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Francisco Pomares

Pudimos, Pidamos, Podamos

Dicen «que a perro flaco todo son pulgas», y suele ser cierto. La salida de Podemos de varios de sus cargos públicos encabezados por la diputada Meri Pita, fundadora del partido en las islas junto a Alberto Rodríguez (también alejado ya de Podemos), ha provocado un enorme malestar en lo que queda de la organización morada en Canarias. A las acusaciones de transfuguismo se une ahora la convicción de Podemos de que Pita preparaba su operación salida antes incluso de que la tolerancia meliflua de las tres ministras con el cambio de posición de Sánchez sobre el Sahara le diera la excusa perfecta para irse. La sospecha tiene que ver con la confirmación de que Carmen Valido, que fuera también diputada podemita en el Congreso (expulsada junto a otros 14 militantes por la actual dirección), inscribió un nuevo partido llamado Reunir en el registro del Ministerio de Interior, hace apenas un mes. Sin duda es para sospechar, aunque Pita haya negado que tenga que ver con el asunto.

Laura Fuentes, coordinadora de Podemos en las islas, ha reaccionado a la salida de Pita asegurando que su hasta ayer compañera tiene «intereses personales, económicos y políticos» que desde el partido «veíamos venir desde hace tiempo». Fuentes no ha aclarado lo que quiere decir con su críptica frase, por lo que su monumental enfado queda algo deslucido: todo el mundo suele tener «intereses personales, económicos y políticos» en algo, y si no, es que no vive en el mundo. Supongo que lo que doña Laura quiere decir de su excolega de partido es que esos intereses personales, económicos y políticos son espurios, ilegítimos, que no responden a los motivos por los que la señora Pita constituyó los primeros círculos podemitas y se apuntó al pablismo y a la aventura de conquistar los cielos y acabar con la casta.

Se trata de una acusación a toro pasado: si en Podemos ya veían venir el caminar de la Pita y no les gustaba, podían haber dicho algo antes de que les diera con la puerta en las narices. Sea o no sea, esos intereses económicos de la diputada Pita, de los que la coordinadora de Podemos la acusa, deberían ser probados. Después de dos décadas de hacer política, no veo yo a Meri Pita dedicada a la especulación inmobiliaria o la trata de licencias. El berrinche de doña Laura responde más bien a apuros viejos y heridas sin cicatrizar. Resulta un poco patético cuando la coordinadora general se queja de que Pita y sus seguidores nunca han reconocido a la dirección y mucho menos a ella como coordinadora general. Su enfado parece entonces de pelea de patio de colegio, un conflicto de preescolar. «Lo que les enfada es que nosotros estamos en el Gobierno y haciendo política», dice Fuentes. Y puede que tenga razón, pero de paso revela que el objetivo era ese, estar en el Gobierno, no tocar los cielos.

Se trata de una pelea bastante… vamos a llamarla gallinácea. No va a cambiar el hecho de que lo que está pasando en Podemos es que se acabó lo que se daba. Hundido el liderazgo carismático y cesarista del macho alfa Iglesias, el partido ha comenzado a descuajaringarse por todas sus cuadernas. Algo parecido a lo que ocurrió con esa otra esperanza blanca de la política española que era Ciudadanos antes de que Albert Rivera llegara a sentirse inquilino de Moncloa. Ahora le toca el turno de descomposición a los morados, cuyo equipo triunfal acabó como el rosario de la aurora y han ido todos rindiéndose o apartándose. Frente al derrumbe de esta izquierda ya instalada, quedan apenas las diarias apariciones en la pequeña pantalla de las tres ministras: la señora con proyecto de país que se fue a Roma a ser bendecida por su Obispo, la elegante viuda de Iglesias, y la psicóloga Belarra. Peleadas las tres entre sí. Pudimos, Pidamos, Podamos…

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