Opinión

Juan Jesús González Afonso

La Guancha en una lectura social y ambiental: el caso del agua (I)

Charco en La Guancha.

Charco en La Guancha. / E. D.

Es difícil leer el territorio y la sociedad del norte de Tenerife sin referirnos a espacios especialmente singulares como La Guancha que, como podría ser el caso del municipio de Arafo en la vertiente Sur, presentaron de siempre características llamativas desde el punto de vista de la integración social, cultural y económica acaso relacionadas con la concentración en núcleos más o menos bien definidos de la población (La Guancha en Santo Domingo, Santa Catalina y el casco en las medianías) junto con la presencia de centros culturales tipo casinos que mantuvieron históricamente un sesgo democrático característico y sin duda enriquecedor.

Si a esto le unimos el hecho de que La Guancha presentaba una estructura de la propiedad bastante repartida, sin esas grandes haciendas que se podían encontrar en municipios del entorno y en buena parte de Tenerife, la presencia de una zona de tierras antiguas protegida de las coladas teidianas fundamentalmente gracias al «dique de contención» del Cerro Gordo y al hecho cierto de que se produjeron allí los primeros alumbramientos importantes de agua en la vertiente Norte, gracias a la galería de Los Palomos, nos encontramos con la presencia de una clase media agraria que fue capaz de exportar papas tempranas a Inglaterra e incluso a Cuba.

Y sí, muchos recuerdan todavía el hecho de que a La Guancha tuvo que acudir un ministro de agricultura de Adolfo Suárez, Jaime Lamo de Espinosa (caso único en Canarias), como consecuencia del malestar generado por la importación de papas y la amenaza de llegada de cargamentos foráneos cuando todavía había producción local suficiente para satisfacer la demanda interna. Claro que estamos hablando de otros tiempos y otras circunstancias lamentablemente (o afortunadamente según se mire) bien distintas pero tan solo cuatro décadas después.

El alumbramiento de Los Palomos supuso literalmente «matar hambre» (y sed lógicamente) en buena parte del Norte, de hecho por medio de un sifón de uralita que cruza el Barranco de Ruiz estas aguas llegaron hasta La Orotava para regar tierras incluso en El Rincón. Hacia el otro lado, rumbo a punta de Teno, Los Palomos permitió el desarrollo de la agricultura en buena parte de la Isla Baja y hoy día La Guancha, por medio de los alumbramientos de Vergara fundamentalmente, envía agua hasta Los Baldíos (La Laguna) por el norte y nada menos que hasta Fañabé por la vertiente sur.

Pero no cabe duda que, en el asunto que tiene que ver con el recurso agua del que La Guancha sigue siendo referente y probablemente la mayor potencia en alumbramiento de aguas del Archipiélago canario, nos encontramos con una serie de amenazas que quizás no tengan tanto que ver con la reducción de caudales (generalizada en todas las islas occidentales) sino más bien con la baja calidad de las mismas con el riesgo que ello representa fundamentalmente para la conservación del suelo agrario en condiciones óptimas, asunto estratégico del primer orden.

Y en este sentido hay dos aspectos que nos gustaría destacar en el sentido de pedir una reflexión seria sobre la cuestión agua y la necesidad de cuidar y proteger su calidad y sostenibilidad de los alumbramientos. Y es que por un lado parece evidente que bajo ningún concepto podemos permitirnos galerías que en su momento fueron referentes, con agua aún hoy en día de buena calidad pero que sin embargo probablemente no se esté aprovechando ni el 20% del caudal real. ¿Qué cómo se explica? Pues sencillamente porque las galerías, como casi todo en la vida, requieren de un mantenimiento y ocuparse de la limpieza especialmente de los derrumbes, y en este sentido no es de recibo que sigamos teniendo galerías en las que no se entra desde hace 30 e incluso 50 años, por no referirnos al vergonzoso asunto de las pérdidas en redes urbanas. Toda la seguridad y los medios tecnológicos necesarios para evitar o limitar los riesgos al máximo es una cuestión que no podemos ni debemos permitirnos y ahí la administración pública debe buscar los mecanismos necesarios para acometer dicha tarea sin demora.

Galerías como Los Palomos, ya mencionada como pionera, el Porvenir, El Frontón, Pinalete, Río de la Guancha, Monte Frío… y otras tantas por la zona debían ser objeto de esa atención necesaria no sólo para no desaprovechar el recurso sino como forma de buscar mejores calidades que, no obstante, obviamente con los altos niveles de conductividad que padecemos habitualmente tendremos que recurrir a la desalinización, sin duda.

Pero hay otro aspecto que se está descuidando por completo, y sobre el que no aparecen sino dificultades a la hora de plantear cualquier proyecto relacionado, que es la necesidad de un planteamiento estratégico que tenga que ver con el aprovechamiento de las aguas de escorrentía principalmente como forma complementaria de actuar con eficacia contra el problema de la alta conductividad. No es de recibo, hay que decirlo con claridad, que hayan caído a principios de noviembre más de 100 litros/m² en la medianías de La Guancha y eso no haya tenido ningún efecto sobre balsas como la de la Tabona, que está por debajo de la cota de la zona urbana del casco de La Guancha de donde no se aprovecha ni una gota.

Ojeando el Plan de Obras Hidráulicas de Tenerife de 1961 se apostaba por un modelo donde las escorrentías representaban el 42% de la generación total mientras hoy día, planificación hidrológica en mano, las expectativas son casi despreciables (menos del 1%), por lo que no deja de presentarse como inadmisible que no se esté apostando por ese aprovechamiento o nos permitamos tener vacía la balsa de Tierras de Mesa, por poner otro ejemplo, y el tomadero que se construyó en su día destrozado sin posibilidad alguna de recuperación del recurso que se desperdicia por barranqueras, carreteras y barrancos del entorno.

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