Opinión

Las Verónicas sin ley

Las consecuencias de estos comportamientos permisibles van más allá de la incomodidad momentánea para los residentes locales y otros turistas

Imagen de archivo de Verónicas

Imagen de archivo de Verónicas / E.D.

Que sí, que nadie duda de la importancia del turismo como motor económico y de supervivencia para Canarias. Que sí, que en ningún momento ponemos en la diana a la patronal hotelera ni a los empresarios que han cimentado el crecimiento de la isla desde lugares como Arona o Adeje y que nunca se equivocan. Que sí, que todos sabemos perfectamente la cantidad de puestos de trabajo que genera el sector turístico, aunque muchos de ellos sean alarmantemente precarios.

Que sí, que nos escandalizamos por los continuos problemas de inseguridad y golfería en Las Verónicas, pero apoyamos un turismo low cost patrocinado por los grandes turoperadores. Que sí, que hemos convertido Playa de las Américas en una discoteca gigante donde los vándalos británicos delinquen por un puñado de euros. Que sí, que hablamos de canariedad pero tenemos que pedir una cerveza en inglés.

Que sí, que preconizamos orden y respeto con normas muy laxas para que miles de hooligans vengan a Las Verónicas a vaciar los barriles de dignidad que nunca llevamos a Fitur. Aunque claro, en la feria que nadie quiere perderse no contamos el vandalismo, las peleas callejeras entre animales de diferentes nacionalidades, los campeonatos olímpicos de orinar en público y otros actos disruptivos que se han vuelto lamentablemente comunes en Playa de las Américas.

Las consecuencias de estos comportamientos permisibles van más allá de la incomodidad momentánea para los residentes locales y otros turistas. El vandalismo daña la propiedad pública y privada, lo que resulta en costos adicionales para reparaciones y limpieza. Sobre todo, la reputación de Tenerife como destino turístico se ve afectada negativamente, algo de lo que después de décadas no nos hemos dado cuenta. Que sí, que les fastidia la manifestación de residentes locales pidiendo un mayor control y barreras contra el turismo de masas. Pero el verdadero problema está en el otro lado, en el impacto de este tipo de turismo en la comunidad.

Detrás de este telón de actividad frenética y de marcha sin límites, se encuentra una realidad más oscura: el persistente problema de los actos vandálicos que afecta a los comerciantes locales. Desde grafitis desagradables hasta ventanas rotas y robos, estos actos de salvajismo no solo representan pérdidas económicas, sino también un golpe a la moral y la seguridad de aquellos que llevan años ganándose la vida cerquita de Las Verónicas.

Han sido numerosas las quejas, sin embargo, el día a día comienza con una sensación de aprehensión. Junto al estrés y la inseguridad asociados con la posibilidad de ser víctimas de actos delictivos, los comerciantes también enfrentan el desafío de lidiar con las repercusiones económicas. Robos y puntos de venta de drogas itinerantes son solo algunas de las formas en las que el vandalismo impacta negativamente en su sustento económico.

Que sí, que no es algo generalizado, pero supone un reto eterno que no tiene solución. En Las Verónicas no hay ley. Puede parecer escandaloso, pero ha sido más de una vez el titular empleado por periódicos británicos como The Sun para describir el ecosistema de un punto acotado al desmadre. El fenómeno de los turistas británicos borrachos en el sur de Tenerife es un recordatorio de las amenazas que enfrenta el turismo en Tenerife, Gran Canaria o Lanzarote.

Si bien puede ser una fuerza positiva para el desarrollo económico y cultural, también plantea nuevos retos en términos de sostenibilidad, respeto y convivencia pacífica entre turistas y comunidades locales. Abordarlos requiere de un enfoque colaborativo y multifacético por parte de todos los protagonistas principales. Pero eso es pedir demasiado. Las Verónicas sigue siendo una ciudad sin ley.

@luisfebles