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Isidoro Sánchez

El fuego no conoce de límites administrativos

Todas las mañanas, al levantarme, lo primero que hago es abrir la ventana de mi despacho y sacar una foto al Teide y en consecuencia a la ladera de Tigaiga que le adelanta. Entre ellos están los montes de Los Realejos, San Juan de la Rambla, La Guancha y de Ycod. Siempre evoco los años en que mis padres me decían, cuando vivía en casa de mi abuelo de La Orotava, que por el filo de esa ladera venían los Reyes Magos desde el Oriente.

Ahora cuando leo la prensa, escucho la radio y veo las televisiones acerca del incendio forestal ocasionado en estos montes del norte de Tenerife me inundan los recuerdos de los primeros momentos en los que comencé a trabajar, a finales de 1966, en el Patrimonio Forestal del Estado (PFE), con el recordado José Miguel González de jefe provincial. Los primeros encargos profesionales que recibí entonces era tramitar los expedientes de ocupación de los montes consorciados para autorizar las galerías a las Comunidades de Agua en esta zona del norte de la isla. Era la época de los consorcios forestales en el valle de La Orotava tanto en los montes de la Villa, Mamio, Leres y Monteverde y Cumbres de La Orotava, que era titularidad del Heredamiento o Dula (72%) y del Sindicato de Aguas (28%), como en Los Realejos, montes de Ladera y Zona verde por un lado y Cumbre del Realejo Alto por otro. Así mismo me encargó la administración de la finca Cumbres del Realejo Bajo, que había sido privada y era propiedad del Estado. Las figuras de Pedro y Rosa en la Casa Forestal y la de Juan Méndez en el resto de la finca, resultaron inolvidables por sus trabajos.

Con el paso de los años, a partir de 1971, una vez comenzado el Icona, se me hacen familiares los destinos en La Gomera y en el Parque Nacional del Teide, así como en El Hierro. El incendio de finales de septiembre de 1983 en la zona forestal de Los Realejos me vino a la memoria en estos días de preocupación. Sobre todo después de escuchar los comentarios de algunas personas relacionadas con este sector del mundo de la protección civil. Del alcalde de Los Realejos, del alcalde de La Guancha, que dice rezar todos los años para evitar los conatos en Los Campeches, de un profesor universitario, de algunos ciudadanos realejeros preocupados por los dichosos incendios forestales. En definitiva me acordé de aquel incendio de 1983 cuando no habían helicópteros ni hidroaviones ni drones, tampoco UME ni Brifor, pero donde si hubo tractores y cortafuego a lo largo de la arista que bordea Tigaiga e indefinición a la hora de dirigir las tareas de extinción: ¿Los políticos o los ingenieros de montes?

Lo cierto fue que esta semana de julio, entre las fiestas del Carmen, Santiago y Santa Ana, la sociedad del norte de Tenerife estaba muy preocupada por las secuelas de los incendios que asolaron los montes de algunos municipios. Primero los de Los Realejos, luego los de San Juan de la Rambla y también los de la Guancha. Por ello me pareció oportuno por parte del gobierno canario y del cabildo de Tenerife la retransmisión televisiva de la marcha del incendio y de las secuelas que generaron, sobre todo a la hora de las evacuaciones preventivas. No obstante sería conveniente, una vez extinguido el incendio, informar a la ciudadanía del patrimonio forestal afectado, tanto público como privado, al igual que de la función social de los montes por ser fuente de recursos naturales, proveedores de múltiples servicios ambientales como la protección del suelo y del ciclo hidrológico, fijación del carbono atmosférico, depósito de la biodiversidad y como elemento fundamental del paisaje. Por eso es importante la transparencia por parte de la administración pública y acudiría al último libro editado en 2010 por la Consejería competente sobre los Catálogos de los Montes de Utilidad Pública que en 1869 conocieron la primera Clasificación de ellos y sirvió como el primer eslabón del Catálogo de Montes de Utilidad Pública para articular un instrumento legal de gran trascendencia en la defensa del patrimonio forestal español. Sentó las bases para defender y transmitir a las generaciones futuras parte del legado natural que hoy se conserva. Canarias no quedó exenta gracias al ingeniero de montes, don Pablo Preber. Curiosamente entre los montes que fueron exceptuados entonces de la desamortización y pertenecientes a los pueblos, correspondientes al partido judicial de La Orotava, figuraban los de La Guancha (Cabezadas y Cumbre), los de Ycod, los de La Orotava, los de La Rambla (Fortaleza y Garabato) y los del Realejo Alto (Realejo Alto) hoy cambiados de nombre algunos de ellos en el nuevo Catálogo de 2010. No sería mala idea acudir también al libro reciente del catedrático de Biología e Hijo Predilecto de La Gomera, Luis Herrera Mesa, que se titula ‘Ecología, cambio climático y sexta extinción’. Si al cambio climático le añadimos la criminal acción humana de provocar incendios forestales nos encontramos lanzados a otra extinción. Muchos no son conscientes de esos efectos y de sus resultados, y así nos irá en cuanto suban la temperatura y el viento a más del 30% y baje la humedad al 30 %.

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