Opinión | Crónicas de la Revo-ilusión

El mito del macho (y II)

El presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, en una foto de archivo.

El presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, en una foto de archivo. / EFE

Crear su propio mito, el mito de la hembra presidenta, dominadora, que utiliza el poder para hacer lo que le plazca. Intercambiar los papeles, y que la mujer fue primero y a partir de su costilla nació el hombre. Y que en el Vaticano tengamos a una papisa que pida perdón por los abusos de las sacerdotisas. Para que los hombres tengan miedo de estar a solas por la noche en un lugar poco concurrido y que la ley castigue las agresiones sexuales que sufren ante el aumento de las manadas de violadoras. Solo así, con una teórica situación de igualdad que no es tal, habrá que generar un movimiento que luche por la defensa de nuestros derechos, porque cobras un salario inferior, atrapado en la cosificación masculina, contra la imposición de ser perfecto, buen compañero, gran padre y magnífico amante. Y que un Shakiro cante lo de que «un lobo como yo no está pa’ tipas como tú», cansado de aguantar las infidelidades de la Piqueta de turno. Será entonces cuando el hombre se harte de ser tratado como un objeto sexual, y de escuchar que todos los rubios son tontos. Mujeres fuertes que deciden a voluntad, matriarcados en familias que discriminan la heterosexualidad como una rémora del patriarcado, niñas que juegan con Barbies sin depilar. Hembras que demuestran su feminidad por medio de la violencia sistémica, y que almacenan espermatozoides congelados y seleccionados para reproducirse en seres gestados fuera del útero. Niños, jóvenos y señoros condenados a la mutilación de sus genitales por el mero hecho de pertenecer a un género perseguido. Madres que casen a sus hijos menores de edad con viejas adineradas. La Luisa Rubiales del fútbol. La homo sapiens del feminismo. La diosa que se superó a sí misma. Matar el mito del macho, con dos cojones.

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