En la recta final de abril, me siento y escucho la canción de Sabina Quién me ha robado el mes de abril. Mi primer pensamiento es que mi familia y entorno van a perder un lluvioso mes de abril. Pero a continuación, pienso, quizás no, realmente estoy viviendo a una velocidad vertiginosa.

Soy enseñante de marketing en la Universidad de La Laguna. Enseñante, igual que lo fue mi abuela Dolores Díaz Padrón, "Doña Lola" para muchos de sus estudiantes, e igual que lo son mi padre y madre, y muchos otros miembros de mi familia.

Mi querida abuela, Mamayeya, no sólo impartía clase, además, por las tardes, enseñaba a sus estudiantes a cocinar, coser? realmente su trabajo era acompañar en la vida a quien lo necesitase. Dentro y fuera de su horario. Su principal preocupación era el futuro de quienes tenía a su cargo como maestra. En mi entorno, casos como el de mi abuela hay muchos. Casi cualquier enseñante que recuerde, contemporáneo de mis padres, comparten un mismo sentimiento: querer enseñar y ayudar al resto, independientemente de la contraprestación económica. No me entiendan mal, el trabajo debe ser remunerado acorde a su esfuerzo e importancia social, pero, en la enseñanza, no puede ser la principal moneda de cambio. La moneda de cambio es desear hacerlo.

Esta reflexión fluye en mis pensamientos porque necesitamos ese espíritu del enseñante en este periodo convulso. Necesitamos enseñantes que estén dispuestos a cambiar, adaptarse, modificar? sus rutinas de enseñanza, simplemente porque la vida lo pide a gritos. Porque entienden que han de hacerlo y desean hacerlo. No necesitan una causa más allá de que sus estudiantes les necesitan. Necesitan pensar, trabajar, ocuparse, avanzar? necesitan una escuela y una maestra que los acompañe en este confinamiento.

Además, los estudiantes necesitan que lo hagan ya, antes de que acabe abril. El día 17 de marzo, lo hizo un grupo de enseñantes de la Universidad de La Laguna, el resto, tenía que haber continuado con el combustible que mueve su vida profesional, "desear hacerlo", no preguntarse si se debe o no.

No es necesario discutir el modo de hacerlo, hay muchas alternativas. Y si existen estudiantes o profesores que tienen impedimentos se les puede ayudar, también desde mil vertientes.

No es necesario evaluar al estudiante que acompañas, si lo acompañas ya lo estas evaluando. Si no puedes, quizás es que no lo estás acompañando. Solo que el que se aleja del estudiante desconoce sus capacidades.

No es necesario exigir más allá de lo habitual. Como enseñante, en estos momentos, no te estás exigiendo más de lo que ya hacías antes de este momento. Por tanto, ¿por qué exiges más?

Y, por supuesto, no te resistas a cambiar solo porque tienes que utilizar o no una tecnología. Necesitas cambiar porque estás en un periodo de alta incertidumbre y debes desear ayudar, además de acompañar a tus estudiantes.

Lo siento maestro Sabina, a los enseñantes como yo, no nos han robado abril, hemos disfrutado acompañando a nuestros estudiantes, como lo hacía mi abuela Doña Lola, la maestra.