Opinión

El relato mediático de la izquierda en relación con la vivienda

Archivo - Imagen de archivo de una vivienda en alquiler

Archivo - Imagen de archivo de una vivienda en alquiler / EUROPA PRESS - Archivo

El cachondeo, producido con las ocurrencias de «Promociones Inmobiliarias Moncloa», se ha generalizado de tal forma que hasta los socios del presidente se lo toman a guasa, aunque advirtiéndole de que su fiebre inmobiliaria no deja de ser un oportunismo electoral. Está claro que nadie cree al presidente Sánchez.

Parece mentira que apenas corregido –gracias al apoyo del PP– el dislate de Ley del Sí es Sí, en el que 1.000 delincuentes sexuales han visto rebajada sus penas y 100 de ellos han salido a la calle, sin que ningún responsable político haya dimitido o haya sido cesado o cesada, seguidamente se metan en otro berenjenal legislativo.

En este caso se trata de la Ley de Vivienda. E igual que la anterior ley, la bancada de la izquierda y los de la izquierda de la izquierda aplaudían a rabiar; seguramente, sin tener ni puñetera idea de lo que acababan de votar. Aunque esta vez había una gran diferencia: el presidente del gobierno estaba presente y sí votó.

El relato mediático de la izquierda en el caso de la vivienda pone su énfasis en discernir, ideológicamente, quiénes son los buenos y quiénes los malos en dicha materia. Con esta ley pretenden salvaguardar a los inquilinos de los ogros y malísimos propietarios e incrementar los pisos de alquiler y construir el número máximo de viviendas protegidas. Curiosamente, en los últimos cinco años tan sólo se han hecho unas 30.000, de las cuales 4.770 se destinaron al alquiler. Y ahora, cuando está finalizando su mandato, a Sánchez le entran las prisas y se pone, tal si fuera un buhonero, a ofrecer viviendas como loco. Ya hemos perdido la cuenta. Total, qué más da prometer 100.000 que 200.000 o un millón. Siempre habrá ingenuos que lo crean.

Pero la otra cara de la ley ya está provocando el que los expertos en dicha materia adviertan del despropósito de algunos de sus contenidos, y avisen de que creará problemas colaterales –como la de la Ley del Sí es Sí–, que, en este caso, resultarán nefastos para ambas partes: los inquilinos y los arrendadores. En el sentido de que acabará o mermará sustancialmente la oferta de las viviendas en alquiler, ya que la ley ataca de manera directa a los propietarios, distorsionando el mercado de la vivienda. Y, debido a ello, lo más razonable, aunque no sea lo más deseable, sea que disminuya la oferta y aumenten los precios de los pisos que queden.

Y, con respecto a los futuros inquilinos –sobre todo para la juventud que intenta independizarse–, les resultarán mucho más problemáticos y farragosos los requisitos y condiciones para acceder a un alquiler. Y sin olvidarnos de las inmobiliarias, que ven peligrar su negocio como agentes intermediarios. Además, no es equívoco decir que aumentará la inseguridad jurídica en el caso de que el propietario quiera recuperar su casa por un impago del inquilino. Aunque los que estarán de enhorabuena serán los «okupas», ya que aumentan los requisitos administrativos y, por tanto, el tiempo, para poder desalojarlos. Siempre y cuando que estos no se declaren «personas vulnerables», porque, entonces, no los echan ni con la Legión.

La ley podemita de Vivienda, como denuncian los sindicatos judiciales y policiales, va en contra de todas las medidas que hasta ahora venían adoptando para combatir la ocupación ilegal de las viviendas. Pero si todo esto era poco follón, tenemos en medio a las Comunidades Autónomas. Que, como sabrán –aunque el gobierno parece obviarlo–, tienen transferida la competencia en materia de vivienda. Por lo que se podrían producir desigualdades sociales y económicas entre las comunidades que decidan o no aplicar la nueva ley. De hecho, su socio del PNV, no solo ha votado en contra de la ley, sino que está planteando un recurso ante el TC.

Lo gracioso del caso es que Sánchez ha amenazado con actuar (?) contra las comunidades autónomas –se supone que pensando en las del PP– que no cumplan con dicha ley: «Lo que se aprueba en estas Cortes Generales tiene que cumplirse en todos y cada uno de los territorios…» y se ha quedado tan pancho.

Los catalanes y los vascos todavía se están partiendo de la risa.

macost33@gmail.com

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