Opinión | A BABOR

Agua que has de beber

El frío y algunas gotas de agua que han caído estos días han venido a aliviar la situación crítica que la sequía de estos últimos meses ha provocado en el sistema de balsas de Tenerife, en volúmenes absolutamente mínimos. No es que lo poco que ha llovido haya subido el nivel de las balsas, pero sí ha reducido la demanda agrícola, y la cosa ha mejorado un poco, o por lo menos no ha seguido empeorando. Pero de los cinco millones de metros cúbicos de cabida de todas las balsas de la isla, el almacenamiento disponible roza apenas los setecientos mil metros, habiéndose estancado este verano en la cifra récord de medio millón de metros cúbicos.

Y es que este año de 2023 ha sido uno de los años más secos y calurosos desde que hay registro, con una situación agravada por el incendio que arrasó en el mes de agosto el dorsal de la isla. A esa situación, se suman las obras en las balsas de la Isla Baja, de Benijos, en La Orotava, y de la montaña de Taco, con una capacidad cercana al millón de metros cúbicos, y también la emergencia por escasez de agua para la agricultura en Buenavista del Norte, Los Silos, el Tanque y Garachico, donde el Cabildo optó por instalar a mediados de año dos desaladoras portátiles, capaces de producir dos mil metros cúbicos de agua de riego. Ha supuesto una ayuda para los agricultores de la zona, desesperados, por la situación, pero eso no ha resuelto ni de lejos el déficit hídrico, muy grave en la Isla Baja y en el Valle de Güímar. El Cabildo estudia un convenio entre su empresa pública de Balsas y la capital chicharrera, para poner urgentemente en funcionamiento una estación que existe en El Chorrillo y que actualmente se encuentra parada. Eso permitiría bombear agua desalada a la zona sureste, pero no resolvería tampoco del todo el problema: una solución a largo plazo exige regenerar agua para riego, tanto por tratamiento de residuales, como por desalación, porque el agua potable disponible es cada vez más escasa. Por eso se estudias la instalación con carácter de urgencia de otra desaladora en el Valle de Güímar.

La situación del Valle no afecta sólo a la agricultura, también al abastecimiento doméstico. Y es algo bastante inexplicable, uno de esos misterios insondables que durante años han permitido una situación absurda que perjudica gravemente a los vecinos de los municipios de Candelaria, Arafo y Güímar, y es la que afecta a uno de los mejores y más productivos pozos de Tenerife, el de Chiguengue, que se perforó en 1976, como un complemento imprescindible del Polígono Industrial, con la intención de permitir el abastecimiento de agua de las empresas que se instalaran allí. La financiación del pozo fue acometida por los tres ayuntamientos propietarios del Polígono, los mismos que un cuarto de siglo más tarde pagaron también la excavación de una galería vinculada al pozo, que permitió aumentar el caudal de agua extraída a seiscientas pipas por hora. Se trata de una de las mejores aguas de Tenerife, y –sin duda- la mejor que se extrae en el Sur.

Tras la construcción de la galería se conectó el pozo con una tubería a Güímar, desde donde la empresa que gestiona el pozo envía algo de agua al municipio, mientras parte del resto se destina a venderla a las industrias del polígono y en menor medida a usos agrarios. Es cierto que esos usos no parecen razonables, tratándose de agua potable de gran calidad, pero es que nadie controla hoy –casi un siglo después de la construcción del pozo– como se gestiona este. La historia se ha ido enredando desde hace años, en la misma medida que la gestión de todo el polígono: en 2013 los alcaldes de Arafo, José Juan Lemes, y de Candelaria, José Gumersindo García, y la alcaldesa de Güímar, Carmen Luisa Castro, asumieron la recepción del Polígono y la propiedad del pozo de Chiguengue, gestionado por la empresa Tagua desde esa fecha. Sin embargo, la concesión se encuentra en precario y fuera de ordenamiento desde hace ya más de una década, pero los litigios que han acompañado desde siempre la gestión del polígono han impedido resolver el retorno de la gestión a los municipios, o al menos algún sistema que permita saber el agua que se extrae realmente del pozo, y controlar quien se vende y en qué se gasta el agua de más calidad del Sur de Tenerife.

En junio de este año, en plena crisis hídrica, la Asociación de Compensación del Polígono fue disuelta por el Juzgado de lo Contencioso-Administrativo. Pero los Ayuntamientos condicionan la ejecución de la sentencia, aceptada formalmente, a que se resuelva la transferencia de la propiedad y gestión del pozo de Chiguengue a las administraciones municipales. Sin embargo, ha pasado ya casi medio año, y no hay forma de desatascar la situación, mientras el agua potable se sigue vendiendo para usos que no resultan razonables en estos momentos: con dos depuradoras en el entorno del polígono, una de ellas paralizada por falta de previsión (no hay canalizaciones de aguas sucias desde los Ayuntamientos) es absurdo que un agua estupenda para beber se utilice preferentemente para fines industriales y agrícolas, mientras en los ayuntamientos los vecinos consumen agua de peor calidad.

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