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sangre de drago

«La educación afectivo-sexual»

Educación afectivo-sexual

Lo importante no se improvisa. Y dar por supuesto que sabemos amar bien y sanamente es imaginar que es un elemento instintivo sin más. Ni nosotros tenemos un desarrollo instintivo suficiente, ni es espontánea la realización integral de nuestra capacidad de amar. También necesitamos aprender a amar. Una sociedad de personas con incompetencia para amar es un peligro. Igual de temerario es normalizar una sociedad que reduce el amor a las relaciones sexuales; o mucho peor, admite la existencia de lo segundo separado y al margen de lo primero.

No se trata de adiestrar; se trata de educar para amar. Educar es posibilitar a la persona alcanzar un desarrollo integral que le posibilite una integración en la vida social. Tener capacidad de hacer algo no significa que lo hagamos bien. Hacerlo bien exige competencia. Y las competencias entran a formar parte de los procesos de enseñanza y aprendizaje. Se puede aprender a amar; es más, se debe aprender a amar.

La familia es el espacio inicial en el que una persona recibe la primera experiencia de amor. Saberse amado incondicionalmente es fundamental para que se formatee el disco duro y el sistema operativo de nuestro mundo afectivo. Algunos psicólogos indican que los primeros seis años de la vida de una persona son decisivos para disponer nuestra capacidad de relaciones interpersonales sanas en el futuro.

Tuve la suerte de participar la semana pasada en una Jornada de Educación Afectivo Sexual. Muchas dinámicas en este sentido se reducen a adiestrar. A saber hacer. En esta ocasión el punto de arranque fue la vinculación que existe entre la identidad humana y el verbo amar. La educación afectiva y sexual tiene que partir de la capacidad humana de amor. Hasta que no se sabe amar no nos relacionamos con los demás como seres humanos. Cada vez estoy más convencido de esta profunda verdad, no como consecuencia de ideas previas, que todos tenemos, sino como consecuencia de la experiencia de diálogo con jóvenes que comparten sus historias de dolor y gozo e este sentido.

Aprender a amar exige educar a la persona a reconocer las inclinaciones, las tendencias, lo que nos arrastra, lo que mueve nuestra voluntad. Exige también educar nuestros sentimientos y nuestras emociones. Exige educar el deseo, esa capacidad extraordinaria de nuestro mundo interior. El siguiente nivel es la educación de la voluntad porque, a la postre, amar es una decisión que compromete la voluntad y la inteligencia. Se ama con toda la persona, con el conocimiento, con la voluntad y con la libertad. Es lo que somos quien ama.

Ama la persona. La corporeidad es parte integrante de lo que somos. Amamos con lo que somos. No ama solo el cuerpo, sino que ama la persona. Y esta verdad es tan profunda que difícilmente habrá quien esté en contra de esta dimensión teórica de la educación afectivo sexual.

La regla de oro, y prueba del algodón, es la alegría. El amor si es verdadero produce gozo y alegría. Si hay alegría en tu vida, si produce alegría, seguramente estás aprendiendo a amar. Si te envuelve en agobio, tristeza y soledad, probablemente no es amor.

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