Opinión

Edadismo

Gran Premio de Arabia Saudí de Fórmula 1, en imágenes

Gran Premio de Arabia Saudí de Fórmula 1, en imágenes

Ahora resulta que el problema es la edad. Siempre eres demasiado joven o demasiado mayor para algo. Casi añoro aquella época en que no se me permitía opinar de determinados temas porque era pequeño, porque no sabía, porque los mayores habían dictado sentencia… Hoy, con taitantos años a mis espaldas, me doy cuenta del peso del edadismo, de esa tendencia de la sociedad a marcar sus tiempos y pensar que para ciertas cosas no puedes ser demasiado viejo. Cuando cumples los cuarenta parece que todo se termina, tienes que tener tu vida poco menos que encaminada, haber estudiado lo que tocaba estudiar, tener el trabajo de tus sueños, el piso de turno, casarte, haber criado a tus retoños… El pressing es insostenible cuando entramos en la esfera personal. Si con cuarenta no estás casado, cuidado que se te pasa el arroz o se te ha pasado. Entonces llega ese escenario en el que cada estímulo que te viene de lo que absurdamente llamamos «la sociedad» te hace creer que llegas demasiado tarde para todo, porque a determinada edad se acaba el mundo y no podrás realizarte como persona. Ya no puedes conseguir ciertas cosas, lo siento.

Recuerdo haber leído en una web que cierto piloto de Fórmula 1 de 28 años, ciertamente guapete, era para la persona que redactó la noticia un «madurito interesante». Con 28. ¿Qué soy yo entonces? ¿Una momia decrépita sin derecho alguno a ponerme al volante de un coche, no sea que vaya a atropellar a alguien y causar una desgracia por mi falta de toda pericia y, desde luego, el atractivo suficiente como hombre? ¿Qué haces mirando a gente más joven que tú, viejo verde, dónde pretendes ir con esa cara y esa calva y ese cuerpo, no ves que nadie va a fijarse en ti? Yo hace mucho que tengo ensayada una tesis doctoral sobre eso. Mira, tengo la edad que tengo. Estoy, mas o menos, en la mitad de mi vida: Me tengo que fijar en gente que tiene entre 18 y mi edad, o bien entre mi edad y la muerte. Salvo que fuera necrófilo, por una cuestión de estadística alguien habrá más joven que se fije en mí o al revés, ¿no? Pues no. No tienes derecho.

La cosa es excluir a la gente porque es demasiado mayor para… ¿Para qué? Empiezas a escuchar o a leer que una mujer de cierta edad no debe llevar el pelo largo. No digamos un hombre. Y que no se te ocurra aparecer con un piercing o tatuado. O embarazada. Es que con más de cuarenta es ridículo ponerte en mallas e irte al gimnasio al lado de los de veinte. Para qué vas a llevar una ortodoncia con tu edad. Para qué vas a aprender idiomas, de qué te va a servir. ¿Un instrumento musical? ¿Opositar a tus cuarenta años? Ya no tienes las neuronas para eso. Entonces se convierten en noticia todos aquellos ejemplos de personas que alcanzan logros más allá de la edad que las convenciones sociales han considerado lógicas o establecidas. Lo suyo es que lo consigas con veinte y no en tu rango de edad, que ya estás como el busto de Nefertiti, para ser expuesta en una vitrina. Y tuerta. Eres viejo para triunfar más allá de la veintena.

Este texto se me ocurrió después de la ceremonia de los Oscar 2023, cuando pasaron cuatro cosas maravillosas. Por ejemplo, que Michelle Yeoh recibiera su premio a la mejor actriz con casi sesenta años, con un aspecto envidiable y una carrera estupenda por delante, después de haber sido ninguneada por Memorias de una geisha o Tigre y Dragón. O que Brendan Fraser, cuando hace mucho que dejó de estar buenísimo y nadie daba un duro él, fuese premiado a los 54 años. Y no digamos el caso de Jamie Lee Curtis, que lleva partiéndose el lomo desde 1977, haciendo el trabajo libre que le da la gana y dando voz a minorías que desean otro tipo de películas, cuando no directamente siendo la musa del cine independiente o del terror. Y sí, emociona saber que, después de años sin oportunidades para un hombre que había dejado de ser un niño prodigio en pelis de culto de los ochenta como Indiana Jones y el templo maldito o Los Goonies, Ke Huy Quan recibió su estatuilla. Un niño prodigio que había pasado al segundo plano en el cine vuelve a la actuación y es premiado con 51 tacos. El más joven de los cuatro que recibieron galardón.

¿Demasiado viejo? No. Que nadie te diga lo que puedes y no puedes hacer porque hace mucho que dejaste de tener 20. Cambia de vida las veces que te dé la gana. Sigue tocando la guitarra y sigue cantando, porque lo haces genial, haz deporte y estudia todo lo que puedas y más, que tienes el derecho a evolucionar y a crecer profesionalmente, o por el placer de estudiar y conocer. Sal a la calle, baila y ríete de todo, bébete el agua de los floreros y enamórate todas las veces que quieras. O, sencillamente, no busques el amor si no lo necesitas. Reinventa tu presente y tu futuro y, sobre todo, sigue el dictado de tu corazón. Es una mentira lo que nos han hecho creer sobre los trenes que pasan una sola vez en la vida: Están pasando trenes a cada minuto. Sólo tienes que esperar por el tuyo y subirte. Que la pasión guíe tus pasos. Nunca te equivocarás.

Suscríbete para seguir leyendo