Opinión | El recorte

El campo está cabreado

Los agricultores españoles generalizan sus protestas esta semana ante la crisis del campo

Los agricultores españoles generalizan sus protestas esta semana ante la crisis del campo / Ismael Herrero

Hay un fantasma que recorre Europa subido a un tractor. Las protestas del sector agrícola empezaron en Francia y se han extendido a España. No es por lo de culo veo culo quiero, sino porque hay elecciones europeas en junio y, como sabe cualquier buen ganadero, es el momento estratégico para ordeñar.

Si existe un sector protegido por la Unión Europea, desde tiempos inmemoriales, es el primario. La Política Agrícola Común se come unos cincuenta mil millones del presupuesto comunitario y va destinada a la subvención, en sus más variadas formas, a los agricultores y ganaderos. Los franceses están hartos, dicen, de la competencia desleal de España. A su vez, los españoles están cabreados con los productos de Marruecos, que son más baratos que los nacionales. Todos contra todos.

La realidad es implacable: quien vende más barato se lleva al gato al agua. Hay pocos argumentos para defender que un ciudadano europeo tenga que comprar más caro un producto comunitario subvencionado si puede conseguir uno más barato importado de otro lugar sin subvencionar.

El bosque de normas y garantías que se pide a las producciones comunitarias es casi similar en todos los países de la Unión. Cosa distinta de la laxitud normativa que se tiene con las importaciones de terceros países como Marruecos. Pero a Francia bien que no le importa comprar tomate marroquí para reexportarlo a Alemania llevándose la pasta por la intermediación.

Las normas europeas prohiben vender a pérdida, en un intento de proteger a los agricultores de las presiones de los intermediarios. Pero eso eleva los precios finales. Y por otra parte, Bruselas no subvenciona solo el volumen de producción sino que lo condiciona a requisitos de calidad y medioambientales, lo que también aumenta el costo de las producciones y encarece el producto comunitario frente a la competencia de terceros países a los que eso del medio ambiente se las trae al pairo. Al final la lógica del mercado es más poderosa que las normas. Con tanto reglamento y tanta norma nos estamos poniendo un palo en las ruedas. La batalla de los precios está perdida ante terceros.

La agricultura europea, pese a las protestas, sigue siendo un gran negocio de miles de millones. La renta agraria se disparó el año pasado por encima de los treinta mil millones. El regreso al proteccionismo que están pidiendo los agricultores franceses –contagiando a otros países– supondría para Europa darse un tiro en el pie. No solo porque sería privar a los ciudadanos de productos más baratos, sino porque si tu no permites a nadie de fuera que vendan en tus mercados probablemente te impedirán a ti vender en los suyos.

Los agricultores están cada vez más cabreados por la burocracia y los sobrecostos que les están imponiendo en defensa de la lucha contra el cambio climático. Se sienten amenazados por los ecorregímenes que empiezan a condicionar las ayudas a la adopción de costosas medidas de sostenibilidad. La lucha contra el calentamiento global y las emisiones de CO2 de los pedos de las vacas ya ha logrado algo: calentar al campo.

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