Opinión | El recorte

Podemos se echa al monte

Archivo - El portavoz de Podemos Javier Sánchez Serna durante una rueda de prensa anterior a la reunión de la Junta de Portavoces, en el Congreso de los Diputados, a 14 de septiembre de 2023, en Madrid (España).

Archivo - El portavoz de Podemos Javier Sánchez Serna durante una rueda de prensa anterior a la reunión de la Junta de Portavoces, en el Congreso de los Diputados, a 14 de septiembre de 2023, en Madrid (España). / Carlos Luján - Europa Press - Archivo

Nos dijeron que lo suyo no iba de poder o de sillones, sino de programas. Nos contaron que llegaba una nueva manera de hacer política, donde funcionaban las reglas de la sororidad, la exquisita sensibilidad femenina y una cultura distinta a la de la testosterona. Pues bien, nos la metieron doblada. El enfrentamiento entre Irene Montero y Yolanda Díaz, su despiadada lucha por el poder, no tienen nada que envidiar a una clásica pelea de machos. Nada nuevo bajo el sol.

Los cinco diputados de Podemos en el Congreso abandonan el grupo de Sumar y se pasan al Mixto, lo que trae algunas consecuencias. La primera será jeringar a los que ya estaban en el grupo, como Coalición Canaria, que tendrán que repartir presupuestos y tiempos de intervención parlamentaria con los agresivos cachorros de la izquierda, que llegan calentitos. La segunda es que el pacto que sostiene al Gobierno ha perdido, matemáticamente hablando, la mayoría.

Ahora mismo los partidos que están fuera del pacto suman 176 escaños y los que apoyan a Sánchez solo 174. Y aunque algunos piensen que es imposible, es totalmente probable que Podemos acabe votando alguna vez contra el Gobierno si nadie se molesta en negociar con ellos su voto afirmativo. Aunque eso signifique situarse en la oposición junto a Vox y el PP. Lo harán porque el enfrentamiento entre Yolanda Díaz e Irene Montero ya es algo personal. Lo harán porque si no se negocia con ellos nada les obliga a votar con la mayoría. Y lo harán, sobre todo, porque les dará algo que para la gente de Podemos ha sido siempre fundamental: notoriedad mediática.

Decía el viejo chiste que si dejas encerrados en una habitación a tres comunistas y vuelves al cabo de una hora ya habrá cinco escisiones. Pero el cainismo no es una maldición exclusiva de la izquierda, como bien diría Pablo Casado. Es una consecuencia inevitable del choque de egos. Lo que pasa es que siempre fue una pelea de gallos. Hasta que llegó el feminismo a darle la vuelta al diccionario, a la vida y a la política. La rebelión en la granja nos ha traído hasta este nuevo tiempo donde afloran también los excesos de la progesterona. Las gallinas también tienen espolones.

Podemos se resiste a la eutanasia que les han recetado desde Moncloa con la colaboración de Yolanda Díaz y quiere morir matando. Las primeras declaraciones de políticos de Sumar, calificando a los diputados podemitas como tránsfugas de libro, son las penúltimas patadas a los tobillos en un partido donde se practica el juego sucio. Ione Belarra e Irene Montero no han dicho que vayan a votar contra el Gobierno, pero es un hecho que han sido expulsados del poder. No es que se hayan ido, es que les han echado. Eso significa que van a elegir el momento y el lugar en que darle a Pedro Sánchez el revolcón de una derrota parlamentaria pedagógica. Una en la que compruebe que no puede gobernar sin esos cinco votos fundamentales que han sido el peor error que ha cometido Yolanda Díaz. Esperen y vean. Esto no ha hecho más que empezar.

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