Opinión

Eran ellas

Eran los versos punteados por el pecado de conjugar en femenino un soneto dictado en imperativo masculino. Eran los gritos escondidos de las que ya no están, los bramidos pretéritos que sofocaban los conatos de libertad. Eran las del "no vales nada" que rotuló los designios de una mayoría cansada de soportar. Fueron la rebeldía de ayer en aquellos callejones oscuros que nadie quiso encender. Las que se atrevieron a dibujar los perfiles camuflados de muchas compañeras con miedo a decir y hacer; el pañuelo cansado de secar el llanto silencioso de las que sufren. Horas interminables de sobrecogedora franqueza a la nada, con la mirada diluida en un horizonte caprichoso exento del más mínimo atisbo de esperanza. Confinadas en la cárcel del olvido y en las rejas de la indiferencia; recluidas en el anhelado consuelo de un cambio que tardaría en llegar. Una tortura intergeneracional que no entiende de clases sociales y que hostiga a miles de mujeres condenadas a sobrevivir entre los muros más difíciles de franquear. Innumerables preguntas sin respuesta en el cuestionario de la hipérbole; antítesis que conviven entre recursos literarios incapaces de metaforizar la barbarie. Pero ellas están ahí, en el recuerdo que conserva el estudio clandestino de aquellos libros prohibidos para un sexo tabú; de los poemas censurados para entender su injusta culpabilidad en una vida que no decidieron. Un ecosistema represivo que únicamente ellas pueden explicar; una dictadura atroz al alcance de los más perversos. El machismo es ese fantasma ejecutor, disfrazado de rasgo cultural que perpetúa el sistema de dominación de los hombres sobre las mujeres. Una oda triste y sin metáforas que reprime sin perdón ajusticiando la dignidad de millones de mujeres que no pueden más. Basta de manipulaciones, de negaciones de la evidencia más palpable; basta de mentir, de acosar, de asesinar y de atacar su integridad. Basta de un sistema que legaliza el beneficio de la duda a los maltratadores blanqueados sin rubor. Es la prosa de la realidad de miles de mujeres en España que sufren el terrorismo machista en sus múltiples versiones. Millones de historias cerradas, soterradas y borradas por la violencia. Cansadas de lo mismo, extenuadas de mirar atrás; de pasear con la mirada en alerta y de buscar compañía segura para llegar a la calma del hogar; saturadas de encender la luz para no perderse en el miedo de la oscuridad; agotadas por llenar estadísticas inertes que no solucionan absolutamente nada. Decepcionadas por los días de postureo y mensajes en el metro; cansadas de Twitter y Facebook, de mensajes virales aderezados con adjetivos bonitos exentos de acción. Hastiadas de sentencias injustas y de leyes inconclusas; decepcionadas por aquel abrazo que pidieron y jamás llegó. Aburridas de decir basta sin el eco del común; hartas de la violencia simbólica y la hipersexualización. Ellas son ejemplo. Paradigma de inconmensurable entereza que permite alzar la voz desde las calles, los escaños y las universidades para que su lucha no caiga en el saco roto de la necedad y la desidia. En la memoria quedan las 49 mujeres asesinadas por violencia de género en nuestro país durante 2022, escribiéndose así un capítulo más de esta masacre sistemática e insoportable contra las mujeres. Ellas eran la vida que pudo ser y que sus asesinos se negaron a permitir.

@luisfeblesc

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