Opinión | EL RECORTE

Previsiones y provocaciones

Fernando Clavijo saluda a Ángel Víctor Torres tras finalizar el pleno. | | MARÍA PISACA

Fernando Clavijo saluda a Ángel Víctor Torres tras finalizar el pleno. | | MARÍA PISACA / M. Á. Montero

Ayer se constituyó el Parlamento de Canarias por undécima vez en la historia de Canarias y no por onceava, como aseguraba un diputado electo demostrando precozmente sus carencias mentales antes incluso de colgarse la medalla de representante popular. En la cámara está por ver el ambiente que se respira en este mandato, pero en la Mesa el que meta la mano la saca sin dedos. Astrid Pérez (PP), la nueva presidenta, va a tener que lidiar con cuatro mihuras de esos que llevan los cuernos más afilados que el hambre. Dos por la primera parte contratante (CC), Ana Oramas y Mario Cabrera y dos por la segunda parte amortizada (PSOE), Gustavo Matos y Patricia Hernández. El premio de consolación del socialismo tinerfeño está en ese lujoso cementerio de grandes colmillos que se sienta en lo más alto del hemiciclo.

Será en el pleno de investidura de Fernando Clavijo en donde se verán los mimbres de esta nueva cesta. El ex presidente de la asamblea legislativa canaria, Gustavo Matos, ya adelantó que esta legislatura va a ser más crispada. Debe ser porque la izquierda cesada anda de muy mala leche. Las derrotas, sobre todo cuando ganas, son muy indigestas. Y por lo que anda diciendo el ex presidente Torres sobre la reforma de la ley electoral, esta última ha sido especialmente dolorosa. A la cúpula del socialismo canario la engañó esa corte aduladora que siempre rodea al poder y unas encuestas increíbles, dopadas con el clembuterol de la ignorancia insular.

Pero en realidad, la verdadera crítica al nuevo Gobierno de nacionalistas y populares no estará en el Parlamento. La oposición cargará durante un tiempo con las secuelas de sus fracasos de gestión, que a la larga pesan mucho más que los éxitos. En donde se encuentra el foco de altas temperaturas que pueden provocar un incendio es en Gran Canaria. Ya circula por los ambientes políticos de la isla la evidencia de que Tenerife –otra vez– tiene la sartén del poder agarrada por el mango, porque presidente y vicepresidente cojean de la pata chicharrera. Y ese poderoso argumentario, que nadie expresa en público y muchos mastican en privado, es demasiado tentador como para que la izquierda en el Ayuntamiento de Las Palmas y en el Cabildo de Gran Canaria no lo terminen rentabilizando a las primeras de cambio.

El insularismo es un virus oportunista que prospera en los estados de melancolía que provoca perder el poder. Es una infección opositora. Y salvo que mucho me equivoque, es la patología que se va a padecer en los próximos cuatro años. Volveremos a la cantata de la acorazada mediática y del régimen mangoneado por el tinerfeñismo profundo, interpretada precisamente por quienes con mayor habilidad han invertido en el favor de la influencia mediática. No por ser previsible Canarias deja de ser extremadamente divertida.

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