Más de 500 años de historia reunidos en millones de documentos de diferente formato. Ese es el largo y valioso inventario que custodia el Archivo Municipal de San Cristóbal de La Laguna. En realidad, se trata de un fondo único en el Archipiélago que tiene rango de depósito insular debido a la importancia de los textos del antiguo Cabildo de Tenerife. Por desgracia, los incendios y ataques piráticos registrados en las otras islas de realengo –Gran Canaria y La Palma– mermaron sus colecciones y dejaron a La Laguna en una posición de privilegio.

El documento más antiguo data de 1497, cuando San Cristóbal de La Laguna no solo era el punto referencial de Tenerife sino del Archipiélago, y el más reciente va de camino al Archivo en el interior de un expediente que se firmó la pasada semana: un sinfín de documentos conviven en un espacio que se asemeja a un viejo submarino. Poco espacio –hay zonas en las que casi hay que entrar de lado para no golpear los archivadores metálicos– y puntos en los que la luz se transforma en un poderoso halo amarillento para no dañar el contenido de joyas como un repartimiento de tierras que lleva impreso la rúbrica de Isabel la Católica (1501) o un pergamino de gran formato con la firma de Juana La Loca que le concede el escudo de armas a la Ciudad de los Adelantados y, de paso, a toda la Isla.

El primero, la misiva de Isabel I Castilla, no es una más de las muchas actas de entrega de terrenos que se concedieron en las dos primeras décadas y media del siglo XVI a ciudadanos de alta alcurnia que convivieron con el conquistador andaluz Alonso Fernández de Lugo (1456-1525). Estas concesiones están recopiladas en siete legajos encuadernados con piel de cabra. Su fragilidad es tan poderosa que da miedo hasta mirarlos no vaya a ser que se descompongan, pero el estado de conservación es bueno: las partes más dañadas se restauran en el laboratorio del Archivo Insular de La Laguna ubicado en una de las alas del edificio de la calle Consistorio.

El segundo documento que llama la atención es posterior al fallecimiento de Isabel I de Castilla, pero sigue conectado con la esposa de Fernando II de Aragón. Entre las piezas más valoradas del archivo donde trabajan Luis González Duque (director del Archivo de La Laguna), Francisco Javier Díaz Funero (administrativo) y José Manuel Hernández Hernández (auxiliar administrativo) se encuentra el hológrafo que otorga el escudo de armas a la ciudad y a la Isla.

En el manuscrito autorizado por Juana La Loca, hija de los Reyes Católicos, hay un escudo en el que está representado el Atlántico, una isla «escupiendo» fuego (referencia a El Teide), un león, un castillo y la figura de San Miguel Arcángel, al que se incluye por ser su festividad clave en el proceso de La Conquista. Otro privilegio real (afecta a la fiscalidad ) que se conserva en el Archivo de La Laguna se remonta al periodo de gobierno de Carlos III.

El documento está elaborado en vitela (una piel de ternero abortada con un ácido), considerado por los expertos como el mejor soporte escriturario, se imprimió con unas letras capitulares iluminadas (elaboradas en diferentes colores) y lleva incrustados unos sellos de validación, además de un peso de plomo circular que alude al que fue reconocido como «el mejor Alcalde de Madrid» (Carlos III).

Los documentos que se integran en la parte del archivo histórico están escritos en las tres tipologías de letras que mayor difusión tuvieron en el Archipiélago: la letra cortesana (finales del siglo XV y principios del XVI), la letra procesal o encadenada (siglo XVII) y la letra humanística (a partir del siglo XVIII).

El fondo de Ossuna es otra de las extraordinarias ramificaciones que se protegen en el Ayuntamiento de La Laguna. Luis Yeray Gutiérrez, alcalde de la ciudad, es el presidente de un Patronato que abarca un legado interminable en el que existen piezas de museo como puede ser el inventario de bienes del corsario Amaro Pargo (todavía hoy se buscan los tesoros a los que se hace referencia en múltiples biografías) o el fondo de la Casa Montañés.

De este último (la archivística de la Casa Montañés) solo está en las casas consistoriales de Aguere un tercio de su colección: los otros dos hay que ir a buscarlos al Museo de Historia y al Instituto de Estudios Canarios. Esta «división» es calificada por los especialistas como un «error grave» por los perjuicios que se ocasionan a los investigadores a la hora de realizar una consulta que en mucha ocasiones les obliga a peregrinar por tres archivos.

Una antigua fotografía apaisada del primer avión que aterriza en Los Rodeos, el 6 de diciembre de 1929, adorna la parte superior de la puerta que da acceso a la sala donde se ha clasificado el legado de Manuel de Ossuna y Van-den-Heede. Antes de continuar abrimos un paréntesis para explicar que aquel vetusto Dornier Wal de la aerolínea alemana Lufthansa se estalló poco después de despegar de las instalaciones de Tenerife Norte.

El fondo de Ossuna está fraccionado en dos parte: una contiene la documentación pura y dura cedida por el historiador y jurista tinerfeño al consistorio y la segunda una generosa reseña bibliográfica constituía por varios miles de títulos de diferente formato.

Más que un fondo documental, la de Ossuna constituye una de las colecciones más prestigiosas que se han reunido en el Archipiélago. Hablar de su contenido nos puede llevar días, pero de manera abreviada hay actas de propiedad localizadas en Anaga y Buenavista del Norte, fotografías, postales de casi todos los municipios canarios, partituras musicales, tratados específicos... Esa diversidad, precisamente, es una de las señas de identidad del Archivo de La Laguna. Y es que tras la primera etapa como fondo insular, fue a partir de 1837 cuando este espacio pasa a tener una condición municipal.

El dato anterior es clave para dar relieve al alto protagonismo local que va a alcanzar este centro a partir del segundo tercio del siglo XIX. Actas municipales, archivos sonoros y televisivos, cartelería (Carnavales, Semana Santa, Fiestas del Cristo...), libros de registros, postales, fotografías (en varios formatos, incluso, incluidas en un soporte de cristal) y miles de publicaciones en las que hay referencias a La Laguna o han sido impulsadas por el Ayuntamiento constituyen una hermosa cápsula del tiempo que ya tiene más de 500 años de vida.