Opinión | El recorte

Los ciclos de la nada

La ministra Portavoz, Pilar Alegría,

La ministra Portavoz, Pilar Alegría, / Alberto Ortega - Europa Press

La ministra Rodríguez, con Alegría, dijo, apoyada en las cifras, que la entrada de la droga marroquí ha disminuido en la España del Sur, a pesar de haber desarticulado la unidad especial de la Guardia Civil que se ocupaba de combatirla. La portavoz del Gobierno podría haber dicho lo mismo con Tristeza, si hubiera otra ministra con ese apellido, lo que habría sido más coherente con el hecho reciente de los dos sepelios de los agentes asesinados por unos narcotraficantes. Pero la política tiende a ignorar lo que le perjudica.

En este país con memoria de besugo nadie se acuerda de las palabras del ministro Albares presumiendo, ufano, de los acuerdos logrados con Marruecos en materia de inmigración. Se felicitaba, con cifras en la mano, por la bajada radical del número de inmigrantes de la ruta hacia Canarias. Luego hemos tenido la mayor oleada que se ha vivido en los últimos años. Pero no pasa nada. Albares sigue por ahí, tan feliz, porque las palabras son aire que van al telediario. O sea, al olvido.

Parece que hemos entrado en ese ciclo terminal de los periodos de gobierno, donde la única solución que se encuentra a los problemas consiste en maquillarlos o postergarlos. Da igual que sea una protesta masiva del sector agrícola que el cabreo de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado enfrentados a una delincuencia cada vez más peligrosa. Porque el único motor que realmente funciona es el de la supervivencia política, lo que produce paradojas tales como que un proyecto de ley de amnistía para los socios que te mantienen en el poder se tramite a la velocidad de la luz y una modificación legal para la distribución de los menores migrantes en Canarias viaje a lomos de una chuchanga.

En estos días importa menos la realidad que las urnas. La actualidad y los esfuerzos están centrados coyunturalmente en el telón de fondo de Galicia, donde hoy se ponen las cartas boca arriba. El PP cometió un error de grueso calibre al admitir tácitamente que su expectativa es una mayoría absoluta. Cualquier otra cosa se va a considerar una derrota. Y en conseguir esa otra cosa es en lo que han estado embebidos los esfuerzos del PSOE, entregado claramente a los nacionalistas del Bloque gallego. Y aunque suene extraño, es también el objetivo al que se ha aplicado Vox, en su marcha caníbal y suicida contra esa derechita cobarde a la que sueña con dar un sorpasso el día en que a Isabel Díaz Ayuso, musa de las cañas, le dé un patatús. Cuando salgamos del pote gallego, con el resultado que sea, serán las elecciones europeas las que marquen la agenda y los afanes de todos. Y después la cita de las elecciones vascas. Y luego las catalanas. Porque aquí vamos así, urgidos por las mecánicas cuánticas electorales y las armas de destrucción política masiva de un país que, ya lo decía Azaña, es una vasta empresa de demoliciones.

La cuestión es que los ciudadanos, la economía y la vida misma necesitan de unos gobiernos y oposiciones ocupados, aunque sea tangencialmente, en tomar decisiones prácticas para los problemas cotidianos. Y eso es algo que no va a pasar, que no puede pasar en una permanente campaña electoral, donde lo que se ventila en las Cortes, en el debate y la acción son golpes de efecto, demagogia inane o simples ocurrencias. Endogamia política sin más recorrido práctico que la conquista de titulares. O sea, votos. O sea, nada.

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