tener "suerte", porque su mujer está en paro y ella se quedará en casa con los hijos.

Turnos diferentes. José María Peet espera a su hija y conversa con EL DÍA. Por fortuna, en este caso su mujer y él tienen turnos distintos y pueden atender a la niña. Además, en la línea habitual, "mi suegro está siempre en casa". Otra vez la ayuda de los abuelos, puntales en los hogares canarios.

Sin familia en la isla. Pablo Ancores sostiene en brazos a su pequeña Ana, mientras la mayor, Claudia, le tira del pantalón e insiste en que todo el mundo sepa la tarea -entre otras cosas practicar caligrafía- que le han mandado para casa durante estos días. Por fin habla su padre: "No puedo recurrir a los abuelos porque no tengo familia aquí, está toda en Galicia. Espero tener facilidades en mi trabajo para poder turnarnos". La medida tomada de la suspensión la entiende "razonable" y la respalda. Además de que la esperaba.

Lo mismo de todos los días. Manuel Fernández recoge a su pequeña nieta, Estefanía, en el lateral del Colegio La Salle que da a la calle Leoncio Rodríguez. Lo que hace todos los días. "Estoy jubilado", resume, y este período solo supondrá que la niña pase más tiempo en su casa. Está acostumbrado y forma parte de esa legión de abuelos que resuelven situaciones de la vida diaria. Siempre están ahí y ante esta eventualidad, también. El virus se lo toma con sosiego como casi todo ya en esta época de su vida.

Solidaridad entre compañeros. Katarzyna Saluda es polaca y tampoco tiene familia en la isla. Trabaja en una clínica dental e incluso acude a recoger a sus hijas, Victoria y Gabriela Gingena, con el uniforme y la mascarilla. Para ella esta situación "es un problema, sin duda, pero no sobrevenido porque era esperado". Ya está más o menos hablado en la empresa y, valora, "estamos todos los compañeros e incluso la jefa concienciados y creo que será posible turnarnos". Respecto a la suspensión la ve "bien" porque se evitan contagios y es clave para frenar la expansión del virus en las islas.

Amo de casa. El caso de Fernando Alfambra es atípico porque él es el "amo de casa" y su mujer la que trabaja fuera de ella. Sus hijos, Carlos y Alejandro, dos rubios revoltosos acaban de salir de las clases extraescolares. Fernando ya pasa con ellos mucho tiempo pero ahora "será todavía más". No lo ve como un problema y considera que la medida es "necesaria". Se lo toma con tranquilidad. Con mucha calma.

Acostumbrada. Zoraida Quintero ya cuida de sus hijas, Carla y Paula, de forma habitual cuando no están en el cole porque, asegura, "no estoy trabajando y tengo tiempo". Para ella "hay que llevarlo de la mejor manera que se pueda. Mi intención es pasarnos estas dos semanas tranquilitas en casa". Dentro del trastorno "es una situación esperada que hay que afrontar con buen talante. Y, sobre todo, con tranquilidad".

Dándole vueltas. Teresa acaba de recoger a la guapa Fiorella, su hija. Ambas caminan abrazadas por la calle Fernández Navarro. Se le nota pensativa. Confiesa a EL DÍA que "todavía le estoy dando vueltas a lo que vamos a hacer". Es trabajadora y no tiene con quien dejar a su niña durante estas dos semanas. Cuando Fiorella habla de su abuela parece que hay una contradicción. Teresa lo explica: "No es realmente su abuela sino una señora maravillosa, ya mayor, con la que suele quedarse. Espero que esta vez sea igual y poder solucionarlo. Desde luego que es un problema para mí".

Una llamada. Carmen Romero es madre de dos mellizas, Ana Belén y María. Es ella la que busca a EL DÍA para compartir su problema: "Soy trabajadora por cuenta ajena y mi marido, autónomo. No podemos quedarnos con las niñas y estamos ante una situación complicada". Llama "a la solidaridad de mamás y amigas o ambas cosas". Se pregunta "si alguna tiene hijos o hijas en edad de Bachillerato o universidad que pudieran ocuparse de mis hijas".

Suspensión de las clases durante catorce días. Trastorno, descoloque, un problema serio... Pero la gente sabia sabe usar las redes sociales. No las virtuales, sino las reales, las de la familia o las amistades. Para poder responder a la pregunta más repetida estos días: ¿qué hacemos con los niños?