Miguel Ángel Navarro, que ayer celebró sus 34 años de ordenación sacerdotal, es el párroco de San Francisco de Asís (donde se venera al Señor de las Tribulaciones, que en situación normal habría procesionado hoy) desde hace un año y 26 días. El hecho de que su designación se produjera diez días antes de que se decretara el estado de alarma y se impusiera el confinamiento marcó el inicio de su labor pastoral, después de trece años en Tegueste. 

¿Cuánto lleva de párroco de San Francisco de Asís?

Comencé el 4 de marzo del año pasado, diez días antes del confinamiento. Tremendo. Fue una experiencia dramática, traumática...

La peor situación para darse a conocer el nuevo párroco.

Incluso anímicamente me afectó, porque llegué sin conocer a la gente y sin confianza.

¿Cuántos años lleva de presbítero?

Precisamente hoy (por ayer) cumplo 34 años de ordenación. En la parroquia de Tegueste fue donde más tiempo he estado: trece años; la siguiente en la que estuve más tiempo fue San Sebastián de La Gomera, después Santa Úrsula, seis años, y mi primera parroquia, que estuve cuatro años y cuatro meses –donde menos permanecí–, en Alcalá, Playa San Juan, Puerto Santiago y Los Gigantes –en la costa de Guía de Isora y Santiago del Teide–.

¿Cómo fue su vocación?

Influyó el tipo de educación que recibí en mi casa, donde Cristo era un punto fundamental de la casa. Mi familia no era una familia de procesiones. Era una familia que iba a misa, se confesaba... Mi padre era un hombre muy implicado en Cáritas; fue el director de Cáritas en la Cruz del Señor. Para mí fue un testimonio ver a mi padre que después de llegar de trabajar tenía tiempo para estar con sus hijos y para ayudar también a los más necesitados.

¿A qué se dedicaba su padre?

Comenzó en el mundo del tomate y acabó de mayorista de mármol.

¿Sus padres eran canarios?

Mi padre era peninsular y mi madre, chicharrera; pertenecía a esta parroquia porque vivía en la calle Villalba Hervás.

Al final el destino, o la decisión del obispo, lo trajo a la parroquia de San Francisco.

La voluntad de Dios a través de la decisión de don Bernardo; eso lo tengo claro porque he ido a unos sitios que no había pensado jamás y a otros, que me gustaban. Un sitio que me gustaba de párroco era Tegueste. Tenía amigos allí, es un sitio precioso... y pensaba: a mí no me importaría estar de párroco aquí. Y se cumplió eso.

¿Alguna vez pensó en que no le importaría estar de párroco en San Francisco?

Cuando me imaginaba el ejercicio de ser sacerdote nunca pensaba en un pueblo, sino en una de las parroquias de Santa Cruz; una de ellas era San Francisco, también Fátima, porque hice allí mi Primera Comunión, o en la misma Cruz del Señor, que era mi parroquia...

Pero Fátima y San Francisco son parroquias diferentes con el ámbito de influencia...

Era diferente no por la situación social, sino por mi imagen infantil o adolescente; la vinculaba más con sitios que yo conocía.

Vamos, que no lo dice porque buscara iglesia de tres naves.

No. Mi deseo desde niño fue que otros pudieran conocer a Cristo y gozar de la alegría de tener la fe, porque es un punto fundamental porque lo que había mamado en mi casa y veía que era un factor determinante en la vida de mis padres y para mí.

Al final no contó cómo surgió su vocación.

Tiene que ver con mis padres y porque tenía un amigo en el colegio –estaría en tercero o cuarto de Primaria– que me generó una gran decepción anímica al ver que él no iba a misa los domingos. Me generó un dolor cuando me contó lo que había hecho el fin de semana y me dijo que no iba a misa. Me pareció algo inadmisible, impropio... como inhumano. Ahí es donde se despertó mi deseo de que otros conocieran a Cristo. Nosotros íbamos a la parroquia de Valle San Lorenzo, donde íbamos a veranear a casa de unos tíos, y ví un cambio, con mucha gente joven, muchos niños y matrimonios y detecté que lo que había sucedido es que el párroco era nuevo: un hombre joven y afable y cercano; y ese había sido el factor determinante del cambio en esa parroquia. Entonces dije: esto es lo que quiero ofrecer. Tengo que ser sacerdote; tendría diez años.

Pero eso fue antes de la adolescencia.

Si en la adolescencia llegó la diatriba, se despiertan otros aspectos, las chicas te gustan, te enamoras, te dan calabazas, luego tuve una media novia... pero siempre me preguntaba: ¿Qué quiere Dios de mí? Esa era la cuestión que tenía siempre en la cabeza. Cuando te enamoras, borras lo otro de la cabeza, cuando eso no es así. Lo que Dios quiere es independiente a que te enamores o no. Enamorarte es un hecho natural; otra cosa es la vocación. Yo entré con 18 años en el Seminario, estudié seis años, me ordené de diácono, me fui a hacer la mili hace 36 años. Hice amistades, ayudé a otros a leer y escribir... Por decir un dato, nunca había tratado con un gitano y ahí hice amistad con dos chicos estupendos; a uno lo preparé para la Primera Comunión.

¿De dónde le viene su pasión por el Patrimonio Histórico?

Mi madre era una mujer exquisita en buen gusto. Nos hacía observar las proporciones, las perspectivas, los detalles hasta de los muebles... Mi padre me aportó el gusto por la historia; la estética era mi madre. Luego tuve amistades que favorecieron esa pasión por el arte y el patrimonio, aunque mi formación no fue por el arte sino por la historia y la archivística, que es para lo que me formaron inicialmente, aunque luego me encargaron lo otro.

¿Se entiende una iglesia sin edificio?

(Silencio, mientras suenan las campanas del reloj que anuncian las dos de la tarde). Yo creo que una iglesia, estrictamente, no tiene por qué necesitar un edificio. Pero la iglesia, que somos nosotros, los creyentes, necesitamos un lugar donde estar cómodos para poder celebrar. .

Cuando lo destinan a San Francisco, ¿qué impone más: venir a San Francisco o sustituir a un párroco que llevaba 26 años?

Yo sustituí a Miguel Ángel Cedrés en Tegueste que llevaba 32 años... Me supuso un desgarro tener que dejar Tegueste porque tengo muy buenos amigos y me sentía muy a gusto allí; tenía planes y tenías perspectivas para la parroquia y en un nuevo destino era como comenzar de cero.

¿Cómo se va a vivir hoy Martes Santo, que tradicionalmente se celebra el Señor de las Tribulaciones en Santa Cruz?

Esta Semana Santa va a ser más esencial porque va a ayudar a la gente en lo que es, sin un adorno que nos estorbe. A veces, las parroquias estamos más preocupados en el ornato que en lo que realmente estamos celebrando. Este año no hay nada que nos distraiga. Celebramos estrictamente la liturgia. Es más esencial puede ser una Semana Santa que sea útil para hacer una especie de ejercicios espirituales en un mundo que la oferta que se da es la mera distracción, en esta Semana Santa es la oportunidad para realmente reflexión de uno mismo y encuentro con Dios. Y espero que este Señor de las Tribulaciones sea en esta línea. Mi único temor es el aforo, y que tengamos que decir a la gente que ya está lleno el aforo, que tiene capacidad de 241 sitios asignados. Al margen se va a emitir por el Facebook de la parroquia, pero solo habrá eucaristía, sin procesión. El año pasado solo celebramos la misa con el obispo, los dos sacristanes y un servidor y se emitió también por Facebook.

¿Cómo interpretar el Señor de las Tribulaciones en este tiempo?

La tribulación siempre nos acompaña en nuestra vida. Siempre hay un motivo que nos produce dolor, sufrimiento... Todos tenemos esa situación, y con el tema de la pandemia, más aún todavía. Alguna vez le he preguntado a alguien: ¿Usted ha pensado que se va a morir algún día? No hay que vivir con miedo; hay que respetar las normas para no contagiarnos. Pero no hay que vivir con temor y por eso nos acercamos al Señor de las Tribulaciones para que en este momento no nos frene; que vivamos decidido, implicados, entregados, amando. Un cristiano no es una persona que se encierra, sino que se entrega. Entonces sí que morimos y matamos el alma.