En el mercado del misterio, el mito de los ovnis contó desde su aparición, a mediados del siglo pasado, con el favoritismo de los medios de comunicación. En España, desde 1950, las noticias, especulaciones y absurdos abundaron, con picos a finales de los años 60, a mediados de los años 70 y una recuperación dudosa a finales de los años 80 y 90 que no alcanzó niveles de otras épocas. A finales de siglo, las supuestas visitas de alienígenas fueron reduciéndose en número, de tal forma que los medios, en particular los audiovisuales, promocionaban productos derivados como la astroarqueología o visitas de ET en la antigüedad, las abducciones, la ingeniería inversa a partir de platillos volantes estrellados –como lo leen–, las mascotas de los aliens como el chupacabras y otros géneros especializados del gran circo de la pseudociencia radiofónica y televisiva, del que el Canal Historia es ejemplo destacado, así como un popular programa de Cuatro, al menos hasta que su presentador se cayó, fingidamente, del caballo del reciclado de los falsos misterios explicados hace cincuenta años. Con traje y corbata se vende mejor.

A contracorriente, tanto por el momento extemporáneo en que se publicó como por la orientación de la obra –crítica sin medias tintas–, en 2017 publiqué la primera parte de El fenómeno ovni en Canarias. Que haya un “fenómeno ovni” es mucho decir, y se pone en duda en la introducción de la obra. En realidad, se trató de una imposición editorial. Esta primera parte abarca desde el siglo XVIII hasta 1980. A su vez, es igualmente discutible que hubiera ovnis antes de mediados del siglo XX. Ahora, hace un mes, vio la luz la segunda parte de la obra, que abarca desde 1981 hasta 2015, en la editorial Coliseo Sentosa. Para la ocasión, realizó una meritoria labor de edición el periodista y crítico chileno Diego Zúñiga. Las dos partes de El fenómeno ovni en Canarias se pueden adquirir fácilmente desde el portal de Amazon; la primera de ellas es posible conseguirla aún en diversas librerías locales.

El interesado no se encontrará en los dos voluminosos tomos de la obra (1.480 páginas en total) con la habitual retahíla de pretendidos misterios tratados a la manera periodística especializada. Como ya di a entender, la casuística abordada no se presenta como un enigma, si acaso como una muestra de la capacidad de los medios para convertir anécdotas a menudo triviales en acontecimientos celestiales, o como un ejemplo local pero destacado de cómo el mito ufológico se ancló en las islas, al igual que en cualquier otra parte de España. La explicación del aparente enigma es el objetivo de la obra, exprimiendo al máximo, siempre que fuera posible, la información de cada uno de los episodios tratados. Este es objetivo inverso al de los periodistas del misterio, una actividad en su mayor parte comercial que depende de la adulación de su clientela y responde a criterios publicitarios cuyo blanco es las creencias del aficionado y su explotación por medio de especulaciones sin freno, groseras presunciones y un repertorio retórico por medio del cual se señala, para bien, al integrado, y para mal, al crítico, que cumplen papeles morales, además de los derivados de una visión de la investigación científica propia de Hollywood o cualquier otra fábrica de realidades alternativas.

La ufología, en cuanto estudio especializado de esos relatos, es una actividad que imita el proceder de algunas disciplinas científicas, pero en gran medida es simple expresión de creencias en visitas de platillos y alienígenas al planeta. En otras ocasiones, la abundante casuística se presenta como indicio de la existencia de un más allá, de una realidad paralela desde la que se producen intrusiones en la nuestra, vislumbres de una conciencia expandida y de una numinosidad cósmica. Los ovnis serían, así, otra manifestación más de lo paranormal. El fenómeno ovni en Canarias se sitúa en una posición opuesta, pues sostiene, en general, que los ovnis son, históricamente, un fenómeno psicológico, social, religioso y con implicaciones gubernamentales en el sector armamentístico, como cortina de humo útil.

Esta creencia, una vez desapareció de los medios masivos tradicionales, se recluyó en Internet. Allí no es difícil hallar sujetos que creen en las visitas alienígenas y al mismo tiempo en los chemtrails, o que se convencieron de que Stargate es una película que narra hechos históricos, y no el resultado de la guionización de algunos tópicos extraídos de las aguas estancadas del mundo virtual. No muy lejos, en el mismo barrio, es posible encontrar a los antivacunas y a los que se muestran permanentemente excitados porque intuyen conspiraciones en el pelo hallado en la sopa. Este delirio creciente no ha hecho más que aumentar la distancia entre los interesados por una perspectiva crítica, en número residual, y los que se mueven por asombros y encantamientos, y se dejan llevar por maniobras publicitarias manejadas por gurús del márquetin ufológico y paranormal, con especial incidencia en los Estados Unidos.

La búsqueda de explicación racional y probable para cada avistamiento es el objetivo principal de cualquier investigador. Aunque no sea posible en todos los episodios, no lograrla se puede considerar un pequeño fracaso. En El fenómeno ovni en Canarias aparecen algunos de estos pequeños fracasos. Quizá el más destacado sea el del suceso de la playa de Abades, en el municipio tinerfeño de Arico, el 9 de julio de 1992. O el extraño fenómeno de 13 de abril de 1993 en La Victoria de Acentejo. Espero que alguien pueda dar con las claves explicativas a las que yo no fui capaz de llegar.

Los dos tomos de la obra están compuestos por un muy heterogéneo conjunto de historias supuestamente extrañas, aproximadamente la mitad de ellas con explicación más o menos segura. En todas, ya se trate del caso más documentado de cuantos lo componen o de la hablilla periodística más dudosa, se debe tener en cuenta que los hechos vienen transformados por los informadores iniciales; que las creencias de los testigos influyeron en la percepción del fenómeno de apariencia extraña y en su recuerdo; que en nuestra cultura estas historias forman parte de un repertorio de rarezas estandarizado; y que el público interesado se ve expuesto a materiales culturales en forma de revistas, libros, rumores de Internet o reconstrucciones de programas radiotelevisivos bufonescos. Si alguna vez hubo indicios o señales de naturaleza extraterrestre en todo este complejo mito de los ovnis ‒algo muy dudoso y poco probable en sí mismo‒ han quedado diluidos en el maremágnum citado. Tal vez la señal sea el propio ruido generado, un ruido humano que también nos sirve de espejo.