Opinión | SANGRE DE DRAGO

«¿Derechos de los animales?»

No sé qué nos está pasando para no entender lo humano. Algo chirría

Delfines en un zoológico.

Delfines en un zoológico.

Esta expresión se usa cada vez más frecuente tras la reciente aprobación de la Ley de Bienestar Animal, incluso con anterioridad se venía incorporando a la reflexión filosófica por algunos sectores. Evitar la crueldad animal inútil ha sido un avance, sin duda. Pero temo que detrás de esta postura se puede esconder un pesimismo antropológico no pequeño. Según este planteamiento, ser humanos no aporta nada superior respecto al resto de seres vivos de la realidad natural. Incluso, en ocasiones, se produce una mirada que infravalora, si cabe aún más, lo humano respecto al resto de la naturaleza. A mi juicio, aunque no queramos ver si somos más, al menos debemos tratarnos a nosotros mismos como si no fuéramos menos.

Esta cuestión que planteo se deriva de una conversación con la dueña de una perrita estos días. El pequeño animal, fiel compañera de vida durante los últimos veinte años, la convierten en una verdadera anciana. Veinte años de un perro son casi cien en la cronología biológica humana. Para más dificultades, la perrita padece frecuentes ataques epilépticos y tiene la movilidad muy reducida por problemas óseos y articulares. Le pregunté si se había planteado aplicarle la eutanasia y me respondió que en estos momentos no podía ser porque la Ley lo prohíbe sin un informe fundado de un veterinario.

Pensé que lo que se prescribe para los animales no se prescribe para nuestra condición humana. Pasa como con los huevos de águila real, cuya destrucción puede suponernos, cuando menos, una multa de doscientos mil euros, mientras que la destrucción, valga la similitud, de un huevo humano embrionario no nacido es considerado un derecho legal. Algo me suena mal al realizar esta comparativa jurídica. No sé qué nos está pasando para no entender lo humano, cuando menos, como entendemos el bienestar animal. Algo chirría.

Cuando terminé la conversación con la señora en cuestión pensaba para mí que ojalá, en el futuro inevitable que todos tendremos que atravesar, me trataran, al menos, como a un animal.

El pasado mes de noviembre, el filósofo Fernando Savater planteó que no podemos hablar de derechos de los animales, porque los animales no tienen deberes, y por lo tanto no se les puede incluir en el ámbito de la moral. Según su planteamiento, los derechos y los deberes los tienen los humanos y entre estos deberes están aquellos que hacen referencia al cuidado y el bienestar animal. La afirmación de que no se puede hablar de derechos animales no significa justificación de la crueldad. Pero las cosas son como son.

Es importante que usemos los términos de manera adecuada para que no devaluemos el espacio deontológico humano, ni realicemos una traslación inadecuada de humanización animal. Somos lo que somos, y el sentido común nos muestra una diferencia que no necesita mucha demostración empírica para que sea reconocida. Si no distinguimos, hay confusión. Y lo que no puede ocurrir precisamente a seres inteligentes y libres es pasar la existencia confundiendo la vida y sus vivientes. Distinguir para entender, y entender para ser más libres.

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