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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

Gracias por venir

Tendría gracia que el CD Tenerife terminara dirigido empresarialmente por un millonario peninsular y presidido sentimentalmente por un expolítico nacionalista. Aunque Paulino Rivero no es estrictamente un expolítico. Ningún político –como le ocurre a los curas– deja de serlo nunca. Rivero menos que nadie. Es un caso fascinante el suyo. Hubo un instante, un instante loco y asirocado, en el que Paulino Rivero, uno de los políticos más inteligentes, astutos e intuitivos de la política canaria del último medio siglo, imitó sin saberlo a Frank Underwood, el archicanalla presidencial interpretado por Kevin Spacey: «Paulino Rivero 2015, Paulino Rivero 2019, Paulino Rivero 2023, Paulino Rivero 2027…» Tuvo una doble mala suerte: la crisis financiera y económica de 2008 y el soberbio desbordamiento de una desconfianza obsesiva en la que basaba su mecanismo de control y cooptación en Coalición Canaria y, muy especialmente, de la organización de Tenerife. Fueron las propias pulsiones cesaristas de Rivero –decidido a cualquier cosa para continuar gobernando en Canarias y mandando en CC– las que propiciaron su caída. Nunca lo entendió del todo, porque se consideraba un sujeto correoso y despiadado –y le gustaba– pero férreamente leal con los suyos, y es más o menos cierto. Todavía en la tribuna del Parlamento te encuentras con algún ex alto cargo de Rivero dejando pasar las horas muertas mientras cobra una pasta. No de Coalición, desde luego. Hace años CC no quiere saber nada de Rivero ni Rivero quiere saber nada de CC. Hay quien dice, incluso, que hace mucho que no paga las cuotas como militante, quizás como acto de provocación, a ver si le abren expediente. Ah, la gente es a veces tan chismosa.

Por supuesto Miguel Concepción es una de las lealtades de Paulino Rivero. Durante algún tiempo, después de la llegada al liderazgo de Fernando Clavijo, varias plumillas (y propietarios de productoras) gastaron horas y adjetivos abocetando un Rivero progresista, algo así como un ecosocialista cabal que había sido eliminado por los hediondos sectores ultraderechistas de CC. Es muy cómico. A Rivero la socialdemocracia se la trae al pairo. La gente abonada a la queja y a la denuncia le desagrada profundamente, pero tiene la máxima simpatía por aquellos que, desde una posición muy humilde, supieron triunfar en la vida, como es su propio caso. Eso lo hermana con Miguel Concepción. Eso y la tendencia del líder político ambicioso a disponer de su propio empresario de cámara. Desde sus tiempos de consejero de Obras Públicas en el Cabildo de Tenerife, entre finales de los ochenta y mediados de los noventa, fue su empresario, y después fue su empresario en el CD Tenerife, y luego su empresario para romper el cuasimonopolio de Binter en el tráfico aéreo interinsular, lo que salió muy mal porque, tal y como ha reconocido Concepción en los tribunales, estafó millones con las subvenciones a la residencia. Por eso, porque está a punto de ser inhabilitado, se marcha Concepción del CD Tenerife, no por el agotamiento de un proyecto ni por chafarmejadas por el estilo. Y antes de irse quiere asegurar una mayoría accionarial estable –si es posible evitando que el señor Garrido controle nada– y poner a su colega Rivero en la presidencia. Ya lo intentó hace unos años, pero no pudo ser.

Paulino Rivero, de nuevo presidente. Se equivocan los que sostienen que todavía tendría la tentación de utilizar al equipo blanquiazul como plataforma para su relanzamiento político. Es un terreno más bien frágil y ya no tiene edad para semejante aventura. Más bien deberá incluso cerrar su blog y no hablar de partidos. Pero está mandar, la interlocución con el poder político y empresarial, las luces y las cámaras, las declaraciones y el calor del público y cantar en cada derby mientras se entra al Heliodoro: «Agradecido, emocionado… Gracias por venir».

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