Opinión | EL RECORTE

Otra derrota dolorosa

El PSOE se jugaba abrir una grieta interna en el PP y debilitar el liderazgo interno de su rival pero le ha salido un fiasco

Pedro Sánchez y José Ramón Gómez Besteiro.

Pedro Sánchez y José Ramón Gómez Besteiro. / Marta G. Brea

Cuando uno se pelea contra todo el bar lo más seguro es que acabe recibiendo una paliza. Esa era la esperanza que Pedro Sánchez tenía puesta en Galicia, donde al Partido Popular le estaban pegando por la derecha, por la izquierda y hasta por el entresuelo. Los nacionalistas del Bloque Nacionalista Galego, el PSdG, Sumar, Podemos, Democracia Orensana y hasta VOX iban a degüello, a por el cogote de Alberto Núñez Feijoo, encarnado en Alfonso Rueda.

Pero una vez más, en una autonomía, el tiro de Moncloa le ha salido por la culata. El equipo de Sánchez, como ocurre en los dibujos animados, se ha quedado como un Baltasar de pega, con el rostro ennegrecido por la deflagración de la pólvora electoral que les ha explotado en las narices.

Si el PP hubiera perdido la mayoría absoluta en Galicia, aunque hubiese sido el partido más votado, los titulares habrían hablado de una derrota en toda regla. Y ese era el objetivo que se perseguía por el aparato socialista. «Feijóo se la juega» decían los medios. Y era la estricta verdad. La verdad que se había bien construido. ¿Se jugaba algo Sánchez en Galicia? Pues lo mismo. Se jugaba abrir una grieta interna en el PP y debilitar el liderazgo interno de su rival. Pero le ha salido un fiasco.

El más claro ganador, después de Núñez Feijóo, es el nacionalismo. La extraña estrategia electoral del PSOE, eligiendo un candidato discreto y dejándole en bandeja el protagonismo político a los nacionalistas, ha provocado que el Bloque haya devorado a los socialistas, creciendo a su costa. El PSdG ha sufrido la peor derrota de su historia. La estrategia de Pedro Sánchez está rompiendo los suelos electorales en las autonomías y sumiendo al partido en una impresionante oleada de derrotas territoriales, como en Andalucía, Baleares, Canarias, Aragón, La Rioja y la Comunidad Valenciana. Y ahora Galicia. Suma y sigue.

El desastre socialista solo se ve superado por la hecatombe que ha ocurrido a su izquierda. No hay otra manera de calificarlo. La vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, política gallega, no ha logrado colocar ni un diputado de Sumar en su tierra. Y tampoco lo ha conseguido Podemos. Hacia la derecha del PP, el fracaso de VOX, que no ha obtenido ni un escaño, ha sido un portazo en las narices de Abascal, que pensaba rascar en el territorio de la derechita cobarde y se ha quedado con un palmo de narices.

El éxito del Bloque Nacionalista Galego, que ha canibalizado a los socialistas, le coloca como referente de oposición a los populares. Es un partido que se alinea con las tesis más duras del independentismo, con la amnistía y con la hoja de ruta de los partidos soberanistas catalanes y vascos. Si en este país existieran grandes partidos constitucionalistas, en vez de dos grandes fuerzas políticas antagónicas cuya única obsesión es la liquidación del otro, esta semana, en sus sedes jacobinas, deberían estar hilando preocupaciones por los resultados de autonomías, donde va creciendo lenta e inexorablemente la fuerza centrífuga. Pero no lo harán porque no les dan las neuronas para odiarse y pensar al mismo tiempo.

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