A través de las redes sociales se ha viralizado la siguiente publicación:

«Una barra de acero de 1000 gramos. Su valor bruto ronda los 100 dólares.

Si decides hacer herraduras, su valor aumentaría a $250.

Si, en cambio, decidiera fabricar agujas de coser, el valor aumentaría a unos 70.000 dólares.

Si decidiera producir resortes y engranajes para relojes, el valor aumentaría a aproximadamente $6 millones.

Sin embargo, si decide fabricar componentes láser de precisión como los que se utilizan en litografía, valdrá 15 millones de dólares.

Tu valor no es sólo de qué estás hecho, sino, sobre todo, de qué manera puedes sacar lo mejor de quién eres».

Independientemente de que el precio no esté actualizado (está a unos 0,250 dólares el kilo) es un buen ejemplo para hablar de productividad y valor añadido.

La  productividad  se refiere a la eficiencia y efectividad de una empresa o economía en generar resultados con los recursos disponibles. Mejorar la productividad no es trabajar más horas ni más duro, sino hacerlo de forma más inteligente y buscando maneras más eficientes y efectivas de producir más bienes y servicios con el mismo esfuerzo.  También consiste en generar productos y servicios de  mayor valor añadido.

El valor añadido es la diferencia entre el valor de los bienes y servicios producidos por una empresa y el valor de los bienes y servicios utilizados para producirlos. El valor añadido es un indicador importante de la eficiencia de una empresa en la producción de bienes y servicios que puede variar según la industria y la empresa en cuestión 

Cuanto más productivo seamos y mayor valor añadido consigamos las empresas, más riqueza y más empleo se creará y más consolidado estará el estado de bienestar (sanidad educación y ayudas sociales).

Sirve lo mismo a la hora de planificar y ejecutar infraestructuras, pues la eficiencia de éstas, son fundamentales para apuntalar que la actividad económica y la competitividad se consoliden y sean sostenible a lo largo del tiempo.

Tenemos que pensar a lo grande a la hora de diseñar el tejido productivo y las infraestructuras, pues sabemos por experiencia que los anuncios en televisión, o en la sociedad, los anuncios no pueden ser mejores que los programas.