Opinión | SANGRE DE DRAGO
Juan Pedro Rivero
Noé y el diluvio universal
Noé sufrió el diluvio universal. Algunos lo buscan en la historia y otros lo entienden como el mito de la destrucción de la humanidad. Algunas publicaciones intentan descubrir las huellas de una inundación universal planteándolo como una hipótesis posible. Sea como sea, las tormentas existen y en ocasiones la lluvia cae con una intensidad tal que la inundación es posible en zonas concretas de nuestra geografía.
En medio de una situación como la descrita hemos estado en Canarias. Y el caso es que, por mucho que seamos previsores y prudentes, la realidad siempre sorprende a las previsiones. O, dicho de otro modo, no todo puede ser previsto. Sin embargo, algunas cosas sí que lo pueden y deben ser. Las desembocaduras de los barrancos, su limpieza, las restricciones para edificar en sus orillas, etc., son aspectos que suelen ser tenidos en cuenta.
Con los anuncios meteorológicos y las recomendaciones de la Dirección General de Emergencias sucede una acogida dispar: algunos consideran que son disposiciones exageras porque en otras ocasiones, tras recomendaciones similares, no pasó nada; a otros, les parecen insuficientes las recomendaciones y les gustaría que paralizaran la vida social. Siempre hay opiniones en todas las direcciones.
Debemos ser prudentes. Es bueno que se nos indiquen las previsiones y posibles derivas ambientales. No debemos dejar caer en saco roto las indicaciones de las autoridades. Pero tampoco debemos mitificar la seguridad de modo tal que no seamos capaces de asumir con sana normalidad los cambios atmosféricos.
Quienes hemos vivido en La Laguna más de treinta años seguidos hemos experimentado semanas enteras sin poder salir al recreo porque «siempre estaba lloviendo». Eso era lo normal. Lo de la eterna primavera lo leíamos en los folletos turísticos, pero en la realidad sabíamos que el otoño y el invierno eran otoño e invierno, no primaveras. Y cuando llueve, salimos con paraguas; y cuando hay viento, esperamos para salir. No somos plantas de un invernadero protegido, sino que estamos sometidos a los cambios de tiempo. Y en todo debemos actuar con inteligencia.
Si alguien nos debe preocupar, y por los que hemos de tener una especial atención, son aquellos que no tienen un lugar en el que recogerse en situaciones de gravedad atmosférica. Me refiero a las personas en exclusión residencial extrema que en estas circunstancias lo padecen además de experimentarlo. Las personas sin hogar, o las personas que están en calle. Me ha parecido extraordinario que algunos ayuntamientos, en las notas de prensa sobre las reuniones de los equipos de emergencia, hayan tenido en cuenta disponer espacios por si estas personas lo necesitaban. Creo que es necesario que lo tengan en cuenta todos los ayuntamientos. No solo porque va a llover con viento, sino porque todos tenemos derecho a tener una casa en la que habitar.
Por muy fuerte que haya llovido estos días, no hemos padecido el diluvio de Noé. Pero estoy seguro de que, en muchos rincones de estas islas, sí que ha habido algunos noés inundados.
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