A lo mejor es solo una percepción mía y estoy equivocado, pero tengo la sensación de que las calles, los comercios y las casas están más decoradas de Navidad que otros años. Tengo la sensación de que, de algún modo, la competición por las luces está en su máximo esplendor. Dudo que sea un tsunami de fe.

Yo no puedo negar que soy un tonto de la Navidad. Me gusta la Navidad. Me encanta la Navidad. Mi hermana acabó por contagiarme. Tengo muchos recuerdos infantiles maravillosos de esas fechas; los dibujos animados de por la mañana sentado en el suelo frente a la televisión, los payasos de la tele y su "¿Cómo están ustedes?", la estufa a todo gas con los mofletes a punto de estallar, las visitas de los familiares, los nervios de la noche de la llegada de los Reyes Magos, las uvas en familia con los cachetes hinchados, el ruido del tapón del cava al salir y ver a quién le caía, los villancicos en el coche durante los viajes, el sorteo de la lotería, el sabor del turrón a escondidas, los primos jugando en la calle hasta las tantas de la noche. Las reuniones en casa de mi tía. Todo eso hace que, de algún modo, le deba a la Navidad una especie de tributo por la enorme cantidad de experiencias vitales que me ha brindado.

En realidad, no se necesita mucho para ser feliz. Salud, un trabajo que nos dé para vivir y personas que nos aporten algo bello y positivo cada día. Con eso basta. Todo lo demás, es puramente circunstancial. Y, sobre todo, efímero. Lo que sucede es que hoy cada vez estamos más llenos de odio, de vanidad, de orgullo, de envidia, de resentimiento, de egoísmo, de estupidez y eso hace que no sepamos encontrar entre toda esa basura que es lo realmente importante. Hoy en día, cada vez somos más ricos por fuera pero más pobres por dentro. Tal vez si fuéramos más ricos por dentro y más pobres por fuera sabríamos apreciar la importancia de la verdadera amistad, la importancia del verdadero amor, la importancia de una verdadera familia, la importancia de vivir.

Tal vez a usted no le guste la Navidad, y lo entiendo. Tal vez todo eso de la Navidad no le parezca a usted más que una niñería, un infantilismo, una tontada, y lo entiendo. Tal vez la Navidad le parezca a usted una época consumista y no quiera formar parte del espectáculo, y lo entiendo. Pero del modo que vivamos la Navidad solo depende de nosotros. Algún día, con suerte, estaremos tirados en la cama de una residencia con la dentadura en un vaso de cristal y la única compañía de un pañal en el trasero, y quizá entonces echemos de menos la Navidad, aunque fuera en compañía del pesado de nuestro cuñado.

Yo, por mi parte, no estoy dispuesto a que llegue ese día y echarme en cara que no hice lo suficiente para ser feliz. Así que, la celebre o no la celebre, le deseo de todos modos ¡Feliz Navidad y todo lo mejor para el Año 2020!

adebernar@yahoo.es

PD: Quiero cerrar este durísimo año con mi eterno y público agradecimiento a todo el equipo de UVI corazón y cardiología del Hospital General Universitario (estos nombres anoté en un papel apenas legible: Dr. Cristian Jiménez, Dr. Antonio Lara, Dr. Carlos, Verónica, Elisa, Sara, Inma, Conchi, Carolina, Luzma, Amalia, Desirée, Esperanza y Raquel) que el 14 de julio y días posteriores obraron el milagro que ha permitido que pese a los 5 infartos, dos paradas cardiorespiratorias y seis días en coma pueda seguir contándoles a ustedes lo bonita que es la vida. Y lo impredecible. Y a Domingo Jara, mi salvador, que es la prueba evidente de lo instructivos que son los documentales de La 2.