Opinión | En el camino de la Historia

Tiempos para el desasosiego y la incertidumbre…(Y a lo lejos, el nihilismo)

A escalas mucho mayores hay incertidumbre sobre la explicación

A escalas mucho mayores hay incertidumbre sobre la explicación / Pixabay

Son los que la tramoya de la política mundial nos ofrece con sus escenas más que halagadoras, catastróficas, más que sosegadas teñidas de desasosiego y más que una certidumbre para que se puedan planificar cuestiones que vayan en la construcción de la identidad de cada uno y de los pueblos donde desarrolla su existencia.

El momento bien pudiera definirse en que nos encontramos situados donde las decisiones de máximo rango político y social las tomen personajes que parecen de sainete o salidos de una ópera bufa que no permite ningún tipo de alegría ni de una esperanza consolidada en el tiempo.

Los que hablan con cierta autoridad académica y prospección futurible sobre lo que nos espera, manifiestan que mientras se mantengan los conflictos de las guerras y que por más que se pertreche un país con armas mortíferas para atacar, el otro que se ve atacado hace lo mismo, pero con armamento más sofisticado , donde sus espoletas para la destrucción comprometen más aún la paz mundial por la que tanto abogó el filosofo universal de Konigsberg, Immanuel Kant.

Y mientras los ídolos no caigan, y no van a caer, todo continuará igual a no ser que por el hueco que deje la guerra sea ocupado por la justicia, según preconizan algunos com Luis Moreno Ocampo, exfiscal jefe de la Corte Penal Internacional.

Y por parte de John Rawls, filósofo estadounidense y profesor de filosofía política en la Universidad de Harvard en su libro escrito en 1971 Teoría de la Justicia, quien considera que los principios de justicia que son objeto de un acuerdo entre personas racionales, libres e iguales en una situación contractual justa pueden contar con una validez internacional e incondicional.

Pero en estas situaciones donde lo justo es difícil de conceptualizar, si pudiera tomar presencia la ética o la moralidad dejando como vigente la sentencia de David Hume, más acentuada hoy , si se quiere, «el deber ser no se sigue lógicamente del ser».

Por lo que cuando se pone en juego la demagogia de que todo transcurre de arreglo al orden judicial instituido, estamos en un camino no muy seguro, siendo eso si, aceptada por una mayoría consensuada como principio de toda acción, sobre todo, política.

Dado que como la justicia se plantea como un paradigma más que científico acercándose al logro de una moralidad consecuente y torticera, al volver la mirada no tan atrás se podrá avistar cómo la esperanza que por un momento fue determinista y que nos alejaba de esa incertidumbre ya instituida, nos fabrican con más contundencia sin apenas darnos cuenta y mediante el miedo y sin autocontrol, nuevas realidades por lo que se puede dar todo por perdido, alejándonos de la verdad que nos compromete; y aceptarla, nos dicen, como el mejor de los remedios. Cayendo en la monotonía de ser incapaces de enderezar los entuertos que nos han inoculado a través de la mentira y que son irreductibles ni con nuestra razón política ni nuestra razón practica.

Haciendo un canto a la pereza e indigencia intelectual, aceptando las cosas como nos dicen que son, poniendo en juego no sola la esencia de especímenes pensantes sino lo peor: que el futuro es hoy. No lo busquemos mañana porque seria una pérdida de tiempo irrecuperable

Sin embargo estos tiempos que nos acercan a la nada nihilista, paradójicamente tienen más vitalidad que nunca. No haciendo falta releer La voluntad del poder, de Nietzsche, ni Raskolnikof, de Dostoievski , donde tanto uno como otro ven en el nihilismo la salvación. Lo consideran como un tiempo de espera necesario para que los desajustes producidos por el poder, los descalabros sociales y los imprevistos institucionales se vayan agrupando dentro de sus contradicciones y que desde su misma esencia aparezca una nueva manera de entender el mundo, una diferente forma de comunicación, dejando atrás las memeces y el negocio de las redes sociales, llenas de vacuidad y preñadas de aburrimiento donde el soliloquio se universaliza.