«¿Después de ver cómo ha quedado la rehabilitación de la cubierta del CEIP San Fernando tú me contratarías?», le preguntó Guillermo Díaz Guerra, primer teniente de alcalde y concejal de Servicios Públicos del Ayuntamiento de Santa Cruz a quien ha sido directora del colegio de Duggi en los últimos cinco años, Cristina Sendra, quien le respondió: «No te contrataría, sino que te agradezco en nombre toda la comunidad escolar y las futuras generaciones que pasarán por estas instalaciones y que se beneficiarán del trabajo que han realizado. Muchas gracias, la verdad nunca me pensé que fueran a realizar una obra de este calado», añadió. Díaz Guerra tomó la palabra: «No lo tienes que agradecer; cuando veo una obra siempre digo que todos nos tenemos que felicitar», sentenció.

Acababa el verano, y ayer había fiesta en el colegio de Duggi, donde acudió el alcalde, José Manuel Bermúdez, el concejal de Servicios Públicos y también del distrito de Zona Centro, junto al arquitecto de la rehabilitación, Fernando Saavedra, y el director de obra, José Antonio Ruiloba. La satisfacción por los trabajos desarrollados, que han consistido en la eliminación de la cubierta y la reposición con materiales de máxima calidad, así como la mejora de puertas –alguna nueva–, o la flamante instalación eléctrica y las luminarias led con sensores era palpable entre los representantes de la comunidad educativa, y que reunió a las tres últimas generaciones de directores del centro: Armando Bustabad (quien estuvo asumió el cargo con 29 años y estuvo 23), Cristina Sendra (que ha estado once años, de ellos 5 como máxima responsable) y desde ahora la nueva directora, Alicia Reyes de Pablo. Y como fedataria del acontecimiento, la profesora de Primaria María Candelaria Guadalupe Rodríguez, que encarga ese sabor de tradición y familiaridad que destina el CEIP San Fernando. Miembro de la familia más antigua del barrio de Duggi –como quedó de manifiesto en el tributó que se les rindió a los Rodríguez Díaz hace ocho años–, María Candelaria estudió en este colegio hasta el antiguo octavo de EGB, también hizo la Primera Comunión, tras realizar sus estudios universitarios prestó sus prácticas en dicho centro donde logró su plaza definitiva. «Aquí me jubilo yo», sentenció con ese orgullo de propiedad que le da valor añadido más allá al colegio.

«El San Fernando es uno de los colegios más antiguos de Canarias; comenzó a edificarse en 1929 y las clases se iniciaron en 1932, en la época de la República», destaca vecina del colegio donde imparte clases. «Cuenta que en la década de los años cuarenta o cincuenta vino Joaquín Jiménez, que era ministro de Franco, y se quedó asombrado no solo de la infraestructura del colegio, sino de la enseñanza que se impartía, pues contaba con un coro, también ofertaba educación musical y tenía un programa específico para niños con discapacidad, una filosofía de trabajo de vanguardia que nada tenía que ver con aquella época», destaca esta profesora, que asegura que el propio ministro valoró este esfuerzo, admitiendo que estaba al nivel de la educación que se impartía en Suiza.

María Candelaria recuerda que las aulas de Infantil se construyeron en 1975 y muestra su inquietud porque se rescate la antigua capilla del centro. «No digo que se vuelvan a dar misas, pero sí que al menos una placa recuerde que hubo una capilla donde ahora se localiza una biblioteca donde lo que parece un escalón es la reminiscencia del antiguo altar.

Las vueltas de la vida han permitido que el director de la obra, José Antonio Ruiloba, quien fuera compañero de clase también en el colegio San Fernando de la nueva directora, Alicia Reyes de Pablo, fuera el encargado de supervisar los trabajos en un centro donde estudió y hasta formó parte del coro. Una familiaridad que marca desde hace más de tres décadas el propio claustro: el director Armando Bustabad contó con Cristina Senda como jefa de estudio hasta que lo sustituyó al frente del centro; ocurrió lo mismo con Alicia Reyes, mano derecha de Cristina hasta que este año le toca ponerse al frente del colegio.

Antes de la visita que se realizó ayer por los pasillos y aulas del CEIP San Fernando, el concejal de distrito Zona Centro, el popular Guillermo Díaz Guerra, aprovechó para hacer algunos matices sobre el grado de intervención, para que nadie el aguara la fiesta. «Vamos a entrar al colegio sin casco porque ya no hay obras; no visitamos un centro que haya sido objeto de reforma, sino que vamos a ver cómo ha quedado la obra de emergencia que se declaró el 22 de febrero», trabajos que han tardado cinco meses y han supuesto un desembolso de 1,1 millones, al margen de los ya, que tan comunes en las obras y de los que no se privó el colegio. Ya que estaban mejorando la cubierta, se pintó también la fachada, de blanco y marrón, que dan al edificio casi centenario un acabado de paquete. Eso sí, más allá de eso, Díaz Guerra advirtió que «veremos que hay pasamanos que tienen la pintura descascarilla o escalones desgastados, pero esto no es una rehabilitación sino una obra de emergencia», incidió.

El alcalde, en su intervención, dijo que «vamos a ver dos colegios en uno», en referencia a cómo finalizó el CEIP San Fernando el curso pasado: con los niños mayores de Primaria en el Tena Artigas, de Miramar, y los más pequeños, en Duggi; y también en referencia de las dos caras de las instalaciones: donde se había actuado y donde no fue necesario por estar en perfecto estado.

La directora saliente del colegio, Cristina Sendra, que junto a su hasta ahora jefa de estudios Alicia Ruiz de Pablos y el claustro de profesores diseñaron lo que se ha mostrado como una estrategia perfecta para mantener desde la Semana Santa del curso pasado hasta ahora el colegio en Villa Arriba y Villa Abajo, prefirió dejar en anécdota toda esa planificación y el reencuentro de los dos colegios en uno para sentenciar: con estas obras contamos con un centro totalmente seguro.

Una obra de envergadura

Tanto Cristina Sendra como Alicia Ruiz parecían que ayer vivían su particular Día de Reyes. Para evidenciar la importancia de la intervención en el inmueble, la nueva directora del CEIP San Fernando le preguntó al director de obra por el número de tejas que se han instalado: ¡18.000 unidades!. «Este es un centro seguro; ya no tendremos que volver a poner cubos por las goteras de los techos», decían con satisfacción.

De nuevo Guillermo Díaz volvió a precisar: «se hizo un estudio sobre el valor de las tejas y se acreditó que carecían, por lo que se colocaron nuevas en su mayoría». La visita punto rumbo a la segunda planta, donde al final de la escalera se ha generado una nueva aula. La cubierta, a dos aguas, se levantó y se instaló totalmente nueva, procediendo a colocar un falso techo de techo en el que se han instalado las luminarias led y un proyector adaptado a las nuevas tecnologías. «Antes la instalación eléctrica estaba por el pasillo y ahora se han colocado dentro de las aulas», precisó Cristina Sendra.

También el arquitecto del proyecto, el prestigioso Fernando Saavedra –que también acomete trabajos similares que se ejecutar en la cubierta del salón de pleno del Ayuntamiento de Santa Cruz– aseguró que con esta mejora «seguro que a mi no me van a volver a llamar», una sentencia humorística con la que garantiza que los trabajos de la techumbre tienen una esperanza de vida de otros cien años.

La curiosidad de Díaz Guerra

El interés del concejal del distrito de Zona Centro fue fundamental para advertir el mal estado de la cubierta. Bajo el mismo sitio donde el pasado febrero caía agua a cántaros, Díaz Guerra y la directora Cristina Sendra recordaban cuando el centro advirtió que había humedades en la cubierta. Fue el propio concejal quien se trasladó y hasta pidió una escalera para mirar las tripas del techo. Las vigas y el cañizo sorprendieron tanto al concejal que pidió a los técnicos que realizaran una valoración inmediata, como así ocurrió. En una semana se dejó expedita la segunda planta afectada, los niños mayores se trasladaron al colegio de Tena Artigas que tenía habilitado el ayuntamiento para otros usos y hasta también la Corporación costeó las guaguas durante el tiempo que duró las obras para llevar a los niños de Ramón y Cajal a Miramar. Ayer, todo el operativo de Villa Arriba y Villa Abajo se quedó en anécdota, con un centro seguro. «Hasta ahora nos distinguíamos por la calidad educativa, ahora también por la calidad de las instalaciones», dijo Sendra.