Semana Santa | Procesión de Jueves Santo en Santa Cruz

La Macarena protagoniza la ‘madrugá’ santacrucera

La capital vivió anoche la procesión más multitudinaria de su Semana Santa

Procesión de La Macarena

Humberto Gonar

Humberto Gonar

Humberto Gonar

La procesión de La Macarena y El Cautivo vienen a ser a la Semana Santa lo que la final de murgas al Carnaval: el acto más multitudinario. El adelanto horario que se impuso el año pasado a este recorrido no resta un ápice la participación en esta ‘madrugá’ chicharrera que desborda el corazón del casco antiguo de la ciudad aunque arranque a las ocho y media del Jueves Santo en vez de a las diez de la noche como era tradición.

Los más incrédulos, que venían dolidos por la suspensión el Martes Santo de la procesión del Señor de las Tribulaciones por unas inclemencias meteorológicas que están aún por llegan temían que ese mismo ‘alguien’ recomendara suspender el recorrido del Jueves Santo chicharrero después de que una ráfaga de viento tumbara los la cartelería de los restaurantes que anuncian la carta... Pero se quedó en una simple ironía mientras los costaleros de La Macarena y las costaleras de El Cautivo se afanaban en sus preparativos en la Casa del Miedo que prestó la Sociedad Mamel’s, cuartel general de murgas en época de Carnaval.

Treinta minutos antes del inicio de la procesión, la comitiva de la Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús Cautivo y María Santísima de la Esperanza Macarena estaba formada en la calle de La Noria: primero la cruz guía, seguida de los capuchinos, las damas con peinetas y las costaleras del Cautivo y, a continuación, la misma serie en este caso de La Macarena. Entre los costaleros, la benjamina, Valeria, de 14 meses, hijas de Davinia, que salió bajo el trono de El Cautivo, mientras su esposo, Moisés –murguero también como ella– se encargó de llegar a hombros a la pequeña, ataviada a la perfección con la vestimenta de costalera.

Antes de que partiera la comitiva, salió de su casa en La Noria el que fuera durante más de treinta años gerente del Organismo Autónomo de Fiestas, Juan Viñas, mientras llegaba para incorporarse a la comitiva de autoridades el concejal de Cultura, el popular Santiago Díaz, que parecía pasar revista, solo que de atrás a adelante. Ya en el interior del templo, y a la espera que saliera la procesión, de los primeros, el vicepresidente del Cabildo, el portuense Lope Afonso, acompañado por su compañero de partido José Carlos Acha, mientras no se quedó atrás la presidenta de la Corporación insular, Rosa Dávila, que departía con el alcalde de Santa Cruz, José Manuel Bermúdez, quien de nuevo tuvo el honor de activar el llamador para marcar el inicio de la procesión; con el tiempo justo llegó el presidente del Gobierno canario, Fernando Clavijo, con chaquetón tres cuarto ensolerado en la Semana Santa lagunera, con su inseparable viceconsejero Alfonso Cabello, otrora concejal de Fiestas en Santa Cruz en el mandato anterior.

Entre los fieles que desbordaban el templo, el periodista y colaborador de la parroquia de María Auxiliadora, de punta en blanco, que acudía a visitar el monumento instalado en la parroquia matriz justo cuando salía la procesión.

Ocho y media. El obispo, Bernardo Álvarez, flanqueado por el vicario episcopal para Santa Cruz y párroco de La Concepción, Juan Manuel Yanes, pronunció una oración, siguió una malagueña a capela y las costaleras arrancaron su marcha rumbo a la puerta que se localiza bajo el campanario. Antes, Nauzet fue el encargado de marcar la ‘levantada’. «Esta por Marycamen», una incondicional y entusiasta de El Cautivo que durante años cargó el trono. Se hizo el silencio. Se encogió el alma y hasta el estómago. «¡Al cielo!», fue el grito de ‘guerra’ de las costaleras. A las órdenes del capaz, Leo Cortés, enfilaron Santo Domingo.

Las mujeres que cargaron a El Cautivo superaron de forma holgada y con solvencia el arco y nada más alongarse a la plaza de la iglesia. Se paró de nuevo la comitiva para que los militares entonaron a viva voz el ‘Novio de la muerte’ para ya seguir el desfile religioso con otra canción, ‘El Cristo de los faroles’. Lejos de parar y esperar a la salida de La Macarena, como marca la tradición, la cabecera de la comitiva se vino arriba y enfiló la calle Santo Domingo como si no hubiera un mañana...

Llegaba el turno de La Macarena. Oración del obispo, de nuevo una malagueña y el capataz, Paco Cortés, puso rumbo hasta la puerta del campanario de La Concepción. Entre un paso y otro, la jefa de gabinete de Alcaldía aprovechó para organizar a las autoridades. Primero, el alcalde, Bermúdez, flanqueado por Gladis de León (CC) y Carlos Tarife (PP), detrás restos de concejales del equipo de gobierno y de la oposición, que dejaron al socialista Florentino Guzmán Plasencia entre los ediles de Vox... Le seguía la comitiva del Cabildo, con la presidenta, Rosa Dávila (CC) arropada por Lope Afonso y José Carlos Acha, ambos del PP, y detrás la plana mayor de los militares. Cerraba, el presidente del Gobierno canario con su viceconsejero, entre otras autoridades. Y luego, La Macarena.

Fue una operación milimétrica que hizo parar justo antes de enfilar la puerta del campanario, levantar los faldones y calcular el paso entre las indicaciones del capataz y el contracapataz Vilar. Una de las feligresas, contagiada por la tensión del momento gritó: «¡Ánimo, chicos!», a sabiendas de que los costaleros iban ajustados. Y pasó el trono que despertó la ovación de la plaza de la iglesia.

En ese momento la cabecera ya parecía haber realizado los cien metros lisos porque se puso en un santiamén a la altura del bingo, hasta donde llegó acompañando la procesión el obispo, para dar el relevo –en la presidencia de la procesión religiosa– a su vicario, Juan Manuel Yanes.

El Cautivo parecía levitar sobre los costales de ellas, mientras La Macarena tenía su pasión. A la altura de la plaza de España se armó la procesión que parecía divida por tronos, aprovechando el saludo de El Cautivo, con la entrega del ramo de flores, para seguir tras un breve alto a San Francisco. Hizo lo propio La Macarena; a los pies de la Patrona de Canarias que da nombre a la plaza de la Candelaria Paco Cortés entregó otro ramo de los costaleros.

Tras la salida de La Concepción, la visita a San Francisco constituye el momento más esperado, cuando entraron los pasos, entre gritos de ‘¡Al cielo!’ de ellas, y ‘¡Macarena... guapa; Macarena... guapa; Macarena... guapa, guapa y guapa!», mientras los costaleros parecen bailarla a la entrada de la rampa del santuario del Señor de las Tribulaciones. Ahí, un alto de media hora que dio tiempo para que el párroco compartiera con las autoridades que pertenece a una familia de nueve hermano de los que tres son curas; el concejal socialista Florentino Guzmán hasta confesión que había sido monaguillo en este templo... Cosas de Jueves Santo. Para de nuevo regresar a La Concepción, eso sí, en familia y sin casi feligresía acompañando. Este mediodía, procesión de Las Angustias en El Pilar.