Opinión

8 de marzo: liderazgo y unidad

Presentación de la manifestación del 8M en Tenerife

Presentación de la manifestación del 8M en Tenerife / E.D.

El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, nos recuerda que el inmenso logro que suponen los derechos de las mujeres y los avances que se han ido sucediendo desde hace algo más de un siglo están siempre en severo riesgo. En amplísimas zonas del mundo, millones de mujeres y niñas carecen del elemental derecho a disponer de su propio cuerpo, vendidas, esclavizadas y sin opción a acceder a la educación. Condenadas a parir como si no sirvieran para otra cosa. Mujeres sin oportunidades que deberían disfrutar, por el simple hecho de ser humanas, del derecho fundamental a vivir y no a sobrevivir. Una de cada cinco mujeres afirma haber sufrido algún tipo de violencia a manos de su pareja, 750 millones de ellas se casan antes de los 18 años y hasta 30 países contemplan la mutilación genital femenina. Todavía Occidente sigue tolerando regímenes totalitarios tercermundistas donde es ley apedrear o quemar a mujeres por simples sospechas o bulos de que puedan ser eso que todavía se llama «adúlteras».

Hasta en nuestro entorno sigue habiendo barreras. Es la mujer la que tiene que dejar de trabajar, la que sacrifica una posible carrera por cuidar de la familia, o tiene que renunciar a formarla para afrontar sus retos profesionales. Es la invisible. Y sin olvidar las nuevas formas de maltrato: adolescentes españolas que interiorizan peligrosas conductas que se propagan por las redes sociales, cuyo mal uso no hace más que devolvernos viejos demonios como los celos, la posesión, y una especie de amor mal entendido. Parejas que se miran el móvil entre sí...

España, uno de esos escasos 46 países del mundo en que las mujeres ocupan más de un tercio de los escaños de su parlamento nacional, donde hace mucho que una mujer toma libremente sus decisiones, no puede permitirse el lujo de afrontar este día inmerso en la división. Esa representación política que tanto ha costado conseguir, no puede comparecer hablando de feminismos casi antagónicos. Igualdad es igualdad. No es demagogia, palabrería y hasta la fractura en un gobierno porque no hay acuerdo en las modificaciones legales necesarias para proteger a las víctimas del maltrato. Nos acercamos peligrosamente a la cifra de ochocientos delincuentes sexuales que han visto reducida su condena, cuando no están literalmente en la calle, por una cuestionable norma que todavía hay quien no reconoce como un error. ¿Acaso las víctimas de este clamoroso error, mujeres, niñas y niños, no merecen una reparación?

Y respecto a esa banda que iba de burdel en burdel, de tan triste actualidad, me pregunto por qué hay quien todavía no ha levantado la voz para defender a esas mujeres obligadas a prostituirse en medio de una asquerosa trama en la que no bastaba con la cocaína, sino que se valían de viagra para abusar más y mejor de ellas. ¿Quién decide de qué se habla y de qué no? ¿Por qué ese empeño en repartir carnés de feminismo en lugar de trabajar de la mano?

Lo digo como hombre: me enorgullece vivir en un país donde la mujer ocupa el sitio que merece por su mérito y esfuerzo. Donde mujeres y niñas son, ante todo, libres. Es justo valorar nuestros logros, pero también seguir mirando hacia quienes viven inmersas en la desigualdad, el abuso y la minusvaloración, muchas sufriendo en silencio más cerca de lo que creemos.

Lo principal que ha de enseñarse a nuestras niñas y niños es la importancia del liderazgo. Es algo que ha faltado a las mujeres durante siglos, no porque ellas no quisieran, sino porque no podían ejercerlo, y que yo percibo que se ha echado a perder en toda la infancia de nuestro tiempo. Reflexionemos como sociedad que estas personas serán nuestros profesionales del futuro, y que toda oportunidad de formación y educación desperdiciada es una tragedia. Hay que enseñarles la importancia de ocupar esos espacios, mujeres y hombres juntos, para que no nos encontremos con la paradoja y la desgracia de seguir perpetuando generaciones que son mucho más incultas y menos emprendedoras que las nuestras.

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