Opinión

El pueblo duerme

El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont.

El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. / EFE

Supongo que conocen ese juego que requiere más de ocho o nueve personas en el que se reparte una baraja y se asignan distintos papeles en función de la carta que te toca. Dos de los jugadores tienen el papel de asesino y policía, mientras que el resto se limitarán a ser aldeanos un poco aborregados. Un director del juego que se mantiene neutral manda a todo el pueblo a dormir –los jugadores deben cerrar los ojos– mientras el asesino se despierta y mata secretamente a uno de los habitantes. El pueblo se despierta horrorizado por la masacre y debe averiguar quién es el asesino en juicios sumarios en los que se sospecha de un jugador y se le lincha. Si el ajusticiado no es el asesino, el pueblo vuelve a dormir, despreocupado, y en sucesivas rondas el asesino seguirá matando mientras los vecinos no den con el culpable. Hasta el policía puede caer si los aldeanos deciden incriminarlo. En otras versiones se cambia al ladrón por una manada de sanguinarios hombres-lobo. Todo muy español.

En una semana clave para que el Gobierno de la Nación culmine su propósito de despenalizar el golpe separatista en Cataluña y satisfaga su afán por dominar el Tribunal Constitucional, el martes asistíamos a la aprobación por la Comisión de Justicia del Congreso de la proposición de ley que despenaliza la sedición e incluye una significativa rebaja de las penas del delito de malversación. La pactaron PSOE y Esquerra Republicana, entre otros partidos.

El fugado Puigdemont podría volver a casa sin más, y a lo sumo se enfrentaría a unos años de prisión. De hecho, futuros atentados contra la integridad de España se cometerán sin consecuencia alguna. Mientras, con la reforma de la malversación, sisar dinero público para financiar a tu partido político se convierte casi en un reproche. La malversación, que no es otra cosa que robar, cuando no exista ánimo de lucro verá reducidas sus penas casi a la mitad. Total, que puedes apropiarte de fondos públicos para dárselo a tu partido, a una fundación, para financiar un golpe de Estado… Da igual, lo principal es que no seas beneficiario directo del robo. Algunos condenados por los ERE en Andalucía también se verán favorecidos, claro.

Oriol Junqueras, el lobo del juego de cartas, se puede presentar a las elecciones y un centenar de presuntos ladrones de toda España se van de rositas –como con la ley del sí es sí–, entre ellos cuarenta procesados por la tentativa golpista de Cataluña. Con la rebaja de las penas podrán presentarse a las elecciones y salir elegidos en las urnas. Si vuelven a malversar y derivan el dinero que es de todos para unos desmanes independentistas de los que estamos ya avisados, no irán a la cárcel. Y resulta que es Pedro Sánchez, nuestro presidente, el que dirige el juego, el que ha mandado al pueblo a dormir mientras se perpetra todo esto. «Hay que sacar el debate político de los juzgados», llegó a decir el pasado fin de semana en Barcelona.

Así es. De momento los hay que ni pisarán un juzgado. «Organizar un referéndum no está en el Código Penal», ha asegurado Junqueras, condenado por la intentona del 1-O y posteriormente indultado por el Gobierno, quien ya ha comenzado a alentar la celebración de un referéndum de autodeterminación unilateral. El primer paso ya se ha dado esta semana, y la próxima podría llegar el desenlace: la reforma exprés del Código Penal que, de una tacada, consumará la derogación del delito de sedición y la reforma de la malversación podría aprobarse por vía de urgencia el próximo jueves 22 de diciembre, el día del sorteo de la Lotería de Navidad, con el pueblo profundamente dormido. Y el asalto al Tribunal Constitucional como pedrea.

¿Manifestaciones? ¿Huelgas? ¿Protestas? Eso solo en Madrid, donde gobierna el Partido Popular. Allí, casualmente, el pueblo duerme solo a ratos. A los que vivimos en lo que queda de esta España que se ha tumbado felizmente a dormir mientras la apuñalan solo nos quedará mostrar nuestra desaprobación en las urnas. Si es que los lobos no nos comen por el camino.

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