Opinión | EL RECORTE

Cosas nunca vistas

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

En la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados han pasado cosas tan extraordinarias como que el fundador del partido socialista amenazara con matar a tiros al líder de las derechas. Ese altozano del hemiciclo ha visto hasta a un guardia civil, pistola en mano, disparando al techo y soltando gritos cuarteleros a los representantes del pueblo. Lo que era inédito es ver un gobierno en contra de sí mismo.

La rectificación de los errores de la Ley del solo Sí es Sí se produjo la semana pasada a través de un acuerdo entre el PSOE y el PP. Y nos permitió observar un pasmoso espectáculo: una ministra que sube a la tribuna para cargar contra otra ministra de su mismo gobierno que ha echado mano de la oposición para aprobar una ley. Un esperpento que en cualquier otro país, regido por la lógica, habría terminado con la dimisión de alguien. Por coherencia. Por dignidad. O por lo que sea.

Pero el poder es un pegamento extraordinario. Produce un sellado mucho más fuerte que La Gotita. Tal vez por eso las dos ministras de Podemos, Ione Belarra e Irene Montero, atravesaron las amargas aguas de la soledad de sus escaños intentando rentabilizar la épica del heroísmo, para el que se habían preparado incluso en sus morados colores de guerra. Era un spot electoral que cantaba a la entereza frente a la derrota, estropeado tal vez por el coche oficial que cogieron las dos al acabar el espectáculo.

Mientras la bancada del PP aplaudía venenosamente el revolcón de Podemos, que se había negado tercamente a transigir ante sus aliados, en el grupo socialista reinaba un silencio de muerte. Órdenes de Pedro Sánchez. En los sepelios no se debe hablar mal de los difuntos. Por eso nadie subió a la tribuna para contestar a Irene Montero, ni siquiera la ministra de Justicia, Pilar Llop, a quien la podemita puso a parir.

Este circo dice mucho de la política de ahora. Lo importante no son ni las leyes ni los ciudadanos. Lo importante es el relato mediático. Y todo lo que sirva para ganar espacio electoral, incluidos los postureos, las negociaciones o las increíbles promesas de cientos de miles de nuevas viviendas públicas. Más madera, esto es la guerra.

El Gobierno de España está roto por algo más que una ley. Y lo que queda de Podemos está, junto a Ciudadanos, en cuidados paliativos políticos a falta de que el 28-M determine si se desconecta el respirador o hay milagro de resurrección. La nueva esperanza se llama Yolanda Díaz, astilla del mismo palo, en la que Pedro Sánchez confía para reinventar su mayoría polícroma. Nadie quiere romper el gobierno, pero cada vez será más difícil mantener juntos a las víctimas de un atropello junto al conductor que les está pasando el coche por encima.

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