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Juan Cruz Ruiz

Abrir un diccionario

Juan Cruz Ruiz

La mirada del artista

La vida de Matías Padrón, en imágees.

Matías Díaz Padrón juntaba sabiduría y nobleza a la par, como si esos años que tenía (nació en 1935) se hubieran diluido en una experiencia riquísima que le ayudó a estar siempre al día. Un ciudadano insular que jamás dejó acentos principales de su vida, el que le acompañó desde la niñez en la isla de El Hierro hasta el que aplicaba a la explicación del arte.

Hablaba de Rubens («una obra de Rubens es como si fuera la novena sinfonía de Beethoven», le dijo a Fernando Canellada en La Provincia hace un año) como si lo tuviera al lado o reciente, y del mismo modo trataba a Rembrant o a Van Dyck. Hablar con él era abrir un diccionario, y ver lo que hizo para el Instituto Moll es como contemplar en abierto la impresionante bibliografía que deja atrás y que ya es historia del arte. En 2021, cuando salió aquella entrevista, firmó sus Escritos sobre Rubens, pero si uno se adentra en la impresionante capacidad de trabajo que dio a conocer Matías encuentra que no hubo un año, prácticamente, sin que diera a la estampa noticia de su extraordinaria capacidad de trabajo, de su hondura, de su alegría de hacerlo.

Su trabajo en las tareas de conservación en el Prado, la pasión que puso en el encargo de presidir el Instituto Moll de arte flamenco, la puntualidad con la que atendió las exigencias de sus distintos trabajos, y su personalidad abierta, cordial, dispuesta, lo convirtieron en un amigo imprescindible de los que fueron sus compañeros, sus maestros, sus alumnos y sus jefes. Miguel Zugaza, que fue director del Prado cuando estaba allí aún este herreño que nos acaba de dejar, decía ayer sobre Díaz Padrón: «Era una persona sensible, inteligente, uno de los grandes expertos europeos en el arte flamenco».

El exdirector del Prado, que ahora dirige el Museo de Bellas Artes de Bilbao, realzó la labor de Díaz Padrón en la redacción, en 1975, del primer catálogo de pintura flamenca que tuvo el Museo del Prado. «Exhumó literalmente la colección de los grandes maestros, tuvo especial cuidado también en la conservación material de esa colección, que con el tiempo ha llegado a ser la mejor conservada de todo el museo».

Exposiciones singulares dedicadas a Rubens y a Brueghel, así como su contribución excepcional a instituciones como el Instituto Velázquez o el de Conservación de Bienes Culturales fueron parte de una dedicación que Matías Díaz Padrón, dice Zugaza, «terminó su larga carrera de manera admirable con su trabajo para el Instituto Moll de arte flamenco, para el que preparó libros especialmente importantes sobre Van Dyck u Jordaens».

Un isleño que deja una visión universal del arte que amó igual que amó la isla en la que nació y que siempre formó parte de su vida, igual que Rubens fue el motivo principal de su ambición de saber y de amar el arte.

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