Ni la calima, ni las lluvias torrenciales...ni siquiera las grandes nevadas que afectan de manera puntual al Roque de Los Muchachos habían mantenido la instalación científica del Gran Telescopio Canarias (GTC) cerrada durante tanto tiempo. Este sábado habrá transcurrido un mes –desde el 23 de septiembre– desde que los responsables del Grantecan decidieran dejar de escrutar el cielo nocturno palmero por el peligro que desentraña el volcán. Pese a que otras seis instalaciones del Observatorio del Roque de Los Muchachos han decidido seguir mirando al cielo los días en los que la nube de ceniza del volcán palmero no llega hasta el norte de la isla –que son la mayoría–, los investigadores del GTC consideran que hacerlo al albur de unas condiciones cambiantes es «un riesgo excesivo». «El telescopio podría sufrir graves daños al abrir si las condiciones meteorológicas cambian de manera repentina», asegura David García, investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y astrónomo del GTC. 

De esta manera, la orden del cierre de la instalación científica ha sido tomada como un método de «precaución», dado que en realidad las condiciones meteorológicas suelen ser favorables la mayor parte de los días, como confirmó el administrador del Observatorio, Juan Carlos Pérez Arencibia. De hecho, en el mes que ha transcurrido desde que empezó la erupción en el entorno de Cabeza de Vaca tan solo se ha tenido que cerrar la totalidad del observatorio a cal y canto un par de días. El resto de jornadas, se ha intentado mantener informados a los investigadores para que conocieran las previsiones meteorológicas y pudieran decidir, a partir de ella, si debían abrir o no esa noche. En total, de los 17 telescopios del observatorio, siguen funcionando seis. 

Sin embargo, para el GTC –como para otra decena de telescopios que conforman este observatorios palmero– los riesgos de abrir una noche con un volcán activo a 18 kilómetros de distancia son mucho mayores que las pérdidas científicas que puedan provocar el cierre preventivo. Además del Grantecan, los telescopios afectados por esta decisión están los cuatro telescopios Cherenkov, el Isaac Newton o los Magic. En el caso de los Cherenkov, que es uno de los pocos telescopios cuya estructura permanece a la intemperie, además, los promotores han creado una protección adicional para sus piezas con el fin de evitar que las cenizas se cuelen y puedan causar algún problema. 

La ceniza puede afectar a la óptica del telescopio, a los sistemas mecánicos, a los sensores magnéticos, a los sistemas de apertura y cierre de la cúpula y a la electrónica que se encuentra en su interior, que. además, controla la mayoría de sistemas de la instalación. En lo que se refiere a la óptica, la superficie reflectora recubierta con una fina capa de aluminio, por lo que si la ceniza cayera, se acumularía y podría adherirse al espejo, provocando que perdiera su capacidad refractiva. 

Si esto sucediera, se tendría que proceder a desmontar el espejo y limpiarlo, lo que es una tarea nada sencilla. El espejo primario de este gran telescopio está formado por 36 segmentos hexagonales y limpiar solo dos de ellos requiere unas 24 horas de trabajo. «Si tuviéramos que desmontarlos todos para limpiarlos podríamos tardar un mes», resalta el investigador. 

La ceniza puede afectar a la óptica, la mecánica, los sensores, y a la electrónica del telescopio

La ceniza también podría mezclarse con el aceite o la grasa con la que cuentan los sistemas mecánicos que mueven el telescopio, generando daños en la estructura. Con respecto al movimiento del GTC también habría un riesgo en que la ceniza alcanzara los sensores magnéticos que ayudan a saber la posición del telescopio. Si lo hicieran «bloquearían su movimiento». 

Otro peligro añadido está en el tiempo que tarda la cúpula en cerrarse. Mientras que otros telescopios, como el nórdico, pueden cerrar sus cúpulas en un escaso minuto, la del GTC es de tal envergadura –10 metros– que su clausura total tarda al menos 8 minutos. En unas condiciones climáticas, a menudo azarosas, este retardo podría supone un riesgo adicional para uno de los elementos esenciales del funcionamiento de la cúpula del telescopio: su motor. Esto a su vez, tiene relación con el último de los inconvenientes de que la ceniza alcance el observatorio, y son la afección que pueda provocar a las piezas electrónicas que conforman el gran telescopio. 

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El Grantecan desde dentro

«Esta ceniza se puede colar en cualquier sitio y causar un cortocircuito», remarca García. Y es que las cenizas de volcán son muy diferentes a las cenizas que generan, por ejemplo, los incendios. Estas partículas, formadas por rocas y minerales, son transmisores de la electricidad y si se acumula demasiada podría averiar las piezas. Aunque se desconocen las posibilidades de que esto ocurra, para los científicos no vale la pena arriesgarse. «Es como cuando se te cae el móvil a un charco de agua, puede que no pase nada, pero también que deje de funcionar», explica David García. Si eso ocurriera con el GTC, podría ocurrir en piezas que hay que pedir en el extranjero y tardarían un tiempo en llegar o, en el peor de los casos, en aparataje que «ya no se fabrica», pues cabe recordar que la «el GTC empezó a operar en 2009». 

Falta de estudios

La falta de estudios e información sobre cómo repercuten las cenizas volcánicas en este tipo de instalaciones científicas ha sido otro acicate para que los investigadores tomaran esta decisión. «La ceniza se cuela por todos lados y es un evento que no ha sido reportado en otros lugares del mundo», señala García. Y es que, Hawái, donde también existe una gran instalación de telescopios alrededor de un volcán, nunca ha vivido una situación equiparable a la de La Palma. «En Hawái los volcanes son más efusivos, y la emisión de cenizas es menor o casi nula», afirma García. 

«Hasta que no entendamos el fenómeno o nos puedan dar previsiones meteorológicas certeras, no nos podemos arriesgar», insiste García. El investigador hace así referencia a algunos de los acontecimientos que se han producido en los últimos días en el aeropuerto de La Palma, pues ha habido días que, según la previsión meteorológica, el aeropuerto podía estar operativo, pero aún así «las aerolíneas han preferido no jugársela» y cancelar los vuelos hacia otras islas. 

Las investigaciones científicas asociadas al GTC, por el momento, no han sufrido retrasos como consecuencia del bloqueo del volcán. «Nosotros, al contrario que el resto de instalaciones, trabajamos en modo colas, lo que supone que no tengamos que prefijar un día concreto para las observaciones que nos solicitan los astrónomos», resalta García. Sí que admite que hay algunos eventos cuya observación se ha perdido como tránsitos extrasolares u observaciones que se realizan simultáneamente con otras instalaciones de astrofísica en la Tierra o desde el espacio. No obstante, García le quita hierro a esta serie de obstáculos pues también ocurre cuando «está nublado o hay humedad». 

El volcán sí está haciendo mella en lo que se refiere al resto de proyectos científicos asociados a otros telescopios. El ritmo de los proyectos de investigación se está ralentizando. Usualmente, la observación del cielo se reparte en dos semestres, en los que se propone un calendario para que los distintos grupos de investigación –nacionales e internacionales– puedan aprovechar el tiempo de observación que le corresponde por convenio. «Como hay telescopios que han decidido cerrar por completo durante este tiempo, tienen menor capacidad para observar por cada proyecto», como resalta, por su parte Pérez. En todo caso, esta circunstancia «se puede corregir». Una vez acabe la erupción, se revisarán los calendarios de observación y se intentarán adecuar a los proyectos en marcha.

Por ahora, los ingenieros y técnicos del GTC se han centrado en adelantar los trabajos que tenían programados para el transcurso del otoño como relocalización de instrumentos científicos o modificaciones de algunas estructuras que requieren cortes eléctricos. Los operarios están aprovechando que la cúpula se mantiene cerrada durante todo el día para llevar a cabo trabajos que de otra manera entrarían puntualmente en conflicto con las observaciones nocturnas pudiendo afectar a ambas actividades. Aunque están aprovechando el tiempo al máximo, García admite que esta situación pronto empezará a tener un impacto mucho mayor. «Si sigue todo cerrado un mes más, cuando todos estos trabajos estén finalizados, las consecuencias del cierre empezarán a ser verdaderamente palpables».