Opinión | EN EL CAMINO DE LA HISTORIA

Juan Jesús Ayala

‘El alarido ronco del ganador’

Felipe González y José María Aznar, junto a Manuel Campo, moderador del debate cara a cara entre los candidatos a la presidencia del Gobierno en el 1993.

Felipe González y José María Aznar, junto a Manuel Campo, moderador del debate cara a cara entre los candidatos a la presidencia del Gobierno en el 1993. / A3TV

Es el título de un libro escrito en 1966 por Ramón Cotarelo, catedrático de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid y en la actualidad profesor emérito, que viene a significar una acertada metáfora del discurso político del momento. Su pensamiento continúa proyectado al día de hoy donde se sigue hablando de la división de la izquierda, la incertidumbre y ambigüedad de la derecha y, sobre todo, del poder oculto de los nacionalismos.

Muy poco ha variado el escenario de la política española en cuestión de pactos. Es histórica la posición de Felipe González enfrentado a Julio Anguita hasta el punto que el comunismo llegó a votar en determinadas cuestiones de relevancia estatal a favor de la derecha de José María Aznar con tal de no facilitar que fueran un avance de la socialdemocracia del PSOE de González y Alfonso Guerra.

Felipe González y Jordi Pujol pusieron en 1994 las bases de colaboración parlamentaria entre los socialistas y los nacionalistas catalanes que garantizase la estabilidad parlamentaria hasta el final de la legislatura o al menos hasta 1995, donde el PSOE tuvo que hacer quiebros jurídicos y políticos para obtener este compromiso a cambio del sobreseimiento del asunto turbio que envolvía a la familia Pujol y su poder económico vinculado a Banca Catalana.

Pero con anterioridad, en 1993, el PSOE se había quedado lejos de la mayoría absoluta con 157 diputados, por lo que necesitó los 17 votos de CiU y los 5 del PNV; pero en 1995 los nacionalistas catalanes retiraron el apoyo al gobierno socialista provocando nuevas elecciones generales en 1996 y cambiaron de socio, apoyando a Aznar, que alcanzó la presidencia del gobierno.

El PNV pasa del pacto con los socialistas en 1993 a llegar a acuerdos en 1996 con Aznar. Ya antes de llegar a ese acuerdo, Arzalluz no se cansó de decir que era muy difícil y hasta imposible lograr un entendimiento con Aznar pero la cortesía parlamentaria le obligaba a ese encuentro puesto que según los resultados de las elecciones de 1996 los populares obtenían 156, CiU 15, el PNV 5 y CC 4. Pero Arzalluz firma el acuerdo después de complicadas negociaciones adjudicándose importantes competencias, como la de la Seguridad Social, Puertos y Aeropuertos. Así como el Pacto de Majestic, donde a cambio de los votos de CiU se le daba más competencias a Cataluña. Y los 4 votos de CC lograron la reforma del Estatuto de Canarias, un Estatuto Permanente para las islas ante la Unión Europea y la mejora del Régimen Fiscal.

Aznar terminó hablando catalán y José Carlos Mauricio no se cansaba de decir que era raro el día que no iba a la Moncloa a desayunar con el presidente Aznar.

La política siguió por los mismos derroteros ya que a pesar de apuntalar gobiernos centralistas los nacionalismos periféricos continuaron con sus programas sobre la soberanía de sus territorios y la exigencia del derecho a la autodeterminación como propusieron por mayoría sus respectivos parlamentos. A excepción, eso sí, el de Canarias.

Y ahora estamos en las mismas, al igual que ayer, anteayer y siempre. El poder del que se cree ganador no es un alarido ronco, es una mueca de entusiasmo donde se ve de antemano quién va a ganar.

No va a hacerlo ni Sánchez ni Feijóo. El poder está en manos de los nacionalismos y en este momento más concretamente del PNV y, miren por dónde, de CC.

Las cuentas son fáciles de hacer tanto para un bloque como para el otro; pero según cómo han ido los vientos de la historia puede acontecer que el PNV se quede en el bloque socialista y no en el popular, donde con sus 5 diputados Sánchez lograría la mayoría que le dé la gobernabilidad.

Sin embargo, la imposibilidad, de momento, de llegar a acuerdos con el PNV es histórica, lo mismo se ha ido para la derecha como para la izquierda, lo mismo que apoyó al PSOE, en otra legislatura, como hemos visto se arrumbó al PP.

Así que cualquier situación se podrá dar. De momento el voto del PNV cobra más importancia que el de Junts .Y lo que sí está claro es que los nacionalismos mandan y son los que poseen, una vez más, como diría Cotarelo, «el alarido ronco del ganador».

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