Opinión | El recorte

Tres meses de vértigo

La presidenta del Congreso de los Diputados, Francina Armengol, llega a recibir al presidente de la Asamblea Nacional de Ecuador, durante un encuentro en el Congreso de los Diputados, a 4 de marzo de 2024, en Madrid (España). Armengol sostiene que no se p

La presidenta del Congreso de los Diputados, Francina Armengol, llega a recibir al presidente de la Asamblea Nacional de Ecuador, durante un encuentro en el Congreso de los Diputados, a 4 de marzo de 2024, en Madrid (España). Armengol sostiene que no se p / Alejandro Martínez Vélez - Europa Press

Estamos trastornados. El país entero se dirige a una fiesta del estiércol en el ventilador. Ángel Víctor Torres, ministro canario perseguido por el fétido aliento mediático y judicial de la compra de mascarillas, presume de su gestión de la pandemia argumentando que en Canarias hubo menos muertos que en Madrid. Una comparación estupenda pero que no se sostiene por la maldita circunstancia de que somos islas muy lejanas. El presidente Sánchez pide la dimisión de Isabel Díaz Ayuso porque su pareja, que también cobró por la venta de mascarillas a una empresa que se las vendió a Salvador Illa, está acusada por la fiscalía de defraudar al fisco (hagan memoria: «¿La fiscalía de quién depende?… Pues ya está», Pedro Sánchez, noviembre de 2019). El PP pide investigar a Begoña Gómez la mujer del César, digo de Sánchez, por sus relaciones con empresarios de la trama Koldo. La UCO está por desvelar conversaciones y mensajes que demostrarán los contactos de la órbita de Ábalos con Canarias y Baleares para que compraran a unos y no a otros. Y en medio de todo esto, las comisiones parlamentarias de inquisición, digo de investigación, crecen como felices champiñones.

El presidente Fernando Clavijo intentó instalar un campamento en la tierra de nadie entre las trincheras del PSOE y del PP. Necesitaba salvar de los bombardeos los puentes con Madrid y mantener la plácida estabilidad del gobierno en Canarias. Pero es difícil hacer planes cuando vives en el mundo que hay tras el espejo, gobernado por el sombrerero loco de Waterloo. Ayer, contra él, se convocaron elecciones anticipadas en Cataluña. Pere Aragonés, el actual presidente, quiere adelantarse al triunfal regreso de Puigdemont; su «Ja soc aquí» desde el balcón de la Generalitat. Las urnas llegarán antes que la paloma mensajera de Moncloa con la Ley de Amnistía en el pico.

Los Presupuestos Generales del Estado han sido las primeras víctimas de la guerra electoral en Cataluña. Y con ellos, muy probablemente, la Agenda Canaria. El PSOE se enfrenta a la tormenta perfecta, mediática, política y jurídica, de la corrupción y al huracán de las elecciones vascas (abril), catalanas (mayo) y europeas (junio). Tres meses de vértigo donde puede pasar de todo y a todos. El cerebro de Sánchez se ha convertido en una urna que solo piensa en la supervivencia. Las tribus bárbaras con las que gobierna se han echado al monte electoral y ya no hay comercio posible.

Aunque parezca imposible, crecerá el ruido y la furia en este país demenciado. Los Ábalos, los Koldos y las mascarillas son armas de destrucción masiva a las que se irán sumando Illa, la avispada familia de Ayuso, Armengol y Torres y todos los que vayan saliendo a golpes de denuncia. Es difícil saber si habrá más víctimas ilustres, pero Moncloa ha demostrado que tarda muy poco en tirar por la borda los pesos muertos. Hace algunos días, una lideresa del socialismo canario bien conectada con Madrid se reunió con los más suyos para ir pensando un plan de contingencia. ¿El mensaje? Si Ángel Víctor cae hay que salvar el partido en Canarias. El ruido y la furia nos conducen a pensar que cualquier cosa es posible.

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